El Apocalipsis es el libro que consuela al cristiano. El libro de la esperanza, de la seguridad del triunfo final de Jesucristo, que superará el triunfo del mal, el triunfo de la vanidad y de la soberbia del mundo.
Dios quiere que leamos su Palabra completa, pero el libro del Apocalipsis es muy especial porque es el libro donde todas las doctrinas y profecías de la Biblia tiene su cumplimiento final. Es una delicia leer este libro pues vemos como todo el plan de Dios se cumple y culmina en él.
En el capítulo 4 y en el capítulo 19 del Apocalipsis encontramos descrito el triunfo sublime de Jesucristo como Supremo Señor del Universo y Cordero de Dios.
Después de esto miré y segunda venida, Jesús, Cristo, Jesucristo he aquí una puerta abierta en el cielo, y la primera voz que oí como de trompeta hablando conmigo dijo: “Sube acá y yo te mostraré las cosas que sucederán después de esto, y al instante yo estaba en el Espíritu y he aquí que un trono establecido en el cielo, y en el trono uno sentado. Y alrededor del trono había 24 tronos y vi sentados en los tronos a 24 ancianos, vestidos con ropas blancas con coronas de oro en sus cabezas.
Y de sus tronos salían relámpagos y truenos y voces, y los 24 ancianos se postran delante del que está sentado en el trono y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono diciendo:
“Señor, Digno eres de recibir la gloria, y la honra y el poder, porque Tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”.
Esta es la expresión grandiosa de la adoración universal a Jesucristo como Señor. Este Jesucristo a quien nosotros amamos, sin haberlo visto, en quien creyendo, como dice Pedro, aunque ahora no lo vemos, nos alegramos con gozo inefable y glorioso. Este Adorable Jesucristo, con quien nos relacionamos solamente por fe, aparecerá con su inmenso poder al fin de los tiempos.
Entonces, la infinita verdad estará unida a su infinito poder. Por ahora hay algo extraño: La infinita Verdad de Dios está extrañamente separada por su infinito poder.
Da la apariencia que Jesucristo es impotente para imponer su verdad, para hacer prevalecer el bien en el mundo.
Por ahora tienen mucho más fuerza las cosas visibles que las invisibles, el mal prevalece, porque la verdad está separada del poder, pero al final la infinita verdad aparecerá con todo su poderío. Y toda la creación, todo el universo, toda la historia, todos los hombres los pequeños y los grandes, los fieles y los infieles caerán doblegados ante el infinito poder de Jesucristo.
Entonces veremos sollozando de alegría o de terror, cuando todos vean que el evangelio era cierto. Se verá con absoluta claridad el pecado con su fealdad, veremos con horror este mundo del demonio que nos rodea, de la brujería, el mundo de la vanidad y del engaño. Veremos a Jesucristo juzgando al mundo, juzgando nuestra vida, juzgando nuestro amor, nuestra fe y fidelidad.
El mundo moderno ha borrado totalmente la visión del futuro. No quiere saber lo que va a pasar. La gente no quiere saber nada de esto, nada de lo que acontecerá después de la muerte en los eventos del porvenir.
Muchos no quieren saber del triunfo final de la Verdad. Sin embargo esta realidad inmensa, cósmica, que abarcará todo el universo, que sobrecogerá de temor, de temblor de susto a los no creyentes, a los apóstatas, a los que se quedaron solamente en el estado de lo humano y no pasaron a lo sagrado de la vida y que inundará de alegría a los creyentes, a los que tuvieron esperanza, es una absoluta realidad que tendrá lugar en la historia, y que verán nuestros ojos.
Y continúa diciendo el Apocalipsis:
Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro; porque sus juicios son verdaderos y justos; pues ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido a la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella… Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado…Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES. (Apocalipsis 19:1-2,7,11-16)