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Inmediatez de los nuevos tiempos

La definición del título de ésta reflexión está interpretada sobre la premisa de nuestro diario vivir en la actualidad, frase que interpreta la desmedida desesperación del hombre por alcanzar el éxito que lo corone como dueño del poder.

Las ambiciones o antojos del corazón, arropado por un vacío existencial, la falta de paz y seguridad hacen que el hombre de hoy viva sin el Dios que creó el universo, la tierra en su plenitud y todo lo que en ella habita.

El poder y la gloria, más allá de todo conocimiento humano, existen solo en lo sobrenatural de Dios, que nos trae a esta reflexión.

Palpar día a día esta realidad que estamos viviendo, nos permite tener unas primeras conclusiones sobre sus orígenes.

La inmediatez de los tiempos de hoy, nos permite trasladarnos a los tiempos cuando Adán y Eva en el huerto del Edén vivían en la paz y la seguridad del Espíritu de Dios que moraba en ellos. Sus almas moraban en la naturaleza inalterada, sin el pecado, en la plena y absoluta santidad del bien. Hasta ese momento el reino del Huerto del Edén, extensión del cielo en la tierra, era casa de Dios y puerta del cielo, visitada por la manifestación, la presencia y la voz inaudible de Dios.

Como está prometido será el nuevo cielo y la nueva tierra en la próxima vida, y el futuro de los salvados en el reino de la paz de Cristo, quienes son la iglesia de nuestro Señor Jesucristo, nos confirma la Biblia.

La Biblia revela en el libro de Génesis, que después de la caída de Adán y Eva en desobediencia a Dios, por haber comido del árbol prohibido, el hombre ha tenido como conciencia haber perdido la santidad del Todopoderoso, y ser expulsado por Dios del Huerto del Edén. Las consecuencias de su desobediencia ha llevado al hombre de hoy a vivir en desesperación, sin Dios y sin esperanza.

Es por ello que la ausencia en la búsqueda del Padre, ha llevado al hombre a inclinarse por el dinero, el placer de la carne, de las posiciones materiales y sociales, que socaban su vida hasta llevarlo a un estado tal que no se satisfacen ni con la muerte.

Sólo viven entretenidos por el engaño de la vanidad de esta tierra, que fue ofertada por el enemigo de la justicia llamado diablo, cuando le dice a Jesús en el desierto: “si postrado me adoraré te daré los reinos de la tierra”, lo que el hijo de Dios en la persona de Jesús les responde: “a tu Dios adorarás y a él solo servirá”, Mateo 4:9. Satanás salió huyendo y lo dejo.

Dice la biblia: de qué le vale al hombre granjear el mundo y perder su alma. El alma del hombre es inmortal, es por ello que conociendo las leyes espirituales de Dios, debemos procurar estar presto para escuchar su palabra, humillándonos ante su augusta presencia y recibir la gracia de su amor inefable para que nos hagamos uno con Él, siendo Él el dueño de nuestra vida, produciéndose en obediencia a Él su voluntad en nuestros corazones. “Porque de tal manera amó Dios al mundo que dio en sacrificio a su único hijo unigénito para que todo aquel que en Él crea no se pierda, más tenga vida eterna”, Juan 3-16. Mateo 28-19-29-20: Nos hace evangelistas comprometidos con el mensaje de la Salvación del alma del pecador en arrepentimiento y conversión de un nuevo hombre y una nueva mujer libre del yugo de la esclavitud del pecado, siendo este hombre y esta mujer con corazón que palpita la voluntad y morada de Dios.

Es el propósito y el deber de este ministerio Prensa de Dios, predicar el mensaje de Buenas Nuevas, continuando la integración del crecimiento socio-espiritual a la humanidad, de modo que la sociedad, la Iglesia y la nación en su conjunto, reconozcan a Cristo como Señor del universo.

Por nada estéis afanoso, estad quieto y reconocer que yo soy Jehová de los Ejércitos, el que corona de favores tu vida, el pastor que nunca te faltará, porque el que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del omnipotente, Salmo 91.

En el Señor puede estar seguro como un niño en los brazos de su padre, al cuidado, al amparo, auxilio, al sostén de su amor inmensurable. Él es el árbol de la vida y la salvación, por tanto no temerá mi corazón, sino que estaré confiado en el nombre de Jesús. ¡AMEN!

Fuente:
Margarita García

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