Cada vez que el calendario, en su constante rodar, nos hace viajar al primero de mayo, muchos lo tomamos como un día más y sobretodo, si es fiesta, relativizamos su importancia. Esta fecha, denostada y despreciada, es el día del trabajo, conmemorando una matanza de trabajadores, y que desde entonces, hace más de 150 años, es el alto en el camino para determinar si hemos podido cumplir con los anhelos de esos obreros.
El mundo es cada vez más rico. Las personas poseen bienes y servicios impensados, pero esa riqueza no se ha traducido en un reparto equitativo de dicha prosperidad, y hay grandes bolsones de miseria y unos pocos acumulan todo. Hemos fallado en generar empleos seguros y bien remunerados para todos, manteniendo explotados a unos para ampliar las riquezas de unos pocos. Cada año, miles sufren heridas incapacitantes y millones quedan fuera de la Seguridad Social y los planes de pensiones, que son los únicos puentes en contra de la pobreza y olvido de los años de vejez y retiro. Aún millones de niños de edad escolar levantan cosechas en lugar de educarse, y muchos trabajadores sufren vejaciones por parte de jefes abusadores.
Por ello, este día del trabajo debe ser un momento de reflexión por parte del Sector Público y del Privado. Los primeros deben sincerarse y buscar incentivar la capacitación y el acceso a fuentes de empleo que generen un trabajo digno, y el sector privado debe ayudar a crear esas condiciones, generando empleos en sus empresas y capacitando sus empleados. Por ello, y aprovechando la Ley que establece la Estrategia de Plan Nacional 2010-2030, exhorto a todos los actores del sector laboral a poner de su parte y crear fuentes de empleos por medio de la inversión de capitales, y creer en la mano de obra local, capacitándola y tecnificándola.
Que estos propósitos no se queden en un marco meramente propósitos, sino que se generen políticas públicas reales que combatan esa exclusión que atenta contra la salud de la patria y la dignidad de esos condenados de la tierra que no tienen empleos o tienen uno en condiciones de indignidad o peligro.