Una alabanza que canta René González dice en uno de sus versos: Mi Señor y yo somos mayoría. Un hermoso mensaje para la iglesia de Jesucristo ¿Saben cuál es una de las razones por las que el mundo se resiste a creer en Cristo como Señor y Salvador? Por la falta de unidad entre los cristianos como consecuencia de una pobre relación con el Señor. A veces parecemos más “ovejas sin pastor” que el propio mundo. Aparentamos no tener una definición teológica cristocéntrica; cada cual tirando para su verdad doctrinal, o para su grupo, o para sus líderes. La gente dice ¿para qué sirven Cristo y la iglesia si ni entre ellos mismos se entienden? La unidad de los creyentes da testimonio de que Cristo es real en la vida de su iglesia. Somos mayoría cuando caminamos con Cristo.
Años atrás fui invitado a la Convención Keswick, un evento interdenominacional que se celebra todos los años en Islas Caimán. La Convención tenía como tema central “All one in Christ Jesus” (Todos uno en Cristo Jesús). El programa diario del evento era dirigido cada día por una denominación diferente, así como la adoración y la exposición de la Palabra. No me impactaron ni la tecnología, ni siquiera la adoración, fluida y ofrecida en diferentes estilos, sino la armonía y el amor reinante entre pastores de diversos estratos, líderes y cuerpo de Cristo en general. El tiempo de oración que antecedía el programa diario, con una multitud de pastores de varias denominaciones orando por la unidad (único motivo de oración), fue para mí lo más edificante. Me parecía escuchar al apóstol Pablo decir: Les ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos se pongan de acuerdo, y que no haya divisiones entre ustedes, sino que estén enteramente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer. (1 Co 1.10).
El Señor oró al Padre por la unidad de su pueblo tomando la idea de la unión entre el Hijo y el Padre, que seamos uno en Cristo, uno en Dios, uno en el Espíritu. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfeccionados en unidad, para que el mundo sepa que tú me enviaste, y que los amaste tal como me has amado a mí. (Juan 17.23). Cristo es la plenitud de la deidad. Si somos uno en Cristo, somos uno en la plenitud de la deidad. ¿Para qué ser uno en Cristo Jesús? Para que el mundo crea. El testimonio de unidad del cuerpo de Cristo es testimonio de credibilidad. El mundo tiene que ver que estamos unidos para creer. La iglesia tiene que ser relevante, tiene que influir en la sociedad, tiene que impactar y lo primero que es visible en la iglesia como cuerpo es su unidad, que se traduce en amor, en justicia y en misericordia.
Para que todos sean uno. Como Tú, oh Padre, estás en Mí y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros, para que el mundo crea que Tú Me enviaste.
Juan 17:21
Cristo resalta que seamos perfectos en esa unidad. Sólo una verdadera unidad (perfecto), puede hablar por sí sola de que Cristo es ha renovado nuestra mente y ha transformado nuestras vidas, que somos cristianos, no de apellido, no cristiano nominal (de nombre), sino que verdaderamente Cristo ha obrado en nosotros de manera tal que estamos unidos en Él; no cuando nos conviene, no unidos para adorarlo juntos solamente. Tampoco es este un llamado ecuménico. Dios ama la diversidad, pero su Palabra no admite todas las interpretaciones que al hombre le venga en gana.
Perfectos en unidad es dejar las diferencias y las simplezas atrás y centrarnos en Cristo, en su obra redentora para la humanidad, en su mensaje de reconciliación para todos los hombres. Es centrarnos en la cruz y en la sangre de Cristo para salvación. Cristo señala que esa unidad va a dar testimonio de Él, del amor del Padre en nosotros, de la medida de la estatura que hemos alcanzado caminando a su lado. Somos mayoría con Cristo. Y amados por Dios con la misma intensidad que Él ama a su Hijo; la clave es permanecer en Él, ser uno en Él.
Él es la cabeza de todo el cuerpo que es su iglesia. Somos mayoría unidos en Cristo. Contra esa mayoría no hay gigantes, ni fortalezas, ni imperios que puedan prevalecer.
¡Dios te bendiga!
Pero Tú, oh DIOS, Señor, por amor de Tu nombre hazme bien; Líbrame, pues es buena Tu misericordia.
Salmos 109:21