La base del derecho, como lo entendemos, es el juego sutil entre igualdad y equidad. Cuando hablamos de igualdad es el repartir u otorgar algo en partes iguales entre los interesados, sin atención a condicionamientos personales. La equidad es darle a cada quien lo que justamente merece, es decir, particulariza cada caso.
La igualdad es un parámetro confuso y difuso. Parece la silueta de una isla vista a la distancia mientras nos acercamos en una embarcación. Según lo que oteemos, será nuestra acepción de igualdad. La igualdad es, en cierta forma, excluyente, ya que sólo puede haber igualdad entre iguales.
La equidad corrige distorsiones que genera la igualdad. No es lo mismo ser rico o pobre, blanco o negro, vivir en un ensanche que en la orilla del Ozama en una casucha. La equidad obliga a crear oportunidades para estas personas, con el fin de que puedan superarse y ayuden al crecimiento de la nación.
Habiendo definido ambos términos, queda por responder la pregunta inicial: estos términos son posibles de ser aplicados en la realidad o no?
La respuesta corta sería si. Ello se explica porque el estado muchas veces emplea estas estrategias para definir procedimientos y políticas públicas. Por ejemplo, cuando se crean planes asistenciales (Bono Gas, Bono Luz, Banca Solidaria, etc), se crean oportunidades de crecimiento para sectores marginales. Todo esto es una aplicación del principio de la equidad.
Cuando hablamos de igualdad, el gobierno persigue dotarnos de bienes y servicios que son indispensables para la vida, en cantidad y calidad suficientes. Todos necesitamos que nos provean agua, luz, gas, y otros que son indispensables para una vida en dignidad.
Un proyecto especial que demuestra la aplicación del principio de equidad es la creación de interpretes judiciales. Eso permite que personas que no hablan el idioma local puedan comunicarse y defenderse de las acusaciones en justicia. Si acá primara solamente el principio de igualdad, no hubiese interpretes, ya que en principio, se estima que con garantizar el acceso a la justicia y la presuncion de que casi todos hablan español sería suficiente.
Por Doctor Néstor Saviñón