La intercesión de Moisés en este pasaje nos invita a reflexionar sobre la misericordia y la gracia de Dios, así como la terquedad y el pecado del ser humano. Moisés, consciente de la santidad de Dios y del pecado del pueblo, no se excusa ni minimiza la gravedad de lo ocurrido, sino que pone delante de Dios Su fidelidad y amor por sus siervos. Deuteronomio 9-26-27
Dios había hecho un pacto con Abraham, Isaac y Jacob, y aunque Israel había fallado, Moisés apela a la promesa divina. En su oración dice: “Señor, ten misericordia de Israel. No mires la terquedad ni el pecado de tu pueblo.” Esta súplica revela que, aunque el pueblo fue desobediente y terco, Dios sigue siendo fiel a Sus promesas.
La terquedad humana y el amor de Dios La palabra «terquedad» nos recuerda la dureza de corazón que a menudo experimentamos como seres humanos. Nos cerramos a la voluntad de Dios, seguimos nuestros propios caminos y, como Israel, a veces caemos en la idolatría, en la búsqueda de cosas que nos separan de Dios. Sin embargo, Dios no nos abandona en nuestra necedad. Moisés, como intercesor, actúa como un puente, rogando a Dios que mire más allá de los errores humanos y extienda Su mano de misericordia.
Hoy, nosotros también podemos caer en la terquedad, resistiendo la corrección divina. Pero, al igual que Israel, no estamos sin esperanza. Jesucristo es nuestro intercesor ante el Padre, clamando en nuestro favor, para que Dios no mire nuestra rebelión, sino Su sacrificio perfecto. Jesús, el Mediador del nuevo pacto, nos da la oportunidad de ser restaurados a pesar de nuestras faltas.
El poder de la intercesión. Moisés demuestra el valor y la importancia de la intercesión. Él se puso en la brecha por el pueblo, recordando a Dios Su pacto, diciendo: Acuérdate, oh Dios, de tus fieles siervos». La intercesión tiene poder. Dios escucha nuestras oraciones cuando intercedemos por los demás, y Moisés nos da un ejemplo de cómo podemos clamar a Dios no solo por nuestras propias necesidades, sino por la restauración de nuestras comunidades, naciones y familias.
Hoy más que nunca, necesitamos intercesores que se levanten y clamen a Dios por su pueblo. En tiempos de rebeldía y pecado, nuestra responsabilidad es elevar oraciones fervientes, no solo por nosotros mismos, sino por aquellos que han perdido el rumbo, recordando las promesas de Dios y Su inmenso amor.
Dios recuerda a Sus siervos fieles, Moisés pide a Dios que no se olvide de Abraham, Isaac y Jacob. Esta es una petición cargada de fe. Moisés confía en que Dios es fiel y justo para cumplir lo que ha prometido. De la misma manera, en nuestras vidas, podemos confiar en que Dios no olvida a Sus siervos fieles, aquellos que han caminado en obediencia y fidelidad.
Aunque en ocasiones nos desviemos o cometamos errores, Dios sigue viendo a Su pueblo a través del lente de Su promesa, una promesa que no se basa en nuestras obras, sino en Su gracia. Él no permitirá que la destrucción llegue a Su heredad, porque en Cristo somos Su pueblo adquirido por precio, Su nación santa, y Él ha prometido estar con nosotros hasta el fin.
Un llamado a la humildad y al arrepentimiento. La oración de Moisés también es un recordatorio de la importancia de la humildad. Reconocer nuestra terquedad y pecado es el primer paso para recibir la misericordia de Dios. Cuando nos acercamos a Él en humildad y arrepentimiento, Él es fiel para perdonarnos y restaurarnos.
En estos tiempos, como pueblo de Dios, debemos estar siempre dispuestos a humillarnos ante Él, reconociendo nuestras faltas y pidiendo que Su misericordia prevalezca sobre nosotros. Cuando lo hacemos, experimentamos la bondad y la fidelidad de un Dios que siempre cumple lo que promete.
En conclusión, Deuteronomio 9-26-27 nos enseña acerca del amor y la fidelidad de Dios, de la importancia de la intercesión y del poder del arrepentimiento. Nos invita a reconocer nuestra terquedad, pero también a clamar a Dios con fe, confiando en Su misericordia. Que podamos ser intercesores como Moisés, pidiendo que Dios se acuerde de Su pueblo y no permita que la destrucción llegue a nuestra heredad. Dios es fiel, y a pesar de nuestra imperfección, Él no olvida a Sus siervos ni Sus promesas.Gloria a Dios.