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Hazlo como Moisés y entrega tu vara a Dios

La manera principal que nosotros podemos demostrarle nuestro amor sincero al Señor es a través de nuestro servicio. Sirviéndole a Él con un corazón entregado. Cada uno de nosotros se emociona cuando usted le pide algo a alguien y esa persona con tanto gusto y deleite va y hace lo que usted le pide, de acuerdo a la necesidad que usted tiene. ¡Qué hermoso es eso! ¿Verdad? Cuando le decimos a un hijo “Ve por favor, tráeme agua” y ese niñito corre, o ese adolescente corre a la cocina nos trae esa agua, le echa hielito, lo trae en un platito, una servilleta y todo lo demás. Y nos lo entrega con amor.

Eso enternece nuestro corazón, ¿verdad?, y afianza las relaciones. Asimismo es con nuestro Padre Celestial cuando nosotros somos obedientes a Él y le servimos de acuerdo a lo que Él nos ha mandado. Asimismo Él se deleita con nuestra ofrenda y se alegra. Nosotros tenemos que ofrendarle a Él con un corazón alegre y asimismo alegramos el corazón de Dios. Solo por el hecho de que tú eres hijo o hija de Dios ya eso automáticamente sabes que has recibido el llamado a colaborar en su Reino aquí en la Tierra.

No importa que lleves mucho tiempo sirviéndole al Señor, no importa que hayas llegado hoy a su Reino. No importa. No importa que seas jovencito, niño, joven adulto o que seas una persona ya en edad. No importa que ha pasado en tu vida. Si has tenido éxitos o fracasos o donde hayas estado. Eso no le importa a Dios. Si somos hijos de Dios automáticamente sabemos que Él nos ha llamado a colaborar en su Reino. Ninguno de nosotros está excluido, pues Dios sabe lo que Él ha depositado en cada uno.

Dios no comete errores, Él sabe, Él conoce nuestro interior. Él sabe lo que ha depositado en cada uno, sabe como nos puede usar y te conoce por dentro y por fuera y también conoce las necesidades que hay a nuestro alrededor. Por si fuera poco, Dios tiene los recursos que tú y yo necesitamos para crecer en nuestro llamado y ser obedientes y servirle a Él como Él necesita que le sirvamos. Él está buscando corazones dispuestos.

Hay un versículo que dice que ‘los ojos de Jehová contemplan toda la Tierra para mostrar su poder a favor de aquellos que tienen un corazón perfecto para con Él’. Y ahí “perfección” no quiere decir que lo tenemos todo en orden, planchadito. Lo que quiere decir es que tenemos un corazón dispuesto, sensible, enseñable para que Él nos use. Así que yo creo que todos nosotros queremos que Dios muestre a favor nuestro su poder. Así que todos estamos incluidos. Nadie, nadie se escapa de eso.

Y la Biblia tiene muchos ejemplos de personas, de hombres y mujeres y niños también, porque sabemos que hay en la Palabra a quien Dios ha llamado desde la niñez y aún desde el vientre de su madre. Así que en la Palabra hay personas así como tú y yo, personas totalmente ordinarias, comunes que Dios ha usado para su gloria. Y uno de ellos es Moisés. Encontramos su vida, su biografía, como Dios lo usó en el Libro de Éxodos que es el Segundo Libro de la Palabra.

Y antes de entrar a Capítulos 3 y 4 de Éxodos yo quiero que hagamos un recuento muy rápido. Se que muchos conocen detalles de la vida de Moisés, pero vamos a dar un recuento a vuelo de pájaro. Sabemos que Moisés nació esclavo, de padres esclavos, en Israel –que era una nación que había sido esclavizada por Egipto por cientos de años en el momento en que Dios levanta a Moisés. Nace en un momento en que el Faraón ha declarado un Edicto de que “todo varón que nazca de los Hebreos tiene que ser eliminado”.

Y los padres de Moisés en vez de hacer esto, en Fe, toman una decisión muy importante. La mamá de Moisés calafatea una pequeña arquilla, una canasta, le pone brea –asfalto- la protege, la sella y la pone en el río con el bebé Moisés de tres meses dentro de la canasta. Providencialmente la hija de Faraón se acerca por ese lado del río y lo ve, tiene compasión de él y lo más importante es que no solamente se queda ahí la provisión de Dios sino que Dios se las ingenia de manera que manda a este bebito a ser criado por la mamá biológica de Moisés.

Así que es ella la que es nodriza, lo amamanta, quizás no sabemos –la Palabra no dice- cuanto tiempo. Pueden ser dos, tres, cuatro años pero por un tiempo Moisés estuvo criado precisamente por su propia mamá. Al cumplir cierta edad, fue, pasó al palacio del Rey ya como hijo adoptado de la hija del Faraón y ahí vivió en el país más poderoso de esa época. Fue enseñado en todas las artes, las ciencias de su época. Vivió como príncipe hasta los 40 años de edad en que un día él tiene que salir huyendo por su vida.

Porque Faraón quiere matarlo porque él ha matado un egipcio por defender a un israelita a un hebreo y obviamente se acarrea la ira de Faraón y tiene que salir huyendo. Sale huyendo, deja su vida de príncipe atrás a los 40 años y va, entonces, a vivir, a morar en el desierto de Madián y ahí está 40 años más. Y es ahí en ese tiempo, en esa encrucijada de la vida de Moisés que yo quiero que entremos para el mensaje de esta tarde.

Y vamos entonces a Éxodo capitulo 3 y vamos al versículo 2. Ahí encontramos a Moisés pastoreando ovejas. Lo ha estado haciendo, ya, por 40 años día tras día. Versículo 2 dice: ‘Y se le apareció el ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza y él miró. Y vio que la zarza ardía en fuego y la zarza no se consumía. Entonces Moisés dijo: “Iré yo ahora y de esta grande visión porque causa la zarza no se quema”.

Viendo Jehová que él iba a ver lo llamó Dios en medio de la zarza y dijo: “Moisés, Moisés” y él respondió “Heme aquí”. Así que ese es un día que amaneció igual que cualquier otro en el desierto. Moisés no esperaba que sucediera nada fuera de lo común pero Dios se le revela ese día. Llama la atención de Moisés con esta zarza que está ardiendo en fuego pero no se consume porque está pasando algo extraordinario. Capta la atención de Moisés. Y es importante notar que es cuando Moisés deja a un lado su ocupación.

Moisés está pastoreando cuando él mira, ve la zarza y es cuando él se mueve, sale de donde él está y se mueve para ver que es lo que está pasando. Es entonces que Dios le habla y él le contesta ‘Heme aquí’. Yo creo que ese es un detalle importante porque es importante que nosotros estemos al tanto, alerta a como Dios nos está hablando a nuestra vida. Si vemos que Dios nos habla, está por allá y hay alguna indicación de que Él quiere hablarnos y nos quedamos en el mismo lugar y no hacemos un intento de conectar con eso, pues no va a pasar nada.

Ahí se queda el asunto. Pero Moisés fue a investigar y fue ahí cuando Dios vio que él se movió entonces le llamó. Es posible que 40 o 50 años antes en sus días de esplendor como príncipe en Egipto, Moisés hubiera contestado de una manera diferente. A lo mejor no hubiera dicho solamente ‘Heme aquí’ sino que nos hubiera dado su resumé como príncipe de Egipto. Pero en este momento Dios le está hablando a un Moisés que ha pasado por la escuela de Dios del desierto.

Ya no es el Moisés de antes. Ya han sido muchos años que aquella etapa de su vida terminó y es un hombre diferente. Moisés ha pasado 40 años ya en un apartado para heder de la tierra con pocos logros a su nombre. Ha tenido mucho tiempo para meditar y para dejar las ínfulas que quizás él adquirió en el tiempo en que fue príncipe en Egipto. Por eso simplemente contesta ‘Heme aquí’.

Dios no te puede usar, no me puede usar a mí, no pudo haber usado a Moisés si él hubiera estado lleno de sí mismo, con altanería y con vanagloria. Moisés le respondió a Dios de la manera que Dios necesitaba oír. Así quiere Dios que nosotros le contestemos a Él, simplemente con un “Heme aquí”. Nosotros tenemos que vivir en la continua expectativa de que Dios nos habla en lo más común de los días, en la más común de las circunstancias y aún cuando estemos o hayamos pasado por el desierto. Por un desierto.

Por más terrible que el desierto de nuestra vida haya sido. En esta etapa de la vida de Moisés ya él tiene 80 años y seguramente ya a los 80 años, ¿qué es lo que uno está pensando? No en hacer un cambio de carrera, ¿verdad? Uno hace esos cambios a los 40, como tarde 45. Ya él tiene 80 años, así que seguramente ya él pensaba que él iba a seguir laborando en el desierto como pastor de ovejas y que ahí iba a terminar sus días, criando su familia, atendiendo sus cosas de la vida diaria y apacentando ovejas.

A los ojos del mundo Moisés podría ser considerado como poca cosa. Pero para Dios era diferente, ¿sabes por qué? Porque Dios no mira las apariencias, Él no mira lo externo, Él mira lo interno, Él mira el corazón. Él mira lo que la persona tiene por dentro, la disposición de ser usada por Él. Dios conocía –como rayos-X- el interior de Moisés, así que Él sabía que él iba a ser un poderoso instrumento en sus manos. Y además de conocer a Dios así de una manera intima, Dios también conocía la necesidad de su pueblo Israel.

Si vemos en el verso 7 del mismo capítulo 3 de Éxodo, miren lo que dice ese verso: ‘Dijo luego Jehová: “Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias y he descendido para librarlos de manos de los egipcios”. Muy importante ese versículo y ‘Él ha descendido para librarlos de manos de los egipcios’. “Y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel a los lugares” –de unos pueblos que menciona mas adelante.

Y sigue en el versículo 9: “El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen”. O sea que vemos en ese pasaje que Dios no solamente sabe, conoce que Moisés va a ser un buen instrumento en sus manos sino que también está al tanto de la necesidad de su pueblo. Un pueblo que había estado en esclavitud más de 400 años en esa época y que por mucho tiempo había sufrido terrible angustia en manos de los egipcios.

Y Dios está al tanto. Y haciendo un aparte en ese punto, qué importante es saber que asimismo como Dios estaba al tanto de las necesidades de su pueblo Israel, asimismo Él está al tanto de nuestras necesidades. Así que a veces pensamos, sufrimos a solas, tenemos fracasos y pensamos que estamos a solas, que nadie se compadece, que el Dios del Universo se ha olvidado de nosotros. Pero no es así. Si Él se ocupó y sabía la aflicción de su pueblo, ¿Cómo no va a conocer la aflicción de cada uno de nosotros?

Cada uno de nosotros es importante para Él. Y es importante uno saber eso, que uno no está solo que en algún momento Él va a proveer el oportuno socorro.

Y lo que tenemos que hacer en esos tiempos es no resolver las situaciones a nuestra manera, rápidamente en la carne sino esperar en Él y esperar que Él nos guie y nos de la sabiduría que necesitamos. Porque los planes y las intenciones de Dios siempre son mejores que las que nosotros tenemos aún sobre nosotros mismos.

Hasta el verso 9, Moisés solamente había escuchado –si recordamos el pasaje- como latía el corazón de Dios con respecto al dolor y la opresión de su pueblo y acerca de que Él había descendido para librarlos de las manos de los egipcios. Pero en el verso 10, Dios le extiende un llamado a Moisés que cambia su vida para siempre. Un llamado contundente. Y miren lo que dice ese verso, porque hasta ese punto, Moisés ha dicho “Sí, Señor, es verdad. ¡Cuánto sufren mis pobres hermanos allá!”.

Pero en el verso diez Dios ya lo compromete a él y miren lo que le dice: ‘Ven por tanto ahora y te enviaré a Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel’. Eso suena como que Él quería de verdad decir lo que estaba diciendo: “Ven por tanto ahora y te enviaré” y le da un llamado bien exacto, contundente a Moisés. Dios determinó que Moisés era su respuesta a la necesidad de su pueblo. Yo imagino que la primera reacción de Moisés fue mirar para atrás a ver ‘¿Será que le está hablando a otro?’.

Pero se acordó que él estaba solo en el desierto y que lo único que había ahí eran ovejas y Dios no llama ovejas. Aunque nos llama ‘ovejas’ en la Palabra, sí. Pero el llamado era para él y además había mencionado su nombre: lo había llamado por su nombre. Le había dicho “Moisés, Moisés”. Algunos de nosotros actuamos así mismo también. Sabemos que ya Dios nos ha escogido para una tarea de servicio pero estamos buscando en el horizonte a ver quien lo va a hacer.

‘Dios ha puesto esta llama en mi de trabajar con los niños, de discipular en niños, de visitar los enfermos en hospitales, de visitar a los presos en la cárcel’. Cualquier cosa que sea que su corazón está como vibrando que usted desea para el Señor. Pero entonces no nos mirando a nosotros mismos como que nosotros somos la respuesta de Dios sino que estamos buscando a ver quien lo va a hacer. Así que hacemos el papel de Dios, estamos llamando a otros a hacer lo que ya sabemos que Dios nos ha llamado a nosotros a hacer.

Y vemos que lo primero que salió de la boca de Moisés –en ese momento después del llamado- no fue ‘Heme aquí, envíame’. Por lo contrario en el verso 11 dice: ‘Entonces Moisés respondió a Dios: “¿Quién soy yo para que vaya a Faraón y saque de Egipto a los hijos de Israel?”. Así que todo lo contrario, you know, ¿qué es esto? ¿Cómo voy yo a hacer esto que Tú dices? Evidentemente, Moisés no escuchó dijo.

Si volvemos al verso 8, vemos que ahí Dios claramente que fue Él, o sea Dios no Moisés, el que descendió para librar a su pueblo de manos de los egipcios. Sin embargo, Moisés en su humanidad ante la asignación que Dios le da, se paraliza y se enfoca no en Dios sino en él mismo. No se enfoca en el poder de Dios sino que se enfoca en él mismo y en las limitaciones propias que él también sabía que tenía.

Nosotros somos expertos, nosotros podemos darle a otro una lista con lujo de detalles de nuestras carencias, de nuestros problemas y de aquello que yo no tengo. En eso se enfocó Moisés en ese momento. Cuando nosotros nos confrontamos con un llamado de Dios inmediatamente se nos pasa una película del pasado que nos grita, a veces ‘no estás cualificado, tú no sirves para eso. Cuidado vas a fracasar, fracasaste antes y ya tú sabes a la tercera va la vencida. Así que mejor quédate donde estás porque te estás arriesgando’.

‘No eres digno de ser usado por Dios porque ya tú le fallaste antes. Tú hiciste aquello, tú has estado tantos años haciendo lo otro. Tú no has estudiado. Tú tienes record criminal’. O sea una lista larga de cosas que enseguida se nos pasa en la mente diciendo ‘eso debe ser para otro. Para mi no es’. Y creo que eso mismo le pasó a Moisés. Primero él se miró por fuera y ¿qué vio? ¿Qué vio Moisés cuando se miró por fuera? Imagínense ustedes a él después de 40 años en el desierto. Vio su piel tostada, maltratada por el embate diario del sol del desierto.

Cuarenta años de sol es mucha cosa, ¿verdad?, vio los surcos de su piel –porque recuerden que ya no era una persona joven, ya era una persona de 80 años- y unas manos toscas por el duro trabajo en el desierto. Y miró sus pies y los vio cubierto de las materias orgánicas del desierto –eso por ponerlo fino, ¿verdad?- y miró su ropa y ¿qué vio? Una tela quizás raída, descolorida por el sol. En otras palabras, no era una apariencia tan agradable. Es mucho tiempo haciendo lo mismo en un ambiente inhóspito.

Luego, él se miró –se miró primero por fuera- por dentro y ensartó muchos pensamientos. Tuvo un tremendo monologo interior. Él puede haberse dicho algo así como “en un tiempo remoto –hace mucho tiempo- yo fui alguien, ahora solo soy un pastor de ovejas. Es muy tarde para dejar esto y hacer algo nuevo. ¿Cómo yo voy a saber que hacer si yo me presento ahí si hace años que yo no voy a una Corte egipcia y menos hablar con un Faraón? Además una vez en mi vida yo pensé que podía hacer algo por liberar a mi pueblo y me fue muy mal.

Decidí matar al egipcio y en vez de ganarme el respeto, el agradecimiento de los hebreos, lo que hicieron fue que me despreciaron. Despreciaron el acto de valentía que yo tuve. Y no solamente eso, sino que, Faraón dio orden de muerte contra mí. Si fracasé en ese momento en hacer esto que es liberar al pueblo, precisamente, voy a fracasar nuevamente. Y además yo ya he vivido en este desierto muchos años. Ya yo lo conozco, yo se donde está cada zarza, cada piedra, todo. Donde está un poquito de hierba, ya yo me conozco este ambiente también.

Así que yo no me voy a poner en esta etapa de mi vida a hacer algo para mi.” Eso es yo imaginándome ahí a Moisés cavilando después de ese llamado. Del verso 10 en adelante sigue una muy interesante conversación entre Dios y Moisés. Esta conversación nos demuestra que nuestra propia humanidad es el mayor obstáculo para que se cumpla el llamado de Dios sobre nuestras vidas. A veces no necesitamos ayuda, en este caso, nosotros mismos somos más que suficientes, más que capaces de cancelar el llamado de Dios al principio del llamado.

Leamos en las palabras de afirmación de Dios después de que Moisés se declara rotundamente descalificado cuando él le dice “¿Yo? Yo no soy. ¿Cómo voy a ser yo el que vaya a Egipto?”. En el verso 12, miren que palabras tan hermosas, dice –Dios le dice a Moisés-: ‘Ven porque yo estaré contigo’ y lo repito ‘Ven porque yo estaré contigo’. En otras palabras Dios le estaba diciendo a Moisés “deja de poner tus ojos sobre ti mismo. Tú eres mi instrumento, pon tus ojos sobre mi. Ve tranquilo porque en esta empresa yo voy contigo. Yo soy el responsable. Tú no estas solo”.

Estas palabras del Señor ‘Ven porque yo estaré contigo’ son como agua refrescante para cualquier hijo o hija de Dios que quiera hacer su voluntad. Porque no tenemos por que preocuparnos, porque cuando venga esa ansiedad de “¿Cómo voy a hacer esto?” Sabemos que Él ha dicho ya ‘Ven porque yo estaré contigo’. Yo recuerdo algo tonto que yo pensé cuando una vez que ya estábamos, que yo vi que el retiro de mujeres iba a ser un evento anual, ya habían pasado como dos.

Yo recuerdo que yo estaba un día así como medio temblando como diciendo “esto hay que hacerlo todos los años. Pero yo no soy lo suficientemente creativa como para tener una idea diferente cada año para este retiro”. Es irrisible, como ¿en qué Dios yo había creído? Si Él me había llamado a hacer algo, yo no tengo que preocuparme porque sale de mí, tengo que ocuparme en desarrollar esa relación con Él de manera que yo pueda recibir su guianza y su sabiduría para hacer lo que Él me ha llamado.

Así que son cosas que a veces pensamos de una manera tan ridícula y tan pequeña. Y eso nos pasa a todos, especialmente al comienzo del caminar y en etapas cuando ya vemos que Dios nos está expandiendo, nos está sacando de una zona cómoda a una zona –digamos- de riesgo. Es ahí que temblamos. Pero Dios tiene la respuesta para todo y Él nos va a capacitar. Cuando vienen esos temores, cuando vienen los desánimos y las dificultades que ciertamente van a venir cuando nosotros respondemos al llamado de Dios.

Mire, puede ser que estemos aún en el centro de la voluntad, exacta del Señor y aún ahí vamos a tener desánimos, dificultades y temores. Sí o sí, ¿verdad que sí qué es así? Todos lo hemos experimentado. Pero esta verdad de que Él está conmigo nos sirve a la vez como un ancla y como una brújula para nosotros seguir en ese camino que Él ha determinado que nosotros sigamos y reconforta nuestra alma. Porque sabemos que, ‘mira, yo no tengo que preocuparme que eso sale de mi’. Yo tengo que ser diligente y tengo que seguir aprendiendo.

Pero no tengo que preocuparme que el poder para hacer lo que Dios me ha mandado hacer venga de mí porque viene de Dios. Dios es la única y verdadera fuente de la efectividad del Hijo de Dios. No hay nada más. Fuera de Él no podemos hacer nada. Es muy posible que en nuestras propias fuerzas hagamos cosas que pueden resultar bien y hasta son buenas pero no va a ser lo mejor de Dios. Sino que yo creo que cada uno de nosotros quiere lo mejor de Dios.

Es fácil que nosotros nos metamos cuando estamos así en la obra del Señor, que nos metamos tanto en lo que hacemos por Dios que se nos olvide que lo más importante es lo que somos en Él. Hay una gran diferencia. Uno puede ser, estar afanoso haciendo, dedicarle 24 horas del día al ministerio, al servicio del Señor. Pero eso no es necesariamente lo que Él quiere. Lo que Él quiere es nuestra obediencia. Tenemos que ser obedientes. Mientras más yo estoy en los caminos del Señor, más cuenta y más real se me hace ese principio.

De que lo más importante para Dios no es lo que nosotros hagamos sino es el corazón obediente con que lo hagamos. Igualmente que cuando usted tiene una necesidad y necesita algo en el momento, ¿qué es lo que le agrada? Que sea cumplido en el momento no después cuando la persona determina que es el tiempo. Tiene que ser en el momento que usted necesita. Asimismo tenemos que hacer, la obediencia es lo más importante. Obediencia, obediencia, obediencia.

Eso es algo que me repito yo continuamente. Porque Él no puede respaldar aquello que Él no ha mandado y si estamos fuera de tiempo tampoco puede ser. Muchas personas han iniciado esfuerzos buenos otra vez, pero lo han hecho fuera del tiempo de Dios. Y hay mucha gente que ha discernido correctamente el área en que Dios quiere que ellos sirvan pero se han adelantado al tiempo de Dios y por lo tanto han fracasado. Algo parecido le pasó a Moisés. Yo creo que es muy posible –y yo creo que la Palabra lo confirma- que desde joven en el hubiera el deseo de librar a su pueblo, ¿verdad? Porque él se crió como príncipe en Egipto pero tuvo un tiempo que tomó de la leche de una mamá que creía en Jehová y de seguro no desaprovechó ningún momento para hablarle a él de quien él era, que él era parte del pueblo de Dios. Que él tenía una misión en su vida por eso había sido rescatado de las aguas, que tuviera cuidado en ese ambiente donde él iba a entrar.

Y claro un niño pequeñito quizás no entienda la complejidad de lo que su padre quiere enseñarle pero yo creo que ella le habló al espíritu. Esa madre le habló al espíritu de Moisés para que eso se quedara ahí. Y yo creo que esa es una gran lección para los padres de que nosotros no debemos desaprovechar ningún momento. Cada momento que nosotros tenemos bajo nuestra tutela a nuestros hijos, aprovechar para impartirles esa presencia de Dios, esa búsqueda de Dios, esa identidad de quien él o ella es en Dios.

El tiempo se va volando y a veces uno piensa “bueno todavía me queda tiempo para enseñarles estas lecciones a mis hijos”, pero el tiempo se va tan rápido. Su hijo puede ser que esté bajo su tutela 17, 18, 19, 20, 25 años, quizás no más, así que tenemos que aprovechar esos tiempos desde la niñez. Desde que un niño es pequeñito ir impartiéndole eso. Aunque nosotros creamos que su mente no entiende yo creo que su espíritu puede estar receptivo. Porque es un acto de fe.

Así que eso era un aparte para animarlos a –precisamente eso- aprovechar cada día para grabar en nuestros hijos eso. Ella le habló acerca del pacto, seguro que le habló acerca del pacto de Dios con su pueblo, con Abraham, con Isaac, con Jacob y le habló acerca de su identidad como parte de ese pueblo. Así que yo creo que eso estaba ahí. Adentro en el espíritu de Moisés y llegó un día en que él quiso hacer algo por eso. Pero ¿qué pasó? Lo hizo fuera de tiempo. Lo hizo en la carne.

Fue, vio que había un egipcio que estaba maltratando a un hebreo y en su propia causa, en la carne decidió matarlo y pensó que eso le iba a traer quizás el agrado del pueblo hebreo. Pero fue lo contrario, vemos que no resultó. Pero que bueno que Dios, es el Dios de las múltiples oportunidades. Él no desechó a Moisés en ese momento por su desobediencia y su altanería. Tampoco te desecha a ti ni me desecha a mí. No importa que experiencias o que pecados o fracasos haya habido en nuestras vidas.

Hay un llamado, definitivamente hay un llamado de Dios sobre la vida de cada uno de ustedes. Y Él tiene todos los recursos para restaurarnos para su Gloria. Una de las cosas que hacemos continuamente es auto condenarnos, descalificarnos de la obra de Dios por vergüenza y por sentirnos indignos. Pero el Salmo 40, versículo 2 le dice a cada uno de nosotros: “Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso, puso mis pies sobre peña y enderezó mis pasos”.

Así que ahí vemos que no nos quedamos en el lodo cenagoso. Y yo creo que cada uno de nosotros tiene una experiencia del lodo cenagoso. Tenemos un pasaje en algún área porque antes no teníamos la luz de Cristo y ahora si la tenemos. Cada uno de ustedes tiene no solamente talentos naturales, tiene una vocación, un temperamento, una personalidad única, unos dones que Dios ha depositado en cada uno de ustedes, sino que tienen esta experiencia del lodo cenagoso en su vida.

Y Dios sabe quien necesita escuchar de ti. Él sabe que en el mundo hay una necesidad y Él sabe como unir al instrumento de Dios con la necesidad. Así que aún eso que quizás te avergüenza, aún eso que tú quisieras olvidar cuando lo sometemos al Señor con alegría pidiéndole a Él que Él haga la obra aún eso puede servir para bien y puede ser usado para su Gloria. Dios no desecha nada, Él no desperdicia nada.

Ya vimos en Éxodo 3:12 que Dios le prometió a Moisés que Él estaría con él. Pero Moisés aún no se convence de que ese llamado es para él y expresa su resistencia y sus excusas cuatro veces más. Es un hombre persistente. Moisés no es el único que le ha pasado eso, ¿verdad? Tú y yo somos tan vulnerables como lo fue él. Yo se que, por experiencia propia, es común que detrás de un llamado se asomen inseguridades y temores y los asuntos emocionales no resueltos.

Y nosotros tenemos dos opciones para hacer con esto cuando vemos aquello que está dentro de nosotros que se opone al llamado de Dios. Tenemos dos opciones. Cuando Dios nos llama podemos quedarnos enanos y cómodos ahí donde estamos. Esa es una de las opciones. La otra opción es: podemos aceptar el reto de crecer. Así que ¿qué uno quiere? Nadie quiere truncar su crecimiento en ningún área. Así que esas son las dos opciones. O nos quedamos en lo cómodo y de ahí no pasamos, enanos sin crecer; o aceptamos el reto a crecer.

Y si ya estamos sirviendo y vienen dificultades en el ministerio –que van a venir- también tenemos dos opciones: podemos quedarnos enanos [otra vez] y salir huyendo, dejar aquello: ‘esto es muy difícil, esto no es para mí’; o podemos someternos al proceso de crecimiento de Dios en nuestras áreas de necesidad. Porque es precisamente cuando Dios nos llame y trabajamos con otra gente, eso no es fácil. Trabajar con gente es difícil, ¿sí o no? ¿Verdad que sí? Es difícil, trae sus complicaciones.

Pero no es imposible y es ahí donde uno tiene que decir: “Okay. Se me está subiendo el fuego, la candela está más caliente, ¿qué hago? ¿Me voy, dejo todo esto? Esto es muy difícil, Dios no me llamó a esto o me quedo y veo que Dios quiere hacer con mi vida y hago cambios para que el llamado de Dios se cumpla. Las inseguridades y temores de Moisés le salieron a flor de piel igual que nos salen a nosotros. Y se registran para nuestro beneficio en los capítulos 3 y 4 de Éxodo.

Es una conversación que yo encuentro fascinante. En el capítulo 3 versículo 13 dice: ‘Dijo Moisés a Dios [hipotéticamente él le habla a Dios]: “He aquí que yo llego a los hijos de Israel y les digo: el Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren ¿cuál es su nombre? ¿Qué les responderé?”. Esta pregunta proyecta unos sentimientos con los cuales todos podemos identificarnos y es la emoción o el sentimiento del orgullo.

Porque puede ser que usted aparentemente sea una persona humilde, sencilla, pero todos tenemos orgullo, ¿verdad? En algún lado se nos sale. A lo mejor en muchas situaciones no se nos sale, pero hay algunas en que se sale por más humilde que seamos. Porque eso le pasó a Moisés. Por orgullo muchas veces nosotros queremos tener todos los detalles en orden, conocer todas las respuestas, queremos evitar cometer cualquier error, no quedar en vergüenza delante de los demás. Y con tal de nosotros protegernos del rechazo.

Todos nosotros detestamos que nos rechacen, es una cosa que al ser humano se le hace difícil. A nadie le gusta el rechazo y unos somos más sensibles que otros en cuanto a eso, pero por orgullo no queremos ser rechazados. Nos intimidamos por lo que los otros piensan. Mucha gente ha dejado de hacer cosas que Dios le ha mandado porque está intimidado, porque se congela por lo que los demás puedan creer; o piensa que si queda mal ¿qué va a pasar? A veces le damos más peso a la opinión de los demás sobre nosotros que a obedecer a Dios.

Eso nos pasa con mucha frecuencia. ¿Por qué? Porque tenemos orgullo en nuestro corazón. Y miren la respuesta de Moisés. Él dice: “Yo soy el que soy”. Y dijo: “Así dirás a los hijos de Israel: ‘Yo soy me envió a vosotros’. Ahí Dios identifica con su nombre divino. En ese nombre está incluida la existencia absoluta y eterna de Dios, sus atributos y su carácter; en ese “Yo soy”. Y le repite a Moisés que Él es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.

Además en ese mismo pasaje –un poquito después- le da consolación para que él le lleve a los hijos de Israel un mensaje de consolación y de liberación. Y además, como si eso fuera poco, como Moisés tiene este temor de que él vaya a llegar allí y le van a cerrar la puerta en la cara, también le asegura que los ancianos de Israel lo van a recibir, lo van a escuchar y van a saber que fue Dios el que le envió. Así que le da esas palabras de ánimo: ‘No te preocupes Moisés. Yo te digo ya que ellos te van a escuchar’.

‘Y además voy a hacer grandes maravillas ante Faraón y no solamente eso sino que el pueblo de Israel al salir de Egipto va a despojar de una manera muy fácil a Egipto de manera que va a llevar riquezas con ellos’. Así que Dios le dice muchas cosas que deben haber ya tranquilizado la incomodidad o intranquilidad que tiene Moisés ante el llamado. En Éxodo 4:1 Moisés sigue su campaña de resistencia al llamado.

Entonces Moisés respondió diciendo: “He aquí que ellos no me creerán ni oirán mi voz porque dirán ‘No se te ha aparecido Jehová’. Pobre, sigue diciendo lo mismo: no me van a creer. Dios le dice ‘te van a creer, te van a recibir, te van a escuchar’ y dice ‘No, no. Yo me voy a aparecer allí y me van a decir ‘no se te ha aparecido Jehová’. Y que interesante la respuesta que Dios le da al insistente Moisés. En ese caso Dios le dice:’ ¿Qué es lo que tienes en tu mano?’ Y Moisés le respondió ‘una vara’.

Y en ese momento Dios procedió a convertir la vara en una culebra y nuevamente la convirtió en una vara y además le dio dos señales más para que supiera el pueblo de Israel y Faraón que él había sido enviado por Dios. Para este punto de la conversación ya Moisés sabe que ya la causa está perdida. Tiene las de perder. Sabe que tiene que batear un home-round con Dios en términos de una excusa formidable que lo saque a Él de la carrera y le haga entender finalmente a Dios que él no es el hombre correcto, que Dios se equivocó de dirección.

Y llegó allí al desierto de Maridan cuando en realidad no era allí donde Él tenía que llegar. Él tenía que llegar a otro lugar a buscar a otra persona. Y miren lo que le dice, lo que se le ocurre a Moisés. En el capítulo 4 versículo 10: ‘Entonces dijo Moisés a Jehová: “¡Ay, Señor! Nunca he sido hombre de fácil palabra. Ni antes ni desde que Tú hablas a tu siervo, porque yo soy tardo en el habla y torpe de lengua”. Yo creo que muchos de nosotros nos podemos identificar con eso, ¿verdad?

Cuando tenemos una oportunidad donde se nos mande: ‘Mira tú puedes orar por tal cosa en público, tú puedes traer una meditación de 5 minutos, tú puedes hacer esto, lo otro’. ‘Tú puedes dirigir este grupo, tú puedes abrir tu casa para una célula’. Enseguida lo que nos viene ¡ay! Pero yo no soy muy bueno en esa área. Pero es interesante que Moisés es una de sus áreas, también, de aparente debilidad. Para ahora ya Moisés ha presenciado pruebas contundentes del poder de Dios y le dice a Dios –ha visto tantas maravillas.

Ya vio la vara convertirse en culebra, la culebra otra vez convertirse en vara y otras cosas más. Ha visto la zarza que ardía y no se consumía. Ha estado hablando con el Dios del Universo pero eso no lo ha inspirado lo suficiente y miren la escusa que le da: ‘Yo no tengo las destrezas de oratoria que Tú necesitas, Dios’. ‘Eso no es lo mío’. ‘Yo creo que ya tú sabes, ya hemos hablado suficiente, ya Tú debes entender que yo no soy el que Tú estás buscando’.

Y Dios le da una respuesta que va directo al blanco de la necedad de Moisés, le dice en el versículo 11: ‘¿Quién dio la boca al hombre o quien hizo al mundo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová? Ahora, pues, ve y yo estaré con tu boca y te enseñaré lo que hayas de hablar’. En otras palabras: “Moisés, muy buena la excusa pero ve, you’ re going to Egypt. Tú vas para allá. Tú vas para Egipto. Tú eres el que yo tengo señalado para eso.

El Dios del Universo tiene los recursos para capacitarnos en nuestra área de carencia o de debilidad, eso es lo que tenemos que creer. Y miren esta frase: Dios no llama al capacitado sino que capacita al llamado. Otra vez: Dios no llama al capacitado sino que capacita al llamado. Esa es para usted y para mí. Él no extiende un llamado para empujarnos al fracaso. Dios no es loco. Él no nos va a hacer eso. No nos va a decir: “Tú puedes, ve, tírate al agua” y después nos va a dejar hundir y ahogar. Él no va a hacer eso porque Él es un Dios de amor.

Nuestra parte es creer y movernos en fe. Y pensamos pues que ahí se quedaría todo. Pero Moisés insistió en seguir con la mirada puesta en sí mismo, en sus limitaciones en vez de transferirla al Todopoderoso. Y vemos el versículo 13 que Moisés le dice: “¡Ay, Señor! [Otra vez: ¡ay, Señor!] Envía te ruego por medio del que debes enviar”. Otra vez, no soy yo, te equivocaste. Busca al otro, al que Tú tienes que enviar.

Y finalmente esto enojó a Dios. Pero aún así, Dios no descartó a Moisés, demostrándole sus atributos eternos de paciencia y de misericordia. Dios recogió otra vez porque sabía que él era su respuesta a la necesidad de su pueblo. A pesar de este comienzo tan frágil de Moisés, él fue creciendo en la fe. En su fe. Y de hecho yo les animo –es muy poquito obviamente lo que podemos compartir de la vida de Moisés en este tiempo- a que la lea completo desde el comienzo hasta el final. Es una historia maravillosa donde hay tantas lecciones para nuestra vida personal, para nuestra vida ministerial, el liderazgo.

Para muchas áreas de nuestra vida. Así que yo les animo a seguir leyendo y entendiendo más el proceso de Dios, el llamado de Dios sobre la vida de Moisés y como Dios lo usó. Así que a pesar de este comienzo tan frágil, tan humilde de Moisés ahí en el desierto, él fue creciendo en fe. Y ¿cómo pasó esto? Él fue caminando lado a lado con Dios, desechando su mentalidad humana, su mentalidad puramente natural.

Se fue desechando y fue adquiriendo una mentalidad sobrenatural acerca del poder de Dios, acerca de lo que es el llamado, acerca de lo que es crecer en el Señor. Él decidió abrazar el llamado de Dios para su vida con todos los privilegios y gozos al igual que con sus responsabilidades y dificultades y por eso vemos en el capítulo 11 de hebreos que es el capítulo de los héroes de la fe. Está incluido Moisés. Si vamos ahí, capítulo 11 de hebreos en los versículos 24 en adelante dice: ‘Por la fe, Moisés, hecho ya grande rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios que gozar de los deleites temporales del pecado.

Teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo, que los tesoros de los Egipcios porque tenía puesta la mirada en el galardón. Y de ahí en adelante otra parte del pasaje va diciendo otras cosas acerca de lo que Moisés pudo lograr precisamente porque había puesto a caminar su fe en Dios. Y quiero concluir con un versículo muy interesante que se encuentra [si los músicos pueden pasar, por favor] en Éxodos 4:20 y que toma lugar cuando Moisés ya se ha convencido de que es Dios el que lo ha llamado y va de camino a Egipto.

Entonces dice así el versículo, Éxodo 4:20: “Entonces, Moisés, tomó su mujer y sus hijos y los puso sobre un asno y volvió a tierra de Egipto”. Y miren esta parte del versículo: “Tomó también, Moisés, la vara de Dios en su mano”. Y la vara, hasta ese momento había sido el símbolo de su vida y de su ocupación por 40 años. Era una posesión, un tesoro de Moisés. Pero ahora en este momento, cuando ya llegamos a ese versículo, ya ha habido una transformación espiritual en Moisés. Ya él está pensando diferente.

Ahora le ha cedido la vara a Dios y ya no es más la vara de Moisés. Hasta antes, por 40 años fue la vara de Moisés, esa es mi vara. Es símbolo de mi vida. Ahora ya no es la vara de Moisés sino la vara de Dios. Y yo creo que nosotros también tenemos, cada uno de nosotros podríamos extendiendo el simbolismo ese, tiene una vara. Y ¿qué simboliza tu vara? Tu vara puede ser tu ocupación, tus talentos, tus recursos financieros, tus posesiones, tu trabajo, tu familia. O sea todo aquello que te representa a ti. Eso es lo que es tu vara.

Y yo creo que el Señor nos invita hoy a hacer lo mismo que hizo Moisés: a seguir su ejemplo, a entregarle nuestra vara personal con todo lo que eso pueda implicar. Y ¿sabes por qué? Porque Él sabe que tú eres su respuesta a una necesidad. Eso es con lo que quiero que te vayas en este día. Dios sabe, Él necesita la entrega de tu corazón, de tu vara porque Él sabe que tú eres la respuesta a una necesidad. Ya Él las unió ambas.

Y yo quiero que también que tú sepas que no subestimes, no desprecies aún aquello que parece un llamado pequeño. En el Reino de Dios no hay tal cosa como llamados pequeños y llamados grandes. Si Dios te ha llamado a ti a visitar enfermos en un hospital calladamente, aún sin que lo sepan los líderes de la iglesia, pues eso es a lo que Dios te ha llamado. Si Dios te ha llamado a tomar el teléfono y animar a aquellos que necesitan ánimo, ese es tu llamado, abrázalo. Si Dios te ha llamado a predicar, empieza a prepararte para predicar.

Si Dios te ha llamado a abrir tu hogar para que otros sean sanados por tu consejo, también hazlo. O sea, no menosprecies, ni subestimes. Y la otra cosa es que los llamados comienzan pequeños –no podemos obviamente cubrir la vida de Moisés en este momento, pero él fue dando esos pasos pequeños de fe. El primer paso fue mirar a la zarza y buscar; después de ahí escuchar a Dios e interaccionar con Él; después ir donde su suegro Jetro y decirle ‘Yo me voy de aquí. Regreso, voy a visitar a mi familia en Egipto’. Y llevó a su familia con él.

En el camino Dios siguió la transformación en el corazón de Moisés. Eso es lo Él hace, lo que Dios espera de nosotros es que nuestro corazón sea sensible a Él; que deseemos hacer su voluntad; que miremos la necesidad a nuestro alrededor y digamos “esa necesidad es para que yo la llene porque Dios me ha enviado a hacerlo”. Así que no menosprecies lo que parece chiquito. Muchos grandes héroes de la fe modernos empezaron limpiando baños.

Pero lo hicieron porque sabían que a eso los había llamado Dios en ese momento: a limpiar los baños que relucieran lo más posible, el baño más limpio de la Tierra. Y de ahí Dios fue, los saca y los va llamando. Dios va cambiando nuestro llamado según nuestra vida va progresando en Él. Así que abraza tu llamado. Pregúntale a Dios, ten esa conversación con Dios: ¿Qué es lo que Tú quieres que yo haga, Señor?

Pero recordando siempre que lo más importante es lo que somos y no lo que hacemos. Pero así a la misma vez Dios se glorifica y se agrada de nuestra ofrenda de servicio a Él. Así que en esta mañana vamos a cerrar haciendo la oración de entrega de vara. Imagínese que usted tiene su vara que representa quien es usted. Pues vamos a ponernos de pie. Los buenos cristianos se ponen de pie para hacer declaraciones. Imagínese que usted tiene su vara en su mano y vamos a entregársela al Señor. Vamos a pedirle al Señor que Él la use para su honra y su gloria.

Señor, en este momento y esta mañana, en este día, Señor, nosotros presentamos delante de ti nuestra vara, Señor que representa lo que somos, lo que hacemos, nuestra ocupación, nuestros recursos y aún nuestras carencias, nuestras limitaciones y nuestras debilidades, Señor. Y a veces un pasado que ha sido difícil, Señor. Señor, no importa en que situación estamos ahora, Señor. Sea en una situación liviana y de tranquilidad y de felicidad o sea en un desierto en nuestras vidas, Señor.

Te presentamos esa vara que representa lo que ya te hemos dicho. Señor, ya queremos renunciar a que la vara es nuestra. No es mi vara, Señor, ya no es mía. Ya no tiene mi nombre, ya tiene tu nombre. Yo te pido, Señor, que Tú santifiques mi vara, que la uses para tu obra y tu gloria, Señor. Señor lleva mi vara a lugares que yo jamás pensé. Señor úsame para tu gloria. Señor, yo delante de ti, Señor, con un corazón abierto y dispuesto a que Tú obres en mi, llévame a los lugares que Tú quieres, Señor.

Señor permíteme ver la necesidad a mi alrededor y enséñame a guiar mis pasos hacia donde Tú quieres que yo la lleve, Señor, que lleve mis pasos y mi caminar. Hazme un obrero útil, Señor. Un obrero que traiga Gloria a tu nombre, primero, Señor y que traiga una sonrisa a tus labios, Señor. Padre, que mis servicios sean servicios de alegría y de entrega total. Te amamos, Señor. En este día te entrego quien yo soy deseando que Tú me uses.

Señor no para que mi nombre sea engrandecido sino para que el tuyo sea engrandecido, Señor, en este tiempo. Padre en este tiempo en que esperamos una cosecha grande por el avivamiento que viene pronto, Señor, yo te pido, Señor que en esta iglesia no haya dos o tres personas haciendo tu obra y recargándose. Sino que en este lugar se levanten cientos y aun miles de personas dispuestos a hacer tu obra cuya vara tiene tu nombre, Señor.

Que eso sea, Señor, la verdad en nuestra iglesia. La realidad, Señor, de esta comunidad: ser usada grandemente por ti. No mirando a que el otro haga, el que está al lado mío sino a lo que yo haga y a lo que Tú me has llamado y siendo fieles en lo que Tú nos pongas a cada uno, Señor. Trabajando como un equipo, Señor. Un equipo de trabajo bien concertado, Señor, en unidad perfecta delante de ti, Señor. Gracias Padre.

Señor, levanta este pueblo, Señor para tu obra y tu gloria, Señor y úsanos, Señor, efectivamente, el ciento por ciento, Señor. En este tiempo y hasta que Tú vengas, Señor. Gracias Padre. En el nombre de Jesús, Amén.

Fuente:
Mercedes López-Miranda

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