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Hay que pelear para poseer la tierra

Muchas veces, nosotros los cristianos creemos que simplemente porque Dios nos ha dicho que nos va a dar esto o lo otro, nos podemos sentar a esperar hasta que lo prometido llegue pasivamente a nosotros. Yo creo que hay que hacer esfuerzos; tenemos que hacer nuestra parte también.

En el versículo 17 de Números 13 dice con respecto a los hebreos en el desierto: ‘Los envió pues Moisés a reconocer la tierra de Canaán, diciéndoles: ‘Subid de aquí al Neguev y subid al monte. Y observad la tierra cómo es, y el pueblo que la habita, si es fuerte o débil, si poco o numeroso. Cómo es la tierra habitada, si es buena o mala y como son las ciudades habitadas, si son campamentos o plazas fortificadas y como es el terreno: si es fértil o estéril, si en él hay árboles o no’”.

En otras palabras Dios les está diciendo a los israelitas: “Vayan y exploren esa tierra que yo les he dicho que es de ustedes. Miren a ver cómo es. Examinen las tribus que están allá y vengan con un reporte de qué armas tienen, si son fuertes, si son altos, si son numerosos, si tienen ejércitos grandes. Examinen las condiciones de la tierra: si hay buenos árboles, si hay buenas posibilidades de cultivo”. Es decir, debía hacerse un reconocimiento total de la tierra.

Y entonces Moisés les dice: “Regresen con ese reporte a nosotros”.

Yo veo aquí algo bien importante. Una se preguntaría ¿para qué era necesario eso? Si ya Dios había dicho que iban a entrar a la tierra y ya tenían la tierra declarada por Dios como propiedad de ellos. ¿Por qué tenían que hacer este reconocimiento tan detallado, tan preciso, de la tierra?

En primer lugar, yo creo que Dios quiere que nosotros seamos gente de orden, gente que se tome tiempo para analizar sus promesas, para analizar lo que Dios ha declarado sobre nuestras vidas. Yo creo que la fe no niega la inteligencia. No hay conflicto entre la fe y él uno hacer exploraciones sanas de las promesas de Dios, conocer lo que Dios ha dicho, estudiar la Biblia. Es muy provechoso analizar nuestro entorno de vez en cuando, examinarnos a nosotros mismos a la luz de la Palabra de Dios, determinar cuáles son nuestros defectos y nuestras virtudes. Debemos usar la mente para entender mejor las cosas del Espíritu.

Las promesas de Dios no anulan la responsabilidad del creyente. Antes que Jesús le diera de comer a toda una multitud, envió a sus discípulos a indagar entre la gente y ver qué tenían para comer. Sólo cuando le trajeron cinco panes y dos peces, se dio el milagro de la multiplicación.

Dios quería que estos hombres entraran a la tierra y que la poseyeran. Dios les había dicho: “Esa tierra es de ustedes”. Estaba comprometido con ellos. Pero cuando ellos entraran iba a haber allí tribus enemigas que los estarían esperando. Iba a haber guerras; habría luchas, y Dios quería que ellos estuvieran preparados.

Antes que se realicen las promesas de Dios, tendremos que vencer la oposición. Nuestros esfuerzos de fe, fundamentados en las promesas de Dios, honran al Señor, pues muestran confianza en Él y en sus promesas. Dios se agrada cuando nos ve esforzándonos y desarrollando el carácter de un guerrero espiritual, alguien que maneja diestramente los conceptos y las promesas de la palabra de Dios.

Dios nos respeta demasiado para hacerlo todo por nosotros. Nos creó con libre albedrío. Infundió en nosotros su excelente espíritu. Nos ha dejado grandiosas promesas para que por medio de ellas alcancemos grandes victorias. No desperdiciemos la oportunidad de crecer y madurar espiritualmente siendo diligentes en poner por obra los hermosos retos que nos ofrece su Palabra.

Fuente:
predicas.org

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