¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí? ¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma, con tristezas en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí? Salmos 13:1
Muy a menudo el salmista David nuestra oraciones similares a esta, exclamar por la intervención de Dios en sus batallas; un lamento de angustia que parece no tiene fin, por eso dice «¿Hasta cuándo?»… Así también muchos creyentes nos lamentamos por las circunstancias pasajeras, la duda se apodera de manera magistral y la paz es un campo de guerra, e insinuamos que el mal momento es algo eterno, pero ante la racha negativa que nos visita, la pregunta que deberíamos hacernos sería: ¿Estamos confiando?
Esta combinación, de sufrimiento, angustia y duda causa conflictos en el alma, sentimos el desamparo total. Lo difícil en estos casos es que el creyente empiece a buscar ayuda en otro lado. A pesar de la debilidad de nuestra carne debemos buscar solo ayuda de la mano de Dios. Debemos pedir al Señor que alumbre nuestros ojos espirituales para ver que Él está obrando silenciosamente, trabajando sobre la victoria a nuestras necesidades.
Mas yo en tu misericordia he confiado; mi corazón se alegrará en tu salvación. Vers. 5 La fe del salmista pasa por la prueba, pero al final sigue confiando y está seguro que Dios le contestará. Nuestra fe debe tener cimientos fuertes para no desmayar, por lo que se apoya en el amor y la misericordia de Dios. Pidamos al Espíritu Santo que nuestra confianza nos lleve a alabarle aun en medio de las dificultades. Como hijos de Dios debemos entender que la verdadera alegría es tener la Salvación y la seguridad de su obra en nuestra vida. Dios rico en amor y gracia te bendiga en este día, Amén.
