Está escrito en un poema: “Por el poder de la Palabra: ‘¡Hágase tu voluntad!’ Ante Él los poderes del infierno están de rodillas.” De esto se trata la voluntad de Dios.
Si nos aferramos de todo corazón a estas palabras “¡Hágase tu voluntad!” entonces nos volvemos invencibles en todo tipo de tentaciones, pruebas y adversidades. Es difícil encontrar palabras más fuertes y liberadoras que estas: “¡Hágase tu voluntad!” A través de estas palabras triunfamos sobre todos los poderes malvados y encontramos en todo tiempo reposo y consuelo.
En esta voluntad el Padre y el Hijo fueron perfeccionados como uno, y solo en esta voluntad podemos llegar a ser perfeccionados como uno. No hay otro camino a la unidad.
Dios no estaba complacido con los sacrificios de animales, sino que en un cuerpo que hiciera su voluntad. “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad.” Hebreos 10:7-9. A través de esta voluntad somos santificados de una vez por todas, es decir, apartados y separados en nuestro espíritu de todo lo que no está en armonía con esta voluntad. En esta voluntad Jesús intercede por nosotros. (Romanos 8:27)
Mi propia voluntad – La voluntad de Dios
Todo lo que es malo está ligado a la propia voluntad del hombre, y todos los espíritus malvados e impuros se unen a esta en terquedad y transgresión, dureza y soberbia, orgullo, odio, envidia, adulterio, injusticia y mentira, vanidad, grandeza, honor y avaricia, etc.
Sin embargo, todas las cosas buenas que se pueden mencionar están unidas a la voluntad de Dios, que es buena y agradable. (Romanos 12:2) Si amamos esta voluntad, también seremos llenos de su conocimiento. (Colosenses 1:9) Si nos aferramos a ella, también nos aferramos a todas las promesas de las Escrituras. En esta voluntad, somos unidos en una misma mente y Espíritu.
Nadie puede ser un discípulo de Jesús sin odiar su propia voluntad y llevarla a la muerte de Cristo. Al seguir a Cristo, como sus discípulos, pasamos a ser una nueva creación con un nuevo Espíritu y una nueva voluntad. (2 Corintios 5:17, Gálatas 6:15) En este Espíritu y voluntad también seremos unidos a Cristo y los santos cuando suene la trompeta.