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¡Mira hacia adelante!

La paternidad es una adivinanza que Dios nos ha dado, para que aprendamos muchas cosas en el proceso de resolverla. Por medio de ese ejercicio aprendemos humildad, misericordia, generosidad, abnegación, y una dependencia desesperada en la gracia y provisión divinas. Es, también, como uno de esos espejos de los parques de diversión, que están diseñados para presentar desfigurado al que se para delante de ellos. Por más que tú te mires, te esfuerces por enderezarte, siempre vas a salir torcido.

El problema está en que hay demasiados elementos que tomar en cuenta en una paternidad perfecta, como lo hay en una santidad perfecta o cualquier otro esfuerzo por perfección. Son decenas de miles de sazones que tienen que entrar para hacer posible esa perfección. Y en este mundo no es posible alcanzarla. Inevitablemente, todos vamos a pecar y vamos a ofender, y vamos a deformar, y miraremos hacia nuestro pasado y veremos cosas que no estuvieron bien.

Ayudará mucho encomendarnos a la gracia y la misericordia del Señor, seguir mirando firmemente a la Palabra de Dios, y darnos terapia y consuelo a nosotros mismos. Tenemos que seguir adelante en el nombre del Señor, tratando de ser lo mejor que podamos. Nuestros hijos nos necesitan saludables y confiados, positivos y optimistas, descansando en la gracia y provisión de nuestro Padre celestial. Mientras reconocemos nuestra imperfección, tenemos que seguir mirando siempre fijamente al modelo de Jesús, el Pastor de pastores que nos enseña cómo ser padres y madres ideales.

Y entonces, quedando libres para reconocer eso—que ya de por sí estamos condenados a un fracaso relativo, que no podemos ser padres perfectos—quedamos libres para seguir creciendo hacia la perfección, la cual nunca alcanzaremos. Yo creo que cuando uno abandona el ideal de ser perfecto eso lo habilita para llevar a cabo un mejor desempeño de la tarea de ser un buen padre.

Tenemos que relajarnos y saber que tenemos ya de parte del Padre su aprobación. Aunque no saquemos un 100, el Padre allá arriba nos da un 100, porque “como el padre se compadece de los hijos se compadece Jehová de los que le temen”. El Señor se asegura de una manera u otra que a lo largo del camino sus nutrientes bendigan a nuestros hijos y ellos lleguen a donde tienen que llegar. Y entonces, Dios tendrá que llevarse el crédito siempre, y tendremos que darle una y otra vez la gloria y la honra exclusivamente a Él.

Fuente:
predicas.org

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