La casa de Dios se construye y se sostiene a través del mismo pueblo del Señor (2 Crónicas 31:2-7). La Biblia nos dice que el rey Ezequías reorganiza ahora el servicio de los sacerdotes y levitas, y de la hacienda real contribuye con mucho ganado para los holocaustos. Dio el rey orden para que se recogiesen ofrendas, diezmos y primicias para el sostenimiento de la casa de Dios.
Durante cuatro meses (del mes tercero al séptimo, según versículo 7) fueron recogidas éstas ofrendas y diezmos, por lo cual hubo abundancia en la casa del Señor.
Podemos recordar también aquí que la casa del Señor construida en el desierto se hizo a través de las ofrendas del pueblo de Dios, según Éxodo 25:1-9, Dios ordenó a Moisés:
“Di a los hijos de Israel que tomen para mí ofrenda; de todo aquel que la diere de su voluntad, de corazón, tomaréis mi ofrenda. Tomaréis de ellos: oro, plata, cobre, azul, púrpura, carmesí, lino fino… Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos”.
Entonces el templo se construye y se sostiene a través del mismo pueblo de Dios.
Dios bendice a quien se ocupa de su casa (2 Crónicas 31:20-21).
“De esta manera hizo Ezequías en todo Judá; y ejecutó lo bueno, recto, y verdadero, delante de Jehová su Dios. En todo cuanto emprendió en el servicio de la casa de su Dios, de acuerdo con la ley, buscó a su Dios, lo hizo de toco corazón, y fue prosperado”.
Éstos versículos nos dejan ver la manera en que el rey Ezequías se condujo durante su reinado, y en todo lo que emprendió en el servicio de la casa de Dios lo hizo de todo corazón, y como resultado contó con el respaldo sobrenatural del Señor.
La Biblia nos dice que Dios lo prosperó, la palabra “prosperado” se traduce del término hebreo “tsaleaj” que además significa: triunfar, éxito, empujar hacia adelante. Ezequías prosperó al ocuparse de la casa de Dios, y de manera milagrosa todo lo que hacía era “impulsado o empujado por la mano del Señor”.
Dios desea que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. Así como debemos ocuparnos de la casa física de Dios (auditorio al que asistimos) debemos ocuparnos mucho más de neutra vida, pues somos casa del Espíritu Santo.
Para Dios es de valor su casa. Si deseamos que nuestra casa esté bien, debemos desear que la casa de Dios esté muy bien. Es necesario que nuestro corazón, como el de David, procure el bienestar de la casa del Señor. Sin duda, cosecharemos bendiciones al ocuparnos de las cosas de Dios.