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Habitando confiados bajo la sombra del Altísimo

La fe no sirve solamente para resolver crisis. ¡La fe no es solamente para salir de apuros y corregir deficiencias! La fe sirve, sobre todo, para vivir la vida proactivamente, para sostener una jornada espiritual constructiva y poderosa. Sirve para impedir y prevenir las crisis, para mantener al enemigo en jaque mate, a raya, sujeto a los buenos propósitos de Dios. La fe permite que nuestra vida prospere y sea bendecida.

Hay creyentes que viven en un estado de perpetua guerra espiritual. Siempre están en guerra con el diablo. Si bien es cierto que debemos ser sobrios y velar, como nos aconseja la Escritura, también es cierto que es posible exagerar lo agónico de esa lucha contra el mal, y pelear batallas innecesarias, que Dios jamás nos llamó a lidiar.

Espero que entiendas, amado hermano o hermana, la diferencia entre vivir siempre a la defensiva, rogándole a Dios continuamente que te saque de los apuros en que el diablo o tus propios errores y debilidad te han metido—y una vida estable y confiada, protegida por muros sólidos de sabiduría y discernimiento espiritual, nutrida e iluminada por la palabra de Dios, procediendo segura hacia niveles cada vez más altos de madurez y gozo en el Señor.

Me recuerda las palabras del salmista en el Salmo 125: “Los que confían en Jehová son como el monte de Sión, que no se mueve, sino que permanece para siempre”. O, las hermosas palabras de la bendición de Moisés a la tribu de Benjamín en Deuteronomio 33:12: “El amado de Jehová habitará confiado cerca de él; lo cubrirá siempre, y entre sus hombros morará”. La postura normal del creyente saludable y maduro es una de paz y seguridad, de confianza en la protección y cobertura del Dios Todopoderoso.

Ahora, cuando el Enemigo se levanta en nuestra contra y quiere arrebatarnos lo que Dios nos ha concedido, el hijo o la hija de Dios deben saber cómo defenderse efectivamente, y cómo preservar su herencia. Debemos ser como el rey David, que cuando era pastor de ovejas, siempre sabía cómo defenderlas del león o del oso. En su primera conversación con Saúl le informa al rey: “Tu siervo era pastor de ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba”. Cuando el diablo se levanta contra nosotros, queriendo dañar los que Dios nos ha entregado, ¡debemos estar preparados para arrebatárselo, y acometer efectivamente contra él!

Es decir, la vida cristiana no ha de ser vivida a la defensiva, continuamente resolviendo una crisis tras otra. El creyente ha sido llamado para habitar confiado en la bendición y la prosperidad de Dios. Cristo ha dicho, “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Él no dijo, “Yo he venido para que sobrevivan”, sino, “para que tengan vida en abundancia”. Y la fe es el canal, el instrumento, el conducto por medio del cual Dios puede realizar y ejecutar los buenos propósitos que tiene para nuestras vidas.

Fuente:
Apóstol Roberto Miranda

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