La verdad importa, especialmente para los creyentes, quienes seguimos a «la Verdad, el Camino y la Vida», es decir, a Jesús (Jn 14:6).
Sin embargo, aunque las redes sociales hoy forman parte de nuestra vida diaria, son un lugar confuso y lleno de información falsa. Gran parte del contenido que encontramos en ellas tiene que ver con el entretenimiento, pero también son usadas por «expertos» para divulgar su contenido informativo. Lamentablemente, muchos de ellos buscan maneras de generar más vistas y comentarios, lo que los incita a publicar contenido no verídico sino llamativo.
Así, estamos siendo atraídos por contenido falso o poco fidedigno, para seguir consejos de personas que muestran seguridad en lo que dicen, dando casi siempre una solución sencilla y milagrosa a un problema complejo. «¿Te sientes agotado? ¡Lo que te falta es hacer ayuno intermitente!».
Pero los consejos simplistas suelen ser peligrosos, dañando incluso la salud física y emocional de quienes los creen. Proverbios dice: «Aférrate a la instrucción, no la sueltes; / Guárdala, porque ella es tu vida» (4:13). En muchos casos, es literalmente así. Dejar los consejos médicos para seguir los consejos alternativos de un «gurú de salud» en Instagram ha acabado con la vida de varios.
Como cristianos, tenemos que estar revisando que lo que creemos sea efectivamente la verdad. No solo en términos espirituales, sino también en temas cotidianos. Necesitamos sabiduría, instrucción, justicia, juicio y equidad para vivir una vida piadosa y acorde a la voluntad de Dios (cp. Pr 1:1-7).
Estos son algunos consejos para que puedas navegar sin naufragar en este mar de información.
1. Evalúa todo y retén lo bueno
Los creyentes somos llamados a examinarlo todo y retener lo bueno (cp. 1 Ts 5:21; Fil 4:8). Para poder examinar algo, necesitamos observar primero, es decir, considerarlo.
En primer lugar, estudiamos las Escrituras. Tratamos de entender qué dicen. Pero luego debemos evaluar, a la luz de ella, cualquier tipo de información que provenga de afuera, sabiendo que ninguna otra fuente de información es infalible. Los creyentes deberíamos ser los primeros en tener cautela con lo publicado en las redes sociales. Esto no quiere decir que debamos rechazar automáticamente cualquier cosa que no provenga de la Biblia, solo significa que no debemos creer cualquier cosa sin evaluarla antes.
Por ejemplo, cuando alguien habla de alimentación en las redes sociales, muchos simplemente lo creemos sin chistar. Pero si creemos todo lo que vemos, sin analizarlo y examinar si lo que dice es verdad, incluso podemos creer en información que es contradictoria entre sí.
Sin duda, el equilibrio es difícil. A veces los cristianos desechamos todo sin pensar qué estamos descartando y sin sopesar argumentos razonables. Pero también existen cristianos que se despreocupan por todo y piensan que no es necesario cuidar lo que entra en su mente. Ninguno de los extremos es correcto. La Palabra nos enseña que debemos guardar nuestro corazón y todo lo que entre en él (Pr 4:23).
Así que, observemos, cuestionemos y decidamos.
2. Revisa que sepan del tema
El segundo consejo que quiero compartirte es que desconfíes de quienes tienen experiencia en un tema distinto al que están exponiendo.
Cuando navegamos por las redes sociales, nos encontramos a cada segundo con una persona diciendo algo, enviando un mensaje. Pero ¿nos hemos preguntado quién es esta persona?, ¿qué autoridad tiene para hablar del tema y si lo que dice podría ser fraudulento? «El camino de los impíos es como las tinieblas, / No saben en qué tropiezan», nos dice Salomón (Pr 4:19), recordándonos que muchas veces las mismas personas no saben que se están equivocando.
Considera también cómo han cambiado los tiempos: Hace más de dos mil años, cuando las personas comenzaron a sistematizar el conocimiento, debido a que existía muy poco conocimiento establecido como tal, los intelectuales eran los expertos en todo. Eran, generalmente, gente muy culta, que leía, que había tenido buena educación y que gustaba de aprender. Sin embargo, la realidad de hoy, dos milenios después, es muy diferente.
A pesar de que aún hoy el científico posee un aura de experto, ningún científico (o experto en un tema) tiene autoridad para hablar de todos los temas. Pueden tener opiniones, como todos nosotros, pero es imposible que lleguen a tener autoridad sobre distintas disciplinas. En la actualidad, la mayoría de los científicos o expertos se pasan la vida completa tratando de solucionar un solo problema o abordando una área específica y limitada del saber.
Muchas veces la gente cree en mentiras solo porque un experto en otro tema lo dice. Esto ocurre cuando se cae en la falacia de la autoridad, donde se cree un argumento no por su peso lógico, sino por quién lo dijo. Un científico probablemente tendrá el mismo conocimiento general que cualquier persona excepto en su área de experticia.
Recuerda: «El simple todo lo cree, / Pero el prudente mira bien sus pasos» (Pr 14:15). Por eso, cuando busques cuentas informativas en las redes sociales, busca cuentas hechas por expertos en el tema que enseñan. Busca sus acreditaciones profesionales y, aún así, no confíes plenamente en toda la información que te entreguen.
3. Cuídate de las respuestas simplistas
Un tercer consejo (aunque la lista podría continuar) es que desconfíes de quienes tengan respuestas simples para todo.
Normalmente, la respuesta a una pregunta difícil es compleja. Se necesitan saber los detalles, el contexto, las variables a considerar. Pero existen muchos influencers hoy en día, incluso en la iglesia, con demasiada confianza en sí mismos (¡alerta ahí!), quienes son capaces de responder fácilmente todas las preguntas que les hacen. Eso es sospechoso.
Los expertos reales rara vez tienen respuestas sencillas, y muchas veces ni siquiera tienen respuestas. De manera particular, la ciencia se caracteriza por ir cambiando con el paso del tiempo: lo que se sabía de cierta manera hace unos años, hoy podría ser totalmente diferente debido a los nuevos estudios. Eso está bien, así debe funcionar la investigación. Pero, por la misma razón, hay que dudar de quienes dan respuestas automáticas y seguras ante cualquier tema. Salomón dijo que en la sabiduría no hay nada torcido ni perverso (Pr 8:8), es decir, si queremos ser sabios, todo lo que decimos debe ser recto, honesto y ajustado a la realidad, y toda torcedura de la verdad debe ser desechada.
Por último, quiero señalar que los falsos expertos tratan de salvarnos de alguna manera. Todos parecen proclamar una cura milagrosa para algo: la salud física o mental, la prosperidad, la última respuesta para tal pregunta. Pero, hasta que Cristo regrese, no tendremos respuestas sencillas que solucionen los problemas de este mundo.
En este mundo y, mientras esperamos la consumación del plan de Dios (cp. Ro 8:20-21), todos los problemas reciben respuestas ambiguas, complicadas o imperfectas. Pero existe un problema para el cual sí hay un Experto que ofrece una respuesta sencilla y definitiva (porque Él pagó el costo): el problema mortal del pecado que se resuelve creyendo en Cristo como Señor y Salvador (cp. Jn 6:28-29).