“Yo estaba llena de tumores en los dos hemisferios de mi cerebro, en todo mi cuello y el tórax, en total 18. Y mi pulmón tenía otro tumor, que fue el que provocó la metástasis. Cuando llegué al hospital de Neoplásicas tenía cáncer de cuarto grado, no era ni siquiera para que hoy yo esté aquí, porque por la gravedad en la que me encontraba, solo hubiera vivido dos meses, pero mi buen Dios me prevaleció la vida y me concedió un gran milagro.
Viajé de Ecuador a Lima porque mi hijo estaba por graduarse, esos días yo me sentía muy cansada, pensé que esto me sucedía por las actividades realizadas, y de repente tenía una pierna que no podía moverla, estaba como dormida.
Comencé a descoordinar m cuerpo y se lo comenté a mi esposo, porque esto fue tan rápido, de un día para otro. Yo siempre fui una mujer muy sana, es más yo me realizaba chequeos completos todos los años y siempre el doctor me decía: “No necesita usted tomar ni calcio porque sus huesos están muy bien”.
Yo nunca pensé que me iba a enfermar, pero esto tiene que suceder porque somos de carne y hueso. De un momento a otro cuando comencé a cojear, mi esposo pensó que eran las hormonas por mi edad y fuimos a un ginecólogo, quien nos dijo que yo no tenía nada, pero sí recomendó llevarme a un neurólogo.
Ya en el neurólogo me sacaron una tomografía y esta reveló que yo estaba llena de tumores en los dos hemisferios de mi cerebro, en todo mi cuello y el tórax, el total 18. Y mi pulmón tenía otro tumor, que fue el que provocó la metástasis. Cuando llegué al hospital de Neoplásicas tenía cáncer de cuarto grado, no era ni siquiera para que hoy yo esté aquí, porque por la gravedad en la que me encontraba, solo hubiera vivido dos meses, pero mi buen Dios me prevaleció la vida y me concedió un gran milagro.
Cuando me iban a operar, venía la enfermera y me decía: “¿Tú sabes en qué grado de cáncer estás? Eso ya es lo último”. Por otro lado, el médico cuando veía mis placas y mis resonancias, me decía que todo mi cuerpo estaba lleno de tumores y lo que me iban a hacer en ese momento, eran 10 sesiones de radioterapia antes de la operación para que reduzcan los tumores que tenía.
Le habían dicho a mi esposo que vaya a comprar una silla de ruedas porque yo no iba a caminar, pues lo que tenía en el cerebro, iba a atacar a todo mi cuerpo. Me iba a quedar sin caminar, sin moverme, sin nada, iba a estar coja. Cuando escuchaba todo esto, yo decía: “De quién están hablando porque yo no siento nada de lo que dicen los médicos, yo camino, realizo mis quehaceres en casa con normalidad”.
A la primera pastilla que me dieron ya podía caminar, el médico que me atendía le preguntaba a mi esposo, si era yo la paciente porque estaba bien y se asombraba que yo caminara. Mi esposo no quería que yo me deprima por esta enfermedad y le decía a los médicos que no me dijeran lo que tenía, pero siempre una escucha.
El doctor me miraba y preguntaba si yo tenía dolores de cabeza o náuseas o mareos, yo le respondía que estaba bien y no sentía nada de eso, que podía realizar mis cosas con normalidad. Teniendo el cáncer en último grado y yo no sentía nada.
Esto sucedía porque era un trato de Dios con mi familia, ellos se unieron en oración por mi, muchas veces nos tiene que pasar algo duro para que nuestra familia venga a los pies de Cristo. Hoy en día, una sobrina junto a su esposo, que me vinieron a visitar al hospital entregaron su vida a Jesús, se bautizaron y ahora son miembros fieles de la iglesia.
A través de esta enfermedad pude sentir que todo obraba para bien para aquellos que aman a Dios, pues mi familia venía a entregarse y a conocer de Jesús, sentía el amor de los hermanos, de los pastores que oraban por mi, que se preocupaban por mi, porque todos somos una familia.
En neoplásicas sufrían mucho, la gente moría constantemente, recuerdo que cierta vez entró una mujer, que era voluntaria, ingresó a mi habitación donde habían 8 internados, y dijo que en ese cuarto se sentía algo diferente, que se sentía vida y yo le respondí: es que aquí está el Padre, El Hijo y El Espíritu Santo.
Me operaron, me colocaron 2 tubos atrás por la espalda para que drene todo de la operación, cuando tenían que sacarlos el doctor me dijo que sería un dolor intenso, pero yo no sentía nada. El médico me revisó y me dijo: “Señora usted sí que tiene a Dios, cómo quisiera que todos los pacientes fueran así, usted ni siquiera está enferma”
Pero esto sucedió porque yo tenía toda mi confianza en Dios, yo sabía que Él no me iba a abandonar, yo sabía que Él estaba conmigo y era mi fortaleza, sabía que era una prueba que con Él la iba a pasar. Le doy muchas gracias a Dios porque Él fue y es bueno conmigo porque su misericordia es grande y me ha ayudado siempre.
Me han sacado en 3 oportunidades dos resonancias, me sacan sangre, exámenes de hemoglobina, triglicéridos, hígado y todo está bien. Los tumores han desaparecido, mi cerebro, mi cuello, mis pulmones están limpios, ese fue un gran milagro de Dios para mi vida. Eso es todo lo que Dios hace, Él es milagroso, es Salvador, es Torre fuerte. El está con los que le buscan, es hermoso tenerlo de nuestro lado. Estoy muy agradecida con Dios por haberse acercado a mi vida.