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Vivimos en un mundo donde la incertidumbre y la confusión espiritual han tomado protagonismo. Al igual que en los días de Pablo, muchos hoy intentan alarmar a la iglesia con predicciones sobre el fin de los tiempos, creando ansiedad y distracción en lugar de edificación. Sin embargo, la Palabra nos exhorta: «No os dejéis mover fácilmente» (2 Tesalonicenses 2:2).
La venida del Señor es una promesa segura, pero Pablo nos advierte que antes debe venir la apostasía, es decir, un abandono masivo de la fe verdadera. No se trata solo de que el mundo se aparte de Dios, sino de que dentro del mismo pueblo cristiano haya quienes cambien la verdad por mentiras, diluyan la sana doctrina o busquen su propio beneficio en lugar de la gloria de Dios.
¿Qué debemos hacer?
No temer, sino discernir. No todo lo que suena «espiritual» viene de Dios. Es vital conocer la Escritura y dejarnos guiar por el Espíritu Santo para distinguir la verdad del error.
No dejarnos arrastrar por emociones. Muchas personas se inquietan por noticias, profecías o supuestos mensajes divinos, pero la paz de Dios es la señal de Su dirección.
Mantenernos firmes en Cristo. En tiempos de confusión, la clave es permanecer en una relación íntima con el Señor, sin movernos de la verdad del Evangelio.
Pablo nos llama a no dejarnos engañar. El enemigo intentará sembrar confusión, pero si estamos enraizados en la Palabra y en comunión con Dios, nada podrá sacudir nuestra fe. Cristo vendrá en Su tiempo perfecto, y nuestra mayor responsabilidad no es adivinar el momento, sino estar preparados.
Que nada ni nadie robe nuestra paz. Sigamos firmes, confiando en Aquel que es el mismo ayer, hoy y por los siglos.