En nuestra iglesia, en un momento dado fuimos dirigidos por Dios a levantar un grupo de intercesión. Un día en particular la dirección que recibimos fue de orar por los hijos precisamente de los intercesores. Debíamos orar en particular por aquellos hijos que no sirvieran al Señor. Pedimos que nos enviaran los nombres, y quedamos sorprendidos de la gran cantidad de intercesores y líderes de la iglesia cuyos hijos no sirven al Señor. Así que lo que comenzó esa mañana como una inquietud, en la tarde se convirtió en una carga en nuestro corazón. Nuestros hijos son importantes; y cuando servimos al Señor, queremos que toda nuestra familia también lo haga.
“15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. 16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” Marcos 16:15-16
Si anunciáramos mañana que vamos a hacer un viaje misionero para África, para predicar el Evangelio, muchos se motivarían a ir, moverían cielo y tierra para lograrlo, y gloria a Dios por eso. Nuestra iglesia auspicia comedores de niños en Centroamérica, por ejemplo; no queremos quitarle el valor a esa parte del Evangelio porque es importante y sumamente emocionante. Pero, a veces, cuando decimos a esas mismas personas que prediquen el Evangelio a su hermano con quien han tenido enemistad, por ejemplo, no es el mismo ánimo. Porque de repente nos llenan los versos de ir por el mundo a predicar el Evangelio, pero los versos como Lucas 4:18, que nos dice que prediquemos el Evangelio al oprimido, que pongamos en libertad al oprimido, que hablemos a los cautivos; eso no nos llena de la misma manera. Pero tú tienes que entender que, cercano a ti, inmediato a ti; tu familia, tus hijos, tus hermanos, tus primos; hoy, si no conocen al Señor, si no creen, si no son bautizados, dice la Biblia que no serán salvos.
Lamentablemente, la iglesia, la congregación, los feligreses, no llevan la salvación de su familia como parte de su misión. Y es que a veces nos pasa que tenemos familiares, por ejemplo, que no es que sean malas personas, pero no le sirven al Señor. Pero tú tienes que tener la intención de predicar el Evangelio a tu familia, de ganarte a tus hermanos, a tus tíos, a tus primos, de llevarlos a los pies del Señor, porque a eso tú has sido llamado.
Hay varias cosas que debes tener como fundamentos.
“9 Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.” Mateo 6:9
Con todos los títulos que tiene Dios, con todo el poder que Él tiene, Él nos pidió que le llamáramos Padre. Esto nos enseña que Dios es un Dios de familia. Dios ama a tu familia y, si tú le sirves al Señor, tú debes tener ese mismo amor por tu familia.
“31 Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.” Hechos 16:31
Lo primero que dice ese verso es: Cree. Es importante que tú creas por tu familia. Es importante que tú ejercites tu fe por tu familia. Es importante. Tú no debes perder la fe, y mucho menos dejar de ejercitarla a favor de los tuyos. Puedes madrugar y orar por los niños en África, por los que tienen hambre y por los perdidos, pero tú tienes también que levantarte a orar por tus hijos, por nombre y apellido. Tienes que tener fe y usarla para creer por la salvación de toda tu familia. La salvación es individual. No es porque tú le sirves que ellos le van a servir, es que al tú servirle al Señor, tienes la fe suficiente para creerle que tu familia será salva. En otras palabras, según como tú tomaste tu decisión personal de servirle a Dios, tú tienes que tener la fe y creer que así mismo tu familia va a tomar la misma decisión personal de creerle al Señor. No puedes desmayar, tienes que creer.