Todas las categorías de la fe son producto de tu capacidad de escuchar a Dios. La fe salvadora, la general, la que es fruto, y la fe que es don de Dios. Las cuatro se condicionan a aprender a escuchar a Dios. Romanos dice que la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Dios. Las cuatro categorías de fe necesitan una constante conexión de tu oído con Dios. El profeta vio una nubecita como la palma de la mano, pero dijo: Grande lluvia se oye. Él no dice que grande lluvia viene ni que grande lluvia se ve – porque lo que estaba viendo era una nubecita; Pero él dice: Grande lluvia se oye. Así que él actuó, no por lo que vio, sino por lo que había oído. Él oyó a Dios, y oró; Oye que empieza a llover, y lo que ve es una nubecita, pero él escuchó que estaba lloviendo, así que llovería allí también. Entonces, toda fe se activa por escuchar la Palabra, por escuchar a Dios, al Espíritu de Dios. Por eso es que tienes que estar en constante comunión con Dios.
La fe siempre va acompañada de otros ingredientes importantes; Por ejemplo, esperanza y amor, como dice 1 Corintios 13. Santiago nos habla acerca del gozo. 2 Tesalonisenses nos habla de las buenas obras. En Santiago y en Hebreos, se nos habla de la combinación de la paciencia con la fe. La fe no surge por sí sola; Siempre hay otros elementos que la acompañan, que la activan, que la complementan.
No podemos confundir fe con presunción o necedad. El problema de muchos es que tienen presunción en vez de fe, o son necios. Toman la necedad o la terquedad como fe. ¿Cuál es la clave para saber si es presunción o es fe? Cuando Dios no te ha dado autoridad en un área en particular, no es fe, sino presunción. Para que pueda ser fe, en el mundo espiritual, Dios tiene que darte autoridad de eso en particular. Hay quienes tienen emisoras de radio porque tienen presunción, no porque Dios les haya dado autoridad para tenerlas; Simplemente se ensancharon en que ellos querían. Hay quienes levantan un ministerio, y Dios no les ha dado autoridad para tenerlo. Hay quienes hacen cosas sin tener la autoridad divina que reclaman tener porque Dios no se las ha dado. Confunden la fe con la presunción, y lo logran porque todo aquel que trabaja lo puede lograr, pero delante de Dios no es fe, sino presunción, porque no tenían autoridad de parte de Dios para hacerlo. Si operas en presunción, no es fe; Podrás tener unos resultados, pero si no tienes autoridad, realmente no llegas más allá de eso. Y necedad no es otra cosa que ignorancia; Es la persona que quiere hacer las cosas sin importar la voluntad de Dios o simplemente por capricho. Juan el bautista empezó bien el ministerio; Empezó en el desierto, milagros le seguían, la gente le seguía, empezó a bautizar, a predicar arrepentimiento y que pronto vendría el Mesías, el Hijo de Dios. Mientras estuvo haciendo eso, tuvo éxito. Llegó Jesús, se bautizó, y él dijo: Este es el que yo había dicho. Y dijo: Es necesario que yo mengue para que él crezca. Esto fue muy inteligente, sabio, en el orden correcto. Pero se volvió necio; Terminó en la cárcel, y mandó a preguntar si es él el enviado. El mismo que lo bautizó y dijo que él era, ahora lo cuestionaba. Jesús no fue a verlo a la cárcel; Jesús dijo: Díganle a Juan que los ciegos ven, los sordos oyen y el Evangelio es anunciado. No lo sacó de la cárcel. Pero, ¿qué lo metió en la cárcel? La necedad de seguir haciendo algo que no fue llamado a hacer. Y terminaron cortándole la cabeza. ¿Por qué? Porque fue a un lugar que Dios no lo mandó. Nadie le dijo que fuera donde aquella mujer a condenarla. Por necio, llegó allá, y terminaron cortándole la cabeza. Un gran hombre, pero de tener fe, pasó a tener necedad, y eventualmente ese fue el resultado que tuvo en su vida.
El don de fe te permite estar seguro, en medio de grandes dificultades o controversias; Este es el ejemplo que vimos de los jóvenes hebreos y de Daniel. El don de fe te ayuda en medio de toda confusión y duda, a creer por que las promesas de Dios se hacen realidad. En Números 13, tenemos 12 espías; 10 llegan con un mal reporte, pero 2 llegan con un elemento de fe, diciendo: Nos los vamos a comer como pan. El don de fe les llevó a hacer aquella declaración, y más adelante ellos fueron los únicos que entraron.
El don de fe te permite no intimidarte por las malas noticias, y declarar lo contrario a lo que el mundo está diciendo. Jesús detiene la muerte de Lázaro cuando le llega la mala noticia. El don de fe le hizo declarar que aquella enfermedad no era para muerte, condicionando ahora la situación a lo declarado, actuando no en base a lo que estaba ocurriendo, sino a lo que declaró; Se quedó 4 días más en el lugar donde estaba porque ató en el mundo espiritual aquella situación. El don de fe te ayuda a seguir el llamado de Dios. En Génesis 12, se nos dice cómo Abraham sale de casa de su padre y de su parentela porque oyó la voz de Dios que le dijo: Sígueme. En el capítulo 14, hablando de Abraham, en el verso 10, dice que él iba persiguiendo a Aquel que era el Arquitecto de la ciudad que le habían prometido. Por fe, sale sin nada en la mano, sin saber a dónde, y cree que Dios le va a dirigir.
El don de fe te ayuda a completar una tarea divina en particular. En Josué 10, en un momento de fe, Josué dice: Sol, detente, y luna, no salgas. Ocurrió el milagro en ese momento, pero fue el don de fe el que activó aquello para que Josué pudiera completar la terea que había comenzado. El don de fe te permite, además, imitar a Jesús. Pedro no tenía que caminar sobre las aguas, pero al ver a Jesús hacerlo, se levantó el espíritu de fe en él y quiso hacerlo. Lo intentó y lo logró, aunque después se hundió. Esa fe es la que tú necesitas para imitar al Señor.
El don de fe es necesario para impartir bendición a las próximas generaciones. En Hebreos 11, es curioso que lo único que se nos dice de Isaac es que bendijo a Jacob y a Esaú por fe, respecto a las cosas venideras. El acto de fe más grande de Isaac fue –no profetizar – hablar por fe lo que iba a pasar. En el próximo verso, dice que Jacob por fe bendijo a los hijos de José. En Génesis 28, cuando fue a ungir a Efraín y a Manasés, cambió las manos. Aquello fue un acto de fe. Se fue en contra de la tradición y declaró una palabra que, en el mundo espiritual, amarrara a esa generación. No es meramente declarar cosas bonitas, sino en un momento de fe, en un instante en particular, que Dios te dé esa palabra y tú declares algo sobre esa persona, especialmente por tus hijos, por tus generaciones, con la cual Dios amarrará su futuro, y Su promesa se va a cumplir sobre sus vidas.