La fe no es simplemente una idea o un concepto religioso. Es una llama que arde en lo profundo del alma, encendida por el soplo del Espíritu. Es la evidencia de lo que no se ve, el puente entre la promesa y su cumplimiento.
Cuando fijamos nuestra mirada en Cristo —el autor y consumador de nuestra fe— nos damos cuenta de que la serenidad no depende de las circunstancias externas, sino de la certeza de que Dios tiene el control. La fe nos permite ver más allá del caos, sostenernos en medio de la tormenta y caminar por caminos que aún no se han abierto.
Lucas 1:37 declara: «Porque nada hay imposible para Dios.» Estas palabras no son sólo una afirmación; son una invitación a vivir confiados, a rendir nuestras cargas y a permitir que el fuego de la fe consuma nuestras dudas.
La fe no niega la realidad, pero la somete a la verdad eterna del poder de Dios. Es una llama viva que trasciende lo imposible y nos recuerda que donde los hombres ven un muro, Dios abre un camino.
Exhortación
Hermano, hermana, no dejes que la duda apague esa llama. Aunque el camino parezca cerrado, aunque los recursos sean escasos, aunque el diagnóstico sea desfavorable… ¡cree! La fe no depende de lo que ves, sino de en quién has creído. Levanta tu mirada al cielo, y permite que la llama del Espíritu arda con más fuerza en ti. Hoy es el día para volver a confiar, volver a soñar y volver a avanzar… porque el Dios de lo imposible está contigo.
