En el Capítulo 4 del Evangelio según San Marcos se nos relata una historia de Jesús y de sus discípulos sobre una barca en medio de una tormenta. Recordemos la escena:
«Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza (Marcos 4:37-38-39).
Luego se vuelve a sus discípulos y les pregunta, «¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?» (Marcos 4:40).
Estas palabras pueden sonar un tanto duras, es normal tener miedo a las tormentas, pero si Jesús no fue más dulce fue por una importante razón y casi que puedo imaginar los ojos del Señor viendo a los ojos de cada uno de ellos y hablándoles con la mirada algo parecido a esto: «¡después de todo este tiempo conmigo y todavía no saben quién soy…tres años caminaron junto a mí y aún no me conocen profundamente!»
De hecho, los discípulos se asombraron por el increíble prodigio que Jesús había realizado, como si nunca le hubieran visto hacer un milagro: «entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿»Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?» (Marcos 4:41).
¿Te lo imaginas?.. los propios apóstoles de Jesús no lo conocían!. Él los había llamado personalmente para que lo sigan, habían ministrado a multitudes de personas junto a Él, lo vieron resucitando muertos, curando a los leprosos, dando vista a los ciegos, oídos a los sordos, libertad a los cautivos y alimentando a millares con solo cinco panes y dos peces. Pero aún desconocían a su Maestro.
Trágicamente pasa lo mismo hoy, millones de cristianos se han subido en la barca con Jesús, han ministrado junto a él y han llegado a las multitudes en su nombre, pero realmente no saben quién es su Maestro, nunca pasaron tiempo de intimidad con él, nunca han estado en su presencia, jamás le abrieron sus corazones, ni han escuchado su voz para saber lo que él quiere decirles.
Amigo/a, si deseas que tu fe aumente debes hacer lo que Jesús le pidió a los apóstoles, ¿recuerdas lo que les contestó el Señor? ,»Cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú» (Lucas17:8). Jesús en esencia les estaba diciendo: «¡Ven a mi presencia, quiero que me sirvas con alegría, siéntate y cena conmigo, quiero que te alimentes de mi palabra, que abras tu corazón y me conozcas, quiero que me escuches y que aprendas de mí!».