Se cuenta la historia de un hombre que fue a la guerra y en medio de una fuerte batalla, de repente, el ejército comenzó a perder de manera desastrosa. Llegó un punto en que el capitán a cargo de uno de los bandos decide que tienen que irse de retirada y le dice a sus soldados que se retiren y vuelvan al campamento. Al llegar al campamento, un soldado nota la ausencia de su amigo y comienza a gritar su nombre; nadie sabía su paradero. Este soldado pidió permiso a su capitán para ir a buscar a su amigo en el campo de batalla, a lo que el capitán le pidió que no fuera, que era muy riesgoso, que probablemente, ya su amigo estaría muerto, por lo que no había razón para arriesgar su vida. Aun así, este joven decide ir a buscar a su amigo, en contra de la voluntad del capitán, y lo encuentra a millas de distancia. Lo trae de regreso y el capitán lo ve llegar con su amigo en sus brazos, pero estaba muerto. Le llama la atención, diciendo: te dije que no valdría el esfuerzo; ahora tú estás más herido, más lastimado y no podrás salir a la batalla; te dije que era una pérdida de tiempo. Pero el soldado le dijo: capitán, sí valió todo el esfuerzo; cuando llegué donde mi amigo, todavía estaba vivo; me miró a los ojos y me dijo: yo sabía que tú me ibas a venir a buscar.
No veamos esta historia únicamente desde el punto de vista de una amistad sincera, sino también de la confianza que se provoca por tener una amistad como esa; la confianza de que, en medio de las crisis, tu amigo va a aparecer.
Fe es confiar cuando no hace sentido.
Fe es caminar sin ver, aunque por fe, puedes ver. Fe es obedecer sin entender. Fe es persistir sin sentirlo. Fe es dar más allá de tus fuerzas. Fe es aprender a confiar cuando no hace sentido.
Cuando das con esa fe agresiva que es parte de tu agradecimiento a Dios, tu dádiva es provocada por esa gratitud a Dios y se vuelve hasta ofensiva para algunos. La mujer que derramó el pote de alabastro a los pies del Maestro, ofendió a Judas con lo que entregó; pero aquella mujer estaba dando aquel pote de alabastro por una sola razón: Lázaro, su hermano, había sido resucitado. Cuando ella vio la escena de Jesús al lado de su hermano que acababa de ser resucitado, provocó en ella tal agradecimiento, que dio más allá de sus fuerzas, al punto tal que ofendió a aquellos que estaban a su alrededor.
La verdadera fe sabe dar más allá de sus fuerzas. Cuando te agotas en tu mente, cuando ya no quieres dar, continúas siendo generoso, dadivoso, y eso provoca que se abra una dimensión en tu vida mucho más grande para experimentar cosas que, de otra manera, no podrías vivir.
No se puede confiar si primero no hay fe, pero se puede tener fe sin tener confianza. Es por esa razón que se requiere que tu fe pase por un proceso para llegar al punto de confiar. La fe inicia tu confianza, pero tu confianza tiene que ser desarrollada.
Hay un momento crucial en la vida de Job.
“15 He aquí, aunque él me matare, en él esperaré; no obstante, defenderé delante de él mis caminos,” Job 13:15
La versión original dice: aunque Él me matare, en Él confiaré. Job le dice esto a un amigo que está criticándolo por su fe, que está criticándolo por la confianza que Job muestra. Job le dice claramente: aunque Él me mate, yo voy a confiar en Él; voy a esperar en Dios, aunque no haga sentido lo que estoy viviendo.
Tú no puedes enseñarle a nadie a tener fe; no puedes enseñarle a creer a nadie, pero puedes enseñar a un creyente. Nadie puede decir que aprendió de otro a tener fe. La fe es un regalo de Dios, la inicia Él en tu corazón; es un aspecto divino. Todos tenemos un grado de fe que Dios nos entrega en momentos particulares. Lo importante es que, después que tienes fe, cuando te levantas como creyente, es bien importante tu educación como creyente. A esos jóvenes que hoy luchan por la libertad, nadie les enseñó a tener fe en la libertad; algo dentro de ellos les dice que se tiene que ser libre; el problema no es lo que inició el deseo de libertad, sino quién les está enseñando lo que es ser libre, el problema es con quién se están rodeando y quién les está enseñando lo que dentro de ellos innatamente creyeron. Porque la fe lo que hace es iniciar algo, iniciar un proceso. Por eso, la gente critica cuando te conectas con un ministerio como este; cuando tú te sales de la influencia de ellos, y ahora otro está moldeando tu fe, ellos pierden control de tu vida. La gente te quiere influenciar, quieren dominarte, controlarte; pero nadie te enseñó a tener fe, tú ya la tenías; lo que pasa es que a través de la palabra que recibes se te está educando como creyente. No hacemos creyentes porque eso no es posible. Aquí lo que se te enseña no valida tu fe, pero sí la ha hecho crecer. No podemos criticar lo que hacen otros ministerios porque cada quien recibe la enseñanza de donde así lo entiende, pero sabiendo que tus resultados irán siempre de la mano con tu fe. Si tú vas a una iglesia donde no se te predica que puedes prosperar, según tu fe será hecho; mientras que si vas a una que sí te predica que puedes prosperar, según tu fe también será hecho. Ya sea que te enseñen que Dios enferma o que es Él quien sana, según tu fe será hecho. Así que, no enseñamos fe, sino que enseñamos al creyente a creer correctamente, a dirigir su fe.
El problema es que la fe inicia algo, pero tú vida siempre contradice lo que la fe inició. La fe te promete algo, y comienzas a creer por algo más grande, pero tu vida contradice todo lo que comenzaste a creer.
Dios le dice a José que algún día él sería primero sobre sus hermanos, que sería primero sobre todo Israel, y de repente termina preso. Lo que la gente entonces pierde no es la fe, sino la confianza porque la contradicción de la vida comienza a trabajar en tu mente cuando, lo que la fe provocó en tu interior para moverte a buscar, ahora tu vida lo contradice por completo; y ahora comienzas a perder la confianza, la paciencia. Por eso es que tu fe tiene que convertirse en confianza, en una seguridad.
Más problemática se pone la cosa cuando, después que Dios te habla y tú comienzas a creer, tu vida se contradice, todo lo que está a tu alrededor contradice lo que tú estás creyendo, y para colmo Dios no te habla. Y cada vez que Dios no habla, los amigos vienen a hablarte, la gente incorrecta viene a hablarte. Cuando Dios guarda silencio, siempre está el chismoso, el bocón, como los amigos de Job, que te van a cuestionar para qué tú crees, te van a decir que esto no sirve, te van a decir: te lo dije. Y, ante la ausencia de Dios hablar, ahora hablan voces incorrectas que quieren que tú niegues la convicción que hay en tu interior. Y hay un momento donde tú tienes que cambiar tu fe en una pura confianza donde, aunque tu vida contradiga todo lo que has estado creyendo, aunque contradiga todo aquello por lo cual comenzaste a caminar en fe, y aunque tus amigos te traten de convencer de lo contrario, tú vas a confiar hasta el último momento en Aquel que te prometió lo que iba a hacer en tu vida.
Si crees que Dios te puede prosperar y un día despertaste a la realidad de que Dios te va a prosperar, y comienzas a vivir años de problemas económicos, y tu vida contradice lo que estás creyendo, y tus amigos te dicen: eso no funciona, mira qué mal te va; hay un punto en tu vida donde estás tan convencido de que no importa tus situaciones ni lo que te digan, lo que hay en tu interior, lo que te ha convencido en tu corazón te hace confiar que la palabra de Dios se va a cumplir en su momento, y no hay manera en que te cambien. No hay COVID ni enfermedad ni problema ni anti-Cristo ni vacuna ni nada que te mueva de la convicción de que tú sabes que Cristo ganó la victoria y la batalla en la cruz del Calvario, y no importa lo que digan, la confianza que hay en ti va más allá de la fe que te provocó a salir, a creer por algo, a continuar en el camino en el que vas.
Has cambiado ahora tu fe en una convicción de confianza.
Job decía: no importa que pierda esposa, que pierda hijos, que pierda el dinero y que mis amigos me fastidien; en quien yo he creído, nadie me lo cambia. Si estás enfermo en el hospital, todavía cree que Dios sana; si estás con COVID sin poder respirar, pues le das tu último suspiro a Aquel que es tu aliento de vida porque al fin y al cabo, Él te lo dio, y el día que Él quiera, también te lo puede quitar, y en Él vas a confiar. Y al que te cuestione de qué te ha servido entonces creer y confiar tanto, dile: yo no sé por qué terminé así; lo que sé es que, en todo este camino, he confiado en alguien que me ha traído hasta este lugar y no importa lo que viva, lo que pase, lo que la gente me diga, voy a confiar en Él hasta el último momento, y su promesa se va a cumplir en mi vida. Esa es la clave: fe que se cambia en confianza.