Hablaremos hoy de un episodio complicado en la historia de Israel, uno que pudo ser catastrófico si no hubiese sido por la intervención divina y por las sabias acciones de un rey que, abrumado por las circunstancias adversas que lo rodeaban, decidió optar por lo mejor: Arrojarse a los brazos del Señor para adquirir de Él la esperanza que el enemigo le había quitado.
Pasajes de estudio: Isaías 36, 37, 38 y 2ª Reyes 18:17 al 20:19
Versículo clave: “Aconteció, pues, que cuando el rey Ezequías oyó esto, rasgó sus vestidos, y cubierto de cilicio vino a la casa de Jehová” (Isaías 37:1).
CONTEXTO HISTÓRICO
La sección de los capítulos 36, 37, 38 y 39 de Isaías sirven como puente entre las profecías del profeta (caps. 1-35) y sus mensajes de consolación (caps. 40-66). También señala la transición en la historia de Judá ente la dominación del imperio asirio ahora en decadencia y el ascenso de Babilonia, un nuevo imperio.
El escenario histórico es el siguiente: Senaquerib, rey de los asirios, marchó contra Jerusalén en el 701 a.C. con el firme propósito de destruirla en castigo por la rebelión de los judíos quienes, equivocadamente contrataron los servicios mercenarios de los egipcios para resistir a Asiria (esto lo hizo Ezequías en conjunto con otros monarcas de otros países, le pagaron tributo a Egipto para que los salvara de Senaquerib, algo con lo que Dios nunca estuvo de acuerdo). Hay que recordar que desde tiempos de Acab el reino de Judá le pagaba tributo a los asirios, un imperio que por dos siglos dominaba la tierra. En Isaías 30:1-33 vemos a Jehová disputando con los líderes nacionales judíos por haber confiado en Egipto y no en Él, algo que con el paso de los años le pasaría factura a Ezequías y a todo su pueblo.
EZEQUÍAS reinó sobre Judá, reino del sur, entre los años 715 al 686 a.C.
- Ezequías (Jiziqyah o Jiziqyahu, Hebreo: חזקיה o חזקיהו, “Yahveh ha fortalecido”) fue el decimotercer rey del reino independiente de Judá e hijo del Rey Acaz y de Abiyah (2ª Crónicas 29:1), que era hija de un hombre llamado Zacarías (no el profeta). Abiyah era también conocida como Abi (2ª Reyes 18:1-2). Reinó 29 años (2ª Reyes 18:2). Es también uno de los reyes mencionados en la genealogía de Jesús en el evangelio de Mateo.
Durante su reinado intentó hacer lo que agrada al Señor -aunque se equivocó al aliarse con Egipto, y también al final de su reinado al querer impresionar a los babilonios (Isaías 39)-. ¡Que necios solemos ser los humanos! En fin, dentro de su gobierno hizo cosas muy buenas, una de ellas (quizá la más destacable), fue la purga de los lugares altos donde los judíos adoraban a dioses ajenos. El rey mandó limpiar esos lugares, destruirlos y hacer que el pueblo se volviera a Jehová (2ª Crónicas 29:30, 2ª Crónicas 31:1); y probablemente fue eso lo que hizo que Dios lo perdonara favoreciéndolo con su protección.
Senaquerib se acercó peligrosamente a Jerusalén, habiendo a su paso destruido 46 ciudades fortificadas del rey Ezequías y llevándose 200.000 judíos como esclavos a tierras norteñas… ¡Pero el asirio quería más! Senaquerib deseaba la cabeza del rey judío, destruir el templo del Señor y reducir a polvo la ciudad santa. Para eso logró sitiar Jerusalén, o sea, rodearla (nadie entraba y nadie salía). Fue así que envió a su ‘Rabsaces’ (jefe militar) para insultar a Ezequías y atemorizar al pueblo judío… y lo logró pues les habló en hebreo, el idioma del pueblo y no en arameo, el idioma de los políticos (Isaías 36:2-7; 11-20). Senaquerib estaba furioso y nada lo detendría hasta acabar con Jerusalén. ¡Ezequías estaba perdido!
ACCIONES DESESPERADAS DE UN REY DESESPERADO
Ezequías, al verse enjaulado en su ciudad, al enterarse de que 46 aldeas habían sido destruidas, que 200.000 compatriotas fueron esclavizados y que el Rabsaces asirio estaba a las puertas de la ciudad capital amenazando con entrar, realizó algunas acciones que son para nosotros, los lectores contemporáneos, lecciones para cuando nos vengan tiempos de crisis:
- Rasgó sus vestidos: señal de dolor (37:1)
- Se vistió de cilicio (ropa áspera): símbolo de humillación (37:1)
- Fue al templo de Jehová: señal de dependencia en Dios (37:1)
- Mandó llamar a Isaías para que lo ayudara a orar: acción de pedir colaboración (37:2)
- Expuso las cartas de amenaza de Senaquerib en presencia de Dios: acto simbólico de recurrir al Único que podía ayudarlo (37:14)
- Oró fuerte, apasionadamente y con angustia a Jehová: una oración sincera (37:15-17)
- Declaró que Jehová es diferente a los demás dioses: la declaración de la palabra es poderosa (37:18-19)
- Imploró su ayuda: otra vez se humilló (37:20)
¿LA RESPUESTA DE DIOS?
En Isaías 37:36-38 vemos un milagro apoteósico, uno de aquellos que nos dejan con la boca abierta. Un ángel de Dios mató a 185.000 soldados asirios que estaban acampando al rededor de Jerusalén esperando para tomarla. ¿Cómo sucedió esto? Isaías no da detalles, tampoco 2ª Reyes 19:35-36 donde también se registra este hecho. Es muy probable que un evento natural haya causado tal mortandad (¿granizo asesino, la erupción de un volcán, la caída de un meteorito, un terremoto épico, tormenta eléctrica de proporciones apocalípticas, un tornado monstruoso…? las opciones son muchas). Pero el asunto es claro, el rey Senaquerib, su Jefe Militar (el grosero Rabsaces) y su ejército se retiraron hasta Nínive, capital del imperio asirio donde el rey fue asesinado a sangre fría por sus hijos mientras adoraba a Nisroc, dios asirio cuya imagen era mitad humano y mitad águila. Sufrió una muerte cruel.
¿QUÉ APRENDEMOS?
- Siempre habrán ‘Senaquerib’ que nos harán difícil la vida: Una enfermedad prolongada, una crisis financiera, un problema marital, un hijo rebelde, un negocio que no funciona, un vicio que nos ata, etc.
- Pero también habrán Rabsaces que querrán humillarnos, atemorizarnos, sembrar cizaña en nuestra fe: Pensamientos negativos, dudas existenciales, sentimientos de poquedad, miedos, incertidumbres, angustias, soledad, ataques de pánico, etc.
- Los Senaquerib y los Rabsaces nos sitian, nos aprisionan, nos rodean y roban nuestra paz, el gozo, la libertad. Hacen nuestra vida miserable.
- Pero es en situaciones así cuando tenemos tres opciones: 1) No hacer nada, creyendo equivocadamente que Senaquerib desaparecerá, esto no ocurrirá. 2) Amargarnos, frustrarnos, quejarnos y hablar mal de Dios, lo cual solo repercutirá en más aflicción. 3) O bien, hacer como Ezequías, acudir a Dios en humildad y depositar en Él todas nuestras angustias. Esta tercera opción es la mejor, ¿saben por qué? Porque Dios en su misericordia se acordará de nosotros, perdonará nuestras rebeliones y luchará a nuestro favor.
APLICACIÓN
Ten fe, aunque tu Senaquerib sea gigante y tu Rabsaces no pare de maldecirte, hay un Dios que vela por sus hijos, uno que nos da esperanza en medio de la prueba, uno que es capaz de borrar de la faz de la tierra a nuestros enemigos (sean internos o externos) y llevarlos lejos de ti para que nunca más vuelvan a molestarte.
No pierdas la fe, mantén la esperanza porque el Dios de la vida no te dejará en el olvido, acude a Él con el corazón vestido de cilicio y con el alma rota en señal de humildad, entonces su mano se moverá para expulsar de ti al asirio que quiso exterminarte.