En el deporte del boxeo, hay unas peleas clásicas que muchos de nosotros recordamos. También en la Biblia hay varias luchas que son dignas de estudiar. Pero, como creyentes, tenemos que definir contra quién es la verdadera batalla. Mucha gente vive peleando con el diablo; pero qué triste pelear con alguien que ya está derrotado porque, si Cristo lo derrotó en la cruz del Calvario, entonces la lucha más grande que tú tienes no es contra el enemigo.
Nunca pelees una batalla que no tenga recompensa. No discutas con alguien con quien tú no ganas nada ni con quien no quieras una relación. Confronta solo a aquellos con los que tú quieras permanecer en relación. Si no interesas una relación, mejor déjalos pasar, déjalos ir. Olvida tu ego y no gastes tus fuerzas en eso.
La lucha más grande que tú tienes no es con el enemigo ni contra el mundo, sino contra ti mismo; contra tus actitudes, tus pensamientos, tu forma de ser. Y el que logre vencer en esa batalla, será el que logre vivir en plenitud.
Una de las batallas más importantes de la historia es la de Jacob con el ángel.
Cuando vemos la obra de Dios a través del libro de Génesis, vemos que Dios escoge a Abraham, y busca también a Sara para que ella oiga lo que Abraham ya había escuchado de parte de Dios. Sara no había creído, así que Dios se les aparece y por quien pregunta es por ella. Tu familia tiene que oír lo que tú has oído de parte de Dios.
Dios se le apareció Abraham y a Jacob, pero nunca a José; y José es el que hace que el pueblo sea esclavo; cuando muere, dice: un día se les aparecerá Dios, y cuando aparezca, saquen mis huesos de aquí. Pero por qué no aparecérsele a él y él sacar entonces al pueblo de allí, por qué acostumbrar al pueblo a vivir bajo un sistema que no tenían que vivir. Y la esperanza de José es que algún día Dios se les aparecería.
Entonces, Dios se le tiene que aparecer a Moisés; primero, en una zarza ardiendo, y luego, en el monte; luego, en el tabernáculo. El problema es que hicieron el tabernáculo en el desierto, y debió hacerse en la tierra prometida. Así que tiene que aparecérsele Dios a Josué, para que entonces entre el tabernáculo a la tierra prometida.
Dios llama un hombre para construir una nación completa, pero hoy queremos cambiar la nación sin cambiar primero la vida de un hombre. Y no funciona así. Se requiere un encuentro con la presencia de Dios para que comience la transformación.
Dios se le aparece a Jacob una primera vez; le da una visión, una experiencia en la que ángeles subían y bajaban del cielo y hacia el cielo por una escalera. Y luego, se le aparece en una segunda ocasión. Jacob había salido mal de casa de su padre, su hermano lo buscaba para matarlo, entra en casa de su suegro, donde tuvo muchos problemas, y decidió salir. Y salió de allí próspero y bendecido, pero sin paz. Y ¿de qué te sirve tener prosperidad y abundancia, y no tener paz? Jacob lo más que deseaba era un encuentro con su hermano, y arreglar sus problemas con su familia. Y llega ese punto crucial donde tiene este segundo encuentro con el Señor.
“22 Y se levantó aquella noche, y tomó sus dos mujeres, y sus dos siervas, y sus once hijos, y pasó el vado de Jaboc. 23 Los tomó, pues, e hizo pasar el arroyo a ellos y a todo lo que tenía. 24 Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. 25 Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba. 26 Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices. 27 Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. 28 Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido. 29 Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y el varón respondió: ¿Por qué me preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí. 30 Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma.” Génesis 32:22-30
El problema de Jacob era que su alma no era libre. ¿De qué te sirve a ti tener grandes victorias, avanzar en la vida, progresar, prosperar, y no ser libre? En una ocasión lo que tenía era una piedra y la ungió. Veinte años después tiene para construir toda una torre. Eso es lo que pasa en tu vida cuando Dios promete estar contigo toda tu vida. Dios te multiplica para que puedas presentarle algo grande. Pero de qué te sirve que Dios te multiplique, haga grandes milagros y que tu alma no sea libre. Solo un encuentro con Dios te libera.
“31 Y cuando había pasado Peniel, le salió el sol; y cojeaba de su cadera. 32 Por esto no comen los hijos de Israel, hasta hoy día, del tendón que se contrajo, el cual está en el encaje del muslo; porque tocó a Jacob este sitio de su muslo en el tendón que se contrajo.” Génesis 32:31-32
Jacob comienza a tener esta batalla con Dios aquella noche. Por lo general, decimos que fue Jacob quien peleó con Dios, pero fue Dios quien peleó con Jacob. Dios dice, en el libro de Génesis, capítulo 6, que Él nunca más contendería con el hombre. Pero capítulos después, vemos a Dios peleando con un hombre, con Jacob. ¿Tenía que pelear toda la noche con Jacob? ¿Era aquella una batalla justa? ¿Por qué Dios no detuvo aquella batalla? Seguramente, tú has tenido noches donde tú no puedes dormir, y tienes una gran batalla.
Has tenido noches sin dormir y piensas que estás peleando con el diablo, pero quien viene a pelear contigo es Dios, para que entiendas que no tienes que vivir como hasta ahora, y para que cuando despiertes al otro día, no tengas la misma atadura que siempre has tenido.
La gente con la que Dios nunca lucha es porque los da por perdidos, pero hay gente con la que Él tiene un pacto y con esos pelea hasta que al levantarse en la mañana entiendan que han sido llamados a algo más grande.
Has pasado noches en que piensas que eres tú batallando con pensamientos negativos, pero ha sido Dios tratando de poner pensamientos positivos; piensas que no vas a poder, pero es Dios quien ha iniciado esa batalla en tu vida para que sepas que sí vas a poder, que Él va a proveer. Pero lo has tomado como que es lo contrario; en vez de levantarte cuando raya el alba, lleno de victoria y paz, con la seguridad de victoria, te levantas frustrado porque nunca ganas la batalla… porque no la luchas hasta el último momento. Y la batalla es Dios queriendo hacerte entender que tu alma tiene que ser libre, que tiene que llegar un momento en que entiendas que no puedas vivir toda tu vida con eso en tu interior, un momento en que puedas librarte de todo tu pasado y creer la palabra que Dios te ha dado.
Ese día Dios se encontró con Jacob porque Jacob no podía seguir viviendo su vida de esa manera. Pero ¿cuándo Jacob tuvo sus dos encuentros con Dios? Cuando estaba fuera de una cobertura. Cuando salió de casa de su papá, para que supiera que Dios iba con él en todo aquel camino; y cuando sale de casa de Labán, para darle la misma seguridad: Jacob, hiciste bien, tu alma puede ser libre; te dije que iba a estar contigo, y voy a continuar contigo.
A veces, pierdes coberturas y piensas que eso es lo que te da esas batallas en las noches, sin darte cuenta que es Dios que viene a tu encuentro para decirte: hoy voy a librar tu alma, para que puedas continuar tu camino, sabiendo que te voy a bendecir todos los días de tu vida.
Muchos pasamos la noche batallando, hasta que raya el alba. Si tu alma fue libre, cuando sale el sol, sales en victoria; de lo contrario, fue que no dejaste que Dios te ganara y tocara para que comenzaras a caminar en una vida diferente.
Dos cosas tuvo que batallar Jacob aquella noche. El ángel le pregunta cómo se llama, y le dice que nunca más se llamaría Jacob, sino Israel. Dios quería librar su alma. Jacob tiene que aceptar por primera vez, que él no era lo que toda la vida habían dicho que él era.
Tu alma se libera cuando tú dejas de aceptar lo que el mundo ha dicho de ti.
Fue Esaú quien le puso el apodo de Jacob. Por veinte años, le llamaron engañador. Imagina que Dios te prospere, pero pienses que tu padre murió pensando que eres un engañador. Jacob no quería hacer aquello; la mamá le dijo que obedeciera y lo hiciera. Imagina andar por la vida pensando que tu hermano te quiere matar; trabajar por amor y que te engañen; y que tú pienses que te lo mereces. Imagina no tener a dónde volver, andar con miedo por todas partes, y que llegue Dios a batallar contigo para que de una vez y por todas te rindas, y aceptes que tú no eres lo que el mundo ha dicho que eres, lo que has creído que eres.
Así que, el ángel le cambió el nombre a Jacob por Israel, pero cuando Jacob preguntó al ángel por su nombre, el ángel no se lo reveló. En tu caminar, hay cosas que tú no vas a conocer, y te toca caminar confiando en Dios. Aquella no era noche de conocerlo todo, sino a sí mismo como Dios siempre lo había conocido y que su alma fuera libre.
Ganas y tu alma es libre cuando, luego de una noche de batalla, tú estás dispuesto a seguir caminando sin conocerlo todo. Ganas porque vives seguro de quién eres, seguro de que a pesar de tus dificultades, Dios busca en las noches encontrarse contigo, porque en los momentos más difíciles, Dios lucha contigo, y si lo hace, es porque quiere algo contigo. Y cuando Dios te dice que no tienes que saber algo, tú sigues caminando sin saberlo todo.
Tú no necesitas conocer todo cuando tu alma descansa en que Aquel que lo conoce todo, va contigo todos los días.
Ahí es que se acaba la batalla del alma y viene descanso a tu vida. La pregunta es cómo llegas a ese punto. Deja de pelear con la gente, por las cosas, por tu trabajo. Pelea solo por una bendición. Cuando peleas para ser bendecido, te levantas tranquilo porque, si de algo Dios no está escaso, es de bendición. Jacob entendió eso.
El error de Isaac fue no querer darle una bendición a Jacob. Isaac quiso mantener la tradición de que el primogénito era también el bendecido. Pero Isaac no tenía que negarle a Jacob una bendición; la primogenitura le pertenecía a Esaú, pero la bendición, Isaac se la podía dar tanto a Esaú como a Jacob. Cuando Jacob terminó sus días, bendijo a sus doce hijos. Él dijo: mis hijos nunca pelearán por la bendición que yo les tengo que dar. Pero Isaac se empeñó en la tradición. Y Jacob decía: yo quiero una bendición. Y toda su vida luchó por ella.
No pelees por nada ni pases noches sin dormir preocupado por nada. Que mañana cuando te levantes, digas: mi alma fue librada; hoy sé quien soy en Dios. Camina seguro de que, aunque no lo conoces todo, Dios va contigo.
Deja de luchar y batallar por tantas cosas. En la vida hay que esforzarse, pero deja la batalla mental. Deja de estar pendiente a lo que otros piensan. Pelea por una bendición. Y una bendición no es otra cosa que una palabra de Dios que libere tu alma.
Jacob desde el vientre de su madre está peleando. Y algunos de nosotros pareciera que tuviéramos que pasar la vida peleando, pero no hay nada malo con eso, siempre que pelees por lo correcto.