El evangelio contiene todo lo necesario para transformar al mundo con la verdad de Jesucristo. Llamado a influir en la cultura y en la sociedad, tal parece que sucede a la inversa. El mundo está sumido en su propia corrupción de tal manera que apenas le interesa el mensaje de salvación, en gran medida porque no lo conoce y cuando se le da a conocer se resiste a entenderlo. Los cristianos vemos cada vez más con tristeza una increíble tendencia a la secularización de lo que consideramos sagrado. La iglesia debe interpretar las características de nuestro tiempo a la luz del evangelio y meterse en la pelea de culturizar el pensamiento humano con la singularidad de Jesús. Sí, no es fácil. Pero por otra parte, no se puede ser cristiano con valores seculares.
Vemos, con cierto agrado, los intentos de crear paradigmas cristianos en la educación y en la cultura (universidades, seminarios teológicos, centros de arte) para atraer a las masas de creyentes a compartir nuestra cosmovisión entre nosotros mismos. Hay iglesias (por lo menos en mi país) que parecen más quincallas que agencias del Reino promotoras de la eternidad. Hemos construido locales para encerrarnos a disfrutar las maravillas de nuestra fe “en el amor cristiano”, pero afuera continúa la desgracia de almas atormentadas por el pecado que esperan por una voz valiente que les presente la única esperanza para sus insípidas vidas. ¿Dónde está la sal de esta tierra? En las salinas, claro. ¿Para qué tomarse el trabajo de salir de la salina a darle al mundo un mejor sabor si vivimos tan cómodos disfrutando de nuestro ambiente de sal? La (mal) llamada cultura cristiana -en mi opinión- no es aún lo suficientemente influyente como para penetrar en todas las actividades del género humano que se oponen al evangelio del Señor de Señores.
—Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí. (Jn 14.6). Cristiano Ronaldo y Leonel Messi son hoy ídolos de millones de jóvenes y adultos en todo el planeta y Google sigue siendo el principal motor de búsqueda de cualquier información “verídica y real”. Biblia aparte. La verdad o las verdades se buscan en las enciclopedias virtuales y la idolatría hacia futbolistas, peloteros y basquetbolistas es común y natural. La cultura del mundo infiltrada en el pensamiento del cristiano común. — ¿Acaso no andan ustedes equivocados? —les replicó Jesús—. ¡Es que desconocen las Escrituras y el poder de Dios! (Marcos 12.24)
El tiempo vendrá en que el pensamiento e intelecto humanos sean traídos a la sujeción y obediencia de Cristo, pero el cristiano tiene que comenzar a mojarse los pies en las aguas del Jordán. Hasta que no decidamos dar un paso adelante y comenzar a tocar intencionalmente las trompetas de la fe, Dios no intervendrá para que derrumbemos nuestras murallas de miedo e incertidumbre. Tenemos que salir del gheto, de las paredes ornamentadas y los vitrales multicolores de nuestras iglesias. No se trata sólo de predicar un mensaje, si no de influenciar a otros con las verdades eternas. No es intentar convertir a otros; es proclamar a Jesús para incitar a una decisión primero y a una conversión después.
Creo que mucha gente está desesperada por escuchar verdades eternas y espirituales, pero ellos no encuentran la respuesta a sus inquietudes en las iglesias. La iglesia está aguardando a hombres que impacten al mundo, no a sus miembros. No se trata de adaptar el mensaje a la cultura de este tiempo, sino hacer de la cosmovisión cristiana una necesidad cultural para el mundo donde converjan los valores del evangelio del Reino y la singularidad de un Cristo vivo, trasformador, renovador, educador, misionero. “Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, quien dio su vida como rescate por todos. Este testimonio Dios lo ha dado a su debido tiempo, (1 Ti 2.4-6).
¿Desean ver a un hombre cristiano intentando influir en la cultura circundante? Deléitese con Hechos 17. 1-34; el discurso de Pablo a los atenienses en el areópago.
Necesitamos una nueva era de fe en una cultura secular que se reinventa a sí misma en breves ciclos de tiempo. Lo que hoy es nuevo, mañana está obsoleto. Esa es nuestra ventaja. El evangelio es eterno, trasciende las culturas y cosmovisiones; es dinámico, no porque se adapta a los tiempos, sino porque rige los tiempos, es inmutable como su creador, no se añeja ni se corrompe porque viene del cielo. Es como tú, que ya no perteneces a este mundo, sino a Cristo y quien es de Cristo está llamado a participar en su redención.
¡Dios bendiga su Palabra!