La palabra “arrebatamiento” o “rapto” ha sido objeto de candentes discusiones teológicas. De hecho, existe en la escatología (el estudio de las últimas cosas), las llamadas escuelas de interpretación de la segunda venida de Cristo. Pero independientemente de la “corriente” a la que nos arrimemos para conformar una postura sobre los eventos del porvenir, la Biblia nos habla de hombres que fueron trasladados al cielo sin ver muerte, o de un lugar a otro en la misma tierra por una intervención divina.
En cada uno de esos casos se puede observar una especie de “rapto”. Los que han contado estos acontecimientos bíblicos, hablan de por lo menos siete, incluyendo el final, cuando ocurra el levantamiento de la iglesia. Así tenemos que el primer arrebatamiento de la historia lo protagonizó el patriarca Enoc, quien fue llevado vivo a los cielos antes del diluvio (Génesis 5:24). El segundo fue Elías, de donde surge el tema de hoy (2 Reyes 2:11). Estos fueron en el Antiguo Testamento.
En el Nuevo Testamento nos encontramos que Jesús después que resucitó fue arrebatado al cielo en medio de una nube (Hechos 1:9). Los otros casos los protagonizaron Felipe, el diácono (Hechos 8:39) y Pablo (2 Corintios 12:2-4). Todavía falta que ocurra el de la iglesia en breve (1 Tesalonicenses 4:17); y el séptimo arrebatamiento lo protagonizarán los dos Testigos: Moisés y Elías en la gran tribulación (Apocalipsis 11:11-12).
Hoy hablaremos del “arrebatamiento” de Elías, enfocándonos en todo lo que este hombre hizo antes que el Señor se lo llevara al cielo. Con esto llegamos al último mensaje de este extraordinario profeta. La palabra “torbellino” se constituye en la mejor forma para describir al profeta antes de ser alzado al cielo vers. 1.
Toda su vida fue como un torbellino desde el momento que apareció en escena. Nadie como él para ser testigo y protagonista de los milagros divinos. De modo, pues, que, así como Elías vivió, así Dios decidió llevárselo al cielo.
Ahora bien, ¿qué hizo Elías mientras llegaba el arrebatamiento? ¿Qué debemos hacer nosotros antes que llegue ese día? Veamos esto.
- Hay una promesa muy cierta(verss. 3, 5, 7)
Cuando uno lee estos tres versículos inmediatamente descubre que muchos ya sabían del “arrebatamiento” que iba a ser objeto el profeta. Los hijos de los profetas sabían de ese evento (verss. 3, 5, 7). Y por supuesto, Elías sabía que eso iba acontecer, pues ya Dios se lo había revelado vers. 9. Nadie estuvo tan seguro de eso como el viejo profeta. ¡Qué privilegio vivió este santo varón!
Pero Eliseo sabía de ese acontecimiento también (verss. 2-6). Y si algo le molestaba era que se lo recordaran vers. 5. Bueno, no era para menos, su padre espiritual le iba ser quitado. La presencia física de esa gigante de la fe ya no estaría con él. Por lo tanto, este evento no fue un secreto.
Era algo del cual la gente había oído hablar y podría prepararse para eso. Lo mismo sucede con el regreso de Cristo. Este evento no está escondido de los hombres. Jesús habló de su segunda venida (Juan 14:3).
Hay muchos escritos en la Biblia, tanto en el Antiguo Testamento como el Nuevo, que hablan de la segunda venida. Así que no habrá ninguna excusa para nadie de modo que este le tome por sorpresa. Ya hace más de dos mil que se está anunciando su venida, y “Dios no retarda su promesa…” (2 Pedro 3:9, 14)