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Estos son los hijos de Dios

La Biblia nos habla de 2 experiencias referente a ser hijos de Dios. La primera, el nuevo nacimiento; la segunda, la del espíritu de adopción. Pablo utiliza el término adopción como uno legal. En Romanos 8, Pablo habla de 4 cosas que se dan en el escenario de adopción romano: En Primer lugar, un hijo adoptado pierde todos los derechos de la familia pasada, y obtiene todos los derechos de la nueva familia. En segundo lugar, la persona tenía derecho a la herencia de esta nueva familia, a pesar de que otros hijos nacieran eventualmente. En tercer lugar, todas las deudas pasadas eran canceladas. Sin importar la edad del adoptado, literalmente, era como que esa persona nacía de nuevo. Por último, ante los ojos de la ley, no había ningún cuestionamiento de la legitimidad de ser hijo.

Estas 4 cosas parecerán obvias, pero no si lo comparas al concepto de adopción que conocemos. Para nosotros, la adopción se da, por lo general, con un bebé; poca gente adopta niños mayores; quieren tener un niño que no tenga recuerdo de su familia pasada. En nuestro concepto de adopción, no se adoptan hijos de 40 años; pero en el concepto romano, un soldado que tenía un nombre, prestigio, reconocimiento, y no tenía un hijo, o el que tenía no era lo suficientemente bueno para llevar su nombre, buscaba a uno que cargara su apellido, su nombre, aunque tuviera 30, 40 años. El soldado romano lo que quería era pasar su honor, traspasar todo lo que cargaba; buscaba a un discípulo y lo adoptaba. Una cosa es tratar a alguien como hijo, otra, adoptarlo, tener que dividir la herencia de tus hijos biológicos, con tu hijo adoptivo.

Si fuéramos a ser adoptados por Dios bajo el concepto actual que conocemos, muchos estaríamos descartados. Gloria a Dios que es bajo el concepto que Pablo usa, que no importa tu trayectoria, tu vida, cuántos años tienes; cuando llegas a Dios, Él cancela todas tus deudas, te hace una nueva persona, un hijo legítimo, te reconoce y te dice: Tú eres digno de llevar mi nombre, mi autoridad; en ti he decidido traspasar quien yo soy para las próximas generaciones. Y el Espíritu Santo es quien tiene que dar testimonio de esto.

El Espíritu Santo te dice constantemente que tú eres un hijo de Dios para que lo creas; siempre hay quien va a cuestionar tu legitimidad, te va a recordar tu pasado, tus deudas del ayer; pero Dios, cuando pone su Espíritu Santo en ti, te dice: Tú eres mi hijo legítimo, en ti tengo complacencia; he hecho una transacción legal para establecerlo por generaciones.

Pablo añade que es también por ese Espíritu que clamamos Abba Padre. Eso es decirle a Dios “Papito”, hablarle con cariño. Pablo está diciendo: Los que somos guiados, somos hijos de Dios porque tenemos el espíritu de adopción, esto es una transacción legal, pero sin perder de vista la relación que tenemos. Clamar es el llamado de una persona desesperada por una relación con Dios. Cuando tú clamas Abba Padre, eso denota intimidad y dependencia. Esa es la forma en que te relacionas con un hijo. Pablo estaba diciendo que aquello era una transacción legal, pero con una conexión emocional y espiritual. Puedes tener intimidad con Dios y depender de Él. En las relaciones de muchas familias, hay relación legal, son padres e hijos, pero falta la intimidad, la dependencia, la conexión. Y, a veces, se tiene dependencia e intimidad de gente que, legalmente, no tienen relación contigo. Pablo está diciendo que, si eres guiado por el Espíritu de Dios, legalmente, tú eres un hijo de Dios, pero Él quiere una relación de intimidad y dependencia.

Cuando Pablo habla de que los dirigidos por el Espíritu son hijos de Dios, se refiere a aquellos que son dirigidos por el Espíritu fuera del pecado, dirigidos a morir a la carne. Hay quienes tratan de controlar el pecado de afuera hacia adentro; por fuera se ven bien, pero por dentro no son guiados por Dios. Parecen hijos de Dios, pero son gente que modifica conducta; pero la meta del Espíritu Santo no es modificar conducta, sino transformar el corazón; porque transformando el corazón, la conducta cambia. Jesús dijo en una ocasión que la gente religiosa son como sepulcros blanqueados; por fuera, lindos, pero por dentro, llenos de huesos; dan la apariencia de ser hijos de Dios, pero por dentro desean las cosas que el mundo quiere, lo que el mundo tiene. Los que permiten la transformación del Espíritu, que es desde el interior, esos son los hijos de Dios.

Hay quienes creen que todos somos hijos de Dios; y todos somos creación de Dios, pero no todos llegan a ser hijos de Dios. Y aun entre los hijos, hay diferencias. En la Biblia, hay 2 conceptos de hijos; los hijos por naturaleza, y los hijos de carácter. Los hijos por naturaleza pueden ser bebés o adultos, pero aun el término que la Biblia utiliza para referirse a los hijos adultos, es uno que implica que no están listos para asumir responsabilidades. Puede haber una ley que diga que tu hijo tiene edad para manejar, pero tú como padre sabes si tu hijo tiene la madurez para hacerlo o no; porque se requiere ser un hijo de carácter, de madurez. Tú tienes diferentes niveles de relación con tus hijos; cuando son bebés, tú le das la leche; cuando son adolescentes, tú pones la leche en el refrigerador, y ellos tienen que ir por ella; cuando llegan a viejos, ellos tienen que tener la consciencia de lo que cuesta esa leche. Tú puedes ser hijo de Dios por naturaleza; aceptas a Cristo como tu Salvador, y eres un hijo de Dios; pero puedes ser un bebé, un adulto pero sin capacidad ni responsabilidad, o puedes ser un hijo cuyo carácter ha sido moldeado por el Espíritu de Dios y estás listo para asumir las responsabilidades.

En Gálatas, Pablo habla de que el niño, aunque es niño, puede recibir la herencia, pero mientras le falta capacidad tiene que ponérsele un mayordomo que le administre los bienes, porque aunque es hijo y dueño de la herencia, no la puede manejar; así que se le ponía un administrador hasta que tuviera la madurez para hacerlo, pero la madurez en aquel tiempo no era por la edad, sino cuando el padre dijera: Estás listo. Y esto es, cuando tu carácter ha cambiado, cuando demuestras responsabilidad, capacidad. Y es el Espíritu Santo el que te lleva a esto. Por eso es que Pablo dice que los que son dirigidos por el Espíritu, estos son hijos de Dios. Los que son dirigidos fuera del pecado, esos son los que están listos para aceptar la responsabilidad. Esos son los que caminan diferente, y el Espíritu Santo que está en ellos es el Espíritu de adopción.

Fuente:
pastor Otoniel Font | Puerto Rico

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