
Cultivar una actitud de esperanza y anticipación puede cambiar radicalmente nuestra experiencia en la vida cristiana. Cuando dejamos que el gozo de lo que Dios ha prometido nos inunde, pasamos de vivir desilusionados a caminar en victoria. La esperanza no es una ilusión, es una certeza en Aquel que no falla. 2 Corintios 13-5. Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros.
Pero para ver ese cambio, debemos ir más allá de culpar las circunstancias externas o la aparente frialdad de otros. La Palabra de Dios no ha perdido su poder, ni el Espíritu ha dejado de moverse. El desafío está en nuestro corazón: ¿estamos dispuestos a ser tierra fértil para Su obra?
Animémonos unos a otros a mirar hacia dentro, a preparar el corazón con humildad y fe, para recibir y responder al poder transformador de Dios. Solo así veremos florecer en nosotros la vida abundante que Él ya nos ha dado en Cristo.