Cuando Jesús sanó al paralítico, allí estaban el paralítico y sus amigos, los escribas y demás multitud. Dentro de todo este grupo de personas hay dos categorías, y tú tienes que escoger hoy en cuál tú vas a estar.
Vemos una multitud de gente rodeando al Maestro, siguiendo al Maestro, en casa del Maestro, pero solo uno recibe un milagro. No se nos dice de ningún otro milagro en ese lugar. Jesús estaba en su casa, y quería descansar, dice la Biblia; pero él llega allí y el lugar se llena. Tú puedes tener lugares que se llenen, templos que se llenen; el problema es que tú puedes tener una casa llena de gente siguiendo a Cristo, pero los que siguen a Cristo no necesariamente son los que provocan milagros. Tú tienes que escoger si, entre la multitud, tú eres de los que siguen o de los que creen.
¿Eres de los que va para mirar, o eres de los que va creyendo que algo va a pasar en tu vida? Puede haber una multitud rodeando al Maestro, pero solo cuatro hombres se llevaron aquello que fueron buscando. Ellos no fueron buscando estar en un lugar para llenar un expediente; fueron buscando el milagro que necesitaban. No seas de aquellos que van a la casa del Señor, simplemente por ir. Si tú quieres que algo pase en tu vida, tú tienes que ser de los que va creyendo que algo va a pasar en tu vida. No te dejes llevar por la multitud. Las multitudes seguían a Cristo, pero él siempre se enfocaba en aquellos que creían. Puede haber miles de gente en un lugar, puedes pensar que el culto estuvo maravilloso; pero ¿quién cambió, quién fue transformado? Muchos llegan y salen igual; porque son los que van creyendo que algo va a ocurrir, los que han vencido el escepticismo y su amor les provoca a creer que algo tiene que pasar, son esos los que reciben el milagro.
Cuando miramos esta historia, observamos un lugar lleno de gente cuestionando, preguntando. Así va gente a la iglesia todo el tiempo. Miles nos ven por televisión, se conectan a través de Internet; pero no habría mayor satisfacción para este ministerio que un día poder verte caminando con el catre que Dios te trajo, saliendo con él por la puerta; porque Dios se llevaría toda la gloria. Ese sería tu testimonio; otros llegaron a ver, pero tú viniste creyendo. Otros llegaron a mirar, a cuestionar. Todos esos religiosos que cuestionaron no recibieron nada. Lo que captó la atención de Cristo no fue el pensamiento de aquellos que estaban cavilando en su corazón; les llamó la atención, trabajó con ellos, les demostró que estaban mal, pero lo que captó la atención de Jesús fue la fe de aquellos que fueron creyendo.
No vayas más a la iglesia simplemente para cumplir; ve creyendo. Esfuérzate por llegar, pero no vayas simplemente por pasar un rato; ve creyendo que algo va a pasar. Nos impresionamos por las multitudes; Jesús se impresiona por los que creen. Nos impresionamos porque la casa está llena; Jesús se impresiona si hay alguien que cree. ¿De qué sirve que se llene una actividad, si no hay alguien que vaya creyendo? En medio de una multitud, el que recibe un milagro no es el que fue a ver, sino el que fue creyendo. Escoge ser de los que cree.
Vas a encontrarte con gente que piensa que no te mereces lo que estás pidiéndole a Dios. Si algo tenemos que admirar de Jesús es su capacidad de caminar en medio de los pensamientos de los corazones alrededor de él. Nada de eso le afectaba. Vas a ir lugares donde van a cuestionar tus acciones; pero tú tienes que escoger no ser de los que simplemente va a mirar, a cumplir; tú vas creyendo. Solo los que creen, un día salen con su lecho en su mano, con aquello que les cargó, dándole gloria a Dios de que Él hizo la obra.
Decide que tú no eres de la multitud que va cuestionando. Si vas cuestionando, vas a encontrar algo que te ofenda; entonces no fuiste buscando tu milagro, sino algo que estuviera mal, fuiste con la mente incorrecta. Aquella gente, en su corazón, comenzó a pensar de esa manera, porque estaban buscando cualquier cosa para cuestionar a Cristo. En los tiempos que vivimos, vemos también multitudes de gente, pero van buscando las cosas incorrectas. Pero, en medio de la multitud, Dios siempre está buscando a ver quién cree. Y es esa la gente que capta su atención y sale con su milagro en la mano.
Decide ser de los que se acerca a Dios creyendo, y tú vas a ser de los que se lleva su milagro. Al ir a la casa del Señor, deja la ofensa, deja de buscar que toquen la música que te gusta en el devocional, deja de buscar que te complazcan. Tu solución está allí, y tú debes ir creyendo que Dios te lo va a dar.
Cancela en tu mente y corazón todo lo que te separe de creer, para que vayas con la expectativa de que Dios va a hacer algo grande en tu vida.