Los acontecimientos que transcurren invitan a reflexionar acerca del porvenir de la nación dominicana y el mundo; porque debe haber un campo de actividad espiritual que necesitan los pueblos para desarrollarse en el universo de personas que conviven y se relacionan dentro de una misma esfera social, algo que languidece y parece como si estuviéramos experimentando una sequía espiritual, y, lo peor de todo, nos creemos infalibles, que no fallamos nunca y que quien está equivocado/a es otro/a.
Vivimos en medio de una agitación violenta de la vida pública y en una convulsión política y social de tal magnitud, que de acuerdo a un informe global de homicidios correspondiente al año 2013 de la Organización de Naciones Unidas {ONU}, República Dominicana es el octavo país con más homicidios en Latinoamérica.
Y es que poco a poco nos hemos ido olvidando de los valores espirituales y las buenas costumbres familiares, la ética que nos enseñaron nuestros antepasados, y de las pequeñas cosas que nos hacen vivir, tales como hablar con Dios{orar}, amar, sonreir, saludar, decir buen día.. Dios te bendiga!!!, proceder a dar un abrazo, a solidaridad con el prójimo, a dar gracias por un favor recibido, a sentir compasión por los males ajenos y ayudar a remediarlos, a regalar una flor a ese ser especial que Dios puso a nuestro lado , a comunicar una felicitación de cumpleaños, estos valores de familia y de la sociedad se han disminuído entre otras simples acciones que como dijo el poeta Serrat, son pequeñas, pero que a veces, nos hacen «que lloremos cuando nadie nos ve.»
Es bueno resaltar que se ha ido perdiendo el respeto por la sana doctrina; esa es la realidad, y las cosas mundanales poco a poco han estado minando las enseñanzas auténticas de la palabra de Dios, siendo un mandato de Dios que el creyente está llamado a guardar y testificar en obediencia siempre, «Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor».{Hebreos 12:14}.
Mucha gente experimenta emociones que nada tienen de santidad, nada que ver con el verdadero significado de la vida, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, son cosas de la mente carnal que en la actualidad ocupa grandes espacios en la Iglesia del Señor Jesucristo, y el remanente fiel que siempre a existido, está llamado a razgar su vestidura ante tal abominación a Dios.
Dios advierte a Su Nación Santa en medio de una tremenda escacez de Santidad diciendo que en los tiempos del fin aparecerían hombres » que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a estos evita.» 2 Timoteo 3:5.
El creyente en Cristo debe cuidar su testimonio, y tener mucho cuidado con lo que ofrece la mente carnal donde todo se practica y se hace menos vivir una vida cristiana en la santidad demandada por Dios, gloria a Dios por habernos adquirido mediante la ofrenda de Jesucristo en el calvario para que viviéramos separado para ÉL, comunidad de fieles que mantiene una profunda comunión e intimidad con el rey y salvador Jesús por todo el resto de los días que le queda aquí en la tierra, como debe ser.
Dice el Apóstol Pedro por medio del Espíritu Santo:
-Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.- 1 Pedro 2:9.
Somos embajadores de Jesucristo en la tierra, y esto implica que nuestro testimonio debe reflejar el formato de la obra redentora que Jesucristo fabricó en nosotros con el sacrificio de su muerte en la cruz.
Déjame decirte que el cordero inmolado vive, y continúa invitando a salvación y vida eterna,»He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo». {Apocalipsis 3:20}.
Con su muerte nos ha resucitado juntamente con Él, siendo el pan vivo que descendió del cielo para que el que de él come, no muera.
La nación que se humilla y acepta a Cristo como Salvador y Señor, camina en prosperidad, bendiciones, Santidad y en victoria.
Aquí les dejo las siete palabras pronunciadas por Jesús antes de redimir a la humanidad de la muerte y del pecado.
1- Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (Lc. 23,34)
2- En verdad, en verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso (Lc. 23,43)
3- Mujer, he ahí a tu hijo; hijo he ahí a tu madre (Jn. 19, 26-27)
4- ¡Dios mio, Dios mío!, ¿Por qué me has abandonado? (Mc 15. 15,35; Mt. 27,46)
5- Tengo sed (Jn 19,28)
6- Todo está consumado (Jn. 19, 30)
7- Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (Lc. 23, 46)
Pastor Antonio Regalado