Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Santiago 3:14
Hemos considerado una que otras veces, de que la vida es injusta y tenemos menos de lo que merecemos. Pensamos que nuestros esfuerzos no corresponden con nuestra realidad y al ver a otros, nos formarnos la verdad de que quizás ellos tengan cosas que por su forma de actuar pudieran no merecer. Sin saberlo y sin darnos cuenta, se siembra uno de los sentimientos que más limita nuestro crecimiento y maduración: La Envidia.
La envidia es un sentimiento negativo, no sólo por el daño que genera sino por la facilidad con la que puede invadir el corazón. Contrarrestamos ese oscuro deseo con el amor, ese don espiritual que el Señor nos ha regalado. Que nos ha dotado con la maravillosa capacidad de amar a otros, profunda, verdadera y honestamente, sin ataduras, sin prejuicios. Pero con la envidia, disminuimos nuestra capacidad de amar, esto significa que sin dudas nos alejamos de Dios.
Si en algún momento tu corazón ha sido invadido por algún sentimiento de envidia, recuerda en ese instante, las bendiciones y el amor puro que el Señor te ha dado, sin sufrimientos, ni reclamos, expresados y otorgados para ti como creación única. Dios tiene un plan para tu vida; diariamente recuerda obrar en ese plan y has cambios positivos que te permitan entender y recorrer ese camino. Cuando determinas ser la persona que el Señor ha llamado a ser, encontrarás tu propósito y la envidia ya no tendrá espacio en tu corazón. Jehová te bendiga rica y abundantemente en este día, Amén.