Hermanas en la fe, me dirijo a ustedes con un corazón lleno de amor y comprensión. “Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra“. Estas palabras nos recuerdan que no estamos solas; nuestro socorro y fortaleza vienen del Señor. En cada desafío, en cada duda, Él está con nosotras.
I. RECONOCIENDO NUESTRO SOCORRO DE DIOS EN LA CREACIÓN
Al contemplar la creación, vemos la mano de Dios. “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmos 19:1). Cada amanecer es un recordatorio de su presencia constante. En la naturaleza, encontramos paz y un refugio para nuestro espíritu.
II. ENCONTRANDO EL SOCORRO DE DIOS EN LA PALABRA
La Biblia es nuestra fuente de consuelo y guía. “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Salmos 119:105). En sus páginas, encontramos las promesas de Dios y la certeza de su socorro. Que su palabra sea el alimento diario que fortalezca nuestra fe.
III. VIVIR EN COMUNIÓN CON DIOS
La oración nos conecta con Dios, nuestro mayor socorro. “Cercano está Jehová a todos los que le invocan” (Salmos 145:18). En la intimidad de la oración, compartimos nuestras cargas y recibimos su fuerza. Que la oración sea nuestra primera respuesta, no nuestra última esperanza.
CONCLUSIÓN
Amadas hermanas, hemos compartido juntas la certeza del socorro de Dios. Lleven en su corazón la seguridad de Su amor y protección. Les invito a difundir este mensaje de confianza y fortaleza a otras mujeres en su comunidad.
Que cada día sea una oportunidad para experimentar el socorro de Dios en sus vidas. Y recuerden, en cada momento de necesidad, levanten sus ojos al cielo. ¡Nuestro socorro es el Señor!
