“Porque así dijo Jehová el Señor, el Santo de Israel: En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza. Y no quisisteis.” Isaías 30-15
Vivimos en un mundo que premia la velocidad, que impulsa a actuar, decidir, producir y responder sin descanso. Sin darnos cuenta, llevamos ese ritmo también a lo espiritual: queremos respuestas rápidas, soluciones inmediatas, y a veces, sin decirlo, esperamos que Dios se ajuste a nuestro apuro.
Pero este versículo nos recuerda un principio eterno: nuestra salvación y fortaleza no están en hacer más, sino en detenernos más. En el descanso —que no es pasividad, sino confianza plena— encontramos salvación. En la quietud —que no es silencio forzado, sino reposo del alma— hallamos fuerza real.
El Señor no se manifiesta en medio de la ansiedad, sino en el reposo de quien se rinde. No se revela en la desesperación, sino en la confianza del que espera en Él.
Dios sigue hablándonos hoy como al pueblo de Israel: “En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza.” Pero también nos confronta con la segunda parte del versículo: “Y no quisisteis.”
¿Cuántas veces hemos elegido el ruido en lugar del reposo? ¿La acción en lugar de la oración? ¿El control en lugar de la confianza?
Hoy es tiempo de volver. De callar el alma. De confiar, incluso cuando no entendamos. De reposar, incluso cuando el mundo corra.
Señor, perdóname por tantas veces en que elegí la prisa en lugar del reposo, el hacer en lugar de esperar en Ti. Hoy me rindo de tu palabra. Enséñame a descansar en Tu fidelidad, a guardar quietud cuando todo me presione, y a confiar en Ti como mi verdadera fortaleza. Que mi alma se alinee a Tu paz, y que mi fe descanse en Tu soberanía. En el nombre de Jesús.
