Cuando decimos que tenemos fe, nos estamos refiriendo a que creemos o confiamos en alguna cosa en particular. La fe tiene muchas aristas y no siempre sigue el camino correcto que lleva a la eternidad. Cuántas veces cuando vamos a un médico por alguna dolencia hemos dicho:-“Yo tengo fe en el Dr. X”.
Nuestra fe puede estar depositada en tantas cosas, como tantas sean nuestras necesidades, incluso en cosas inanimadas como piedras o metales. El artífice hace una escultura, le pone un nombre cualquiera y ante ella nos postramos, somos tan necios que le imprimimos vida en nuestra fantástica imaginación a objetos hechos por manos de hombres, ignorando que al Dios eterno y verdadero no lo podemos palpar.
Cansados estamos de entrar a casas y cuando cierran la puerta ver detrás de ella vasijas de barro con cosas metálicas y piedras con caracoles, todas estas cosas que Dios ha creado para nuestro disfrute, deformadas por las manos del hombre, supuesta obra suprema de la creación.
El hombre se ha dedicado a defraudar a lo largo de la vida a quien lo creó, tiene la posibilidad total de vivir el Espíritu Santo de Dios en su vida y elige tocar una piedra. En su afán por manipular a Dios cree que lo puede encerrar en vasijas de porcelana. Nuestra inseguridad no tiene límites y se desboca perseverando en controlar su vida y a Dios incluido en ella.
¿Cómo podemos escoger adorar una imagen o un objeto antes que al Dios verdadero? Necios, inseguros, torpes, no existe una palabra que defina nuestra actitud ante un Dios que se revela en su creación, nuestra suerte es que aún así, ese Dios nos ama con un amor que nunca podremos entender y que espera por que un día nos demos cuenta que Él es todo cuanto necesitamos.
A través del tiempo, Dios sigue ahí, nosotros llegamos, nos vamos, pero Él permanece inmutable, las imágenes se rompen, algunas incluso están reparadas, pero nuestro Dios no se rompe, no necesita reparaciones, Él es el Dueño, el Creador y nuestra vida reposa en sus manos. “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia;” Deut 30.19
Estas palabras aún hoy llegan a nosotros con una fuerza arrolladora. Es por eso que tenemos que definir en qué tenemos depositada nuestra fe, para que la noche no nos sorprenda y podamos decir como dijo el apóstol: “Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día”. 2 Tim 1.12