¿Qué nos pasa en las iglesias que todo el tiempo andamos criticándonos unos a otros, y creyendo que somos mejores que los demás? Esto sucede con la mayoría de servidores y ya no se diga cuando hay varios pastores, la rivalidad es tan grande que se forma una contienda entre ellos porque todos se creen ser el mejor, algunos argumentan que son más pastores que los otros porque fueron ordenados del seminario tal, o yo si soy pastor porque tengo obra. Criticamos a nuestros consiervos sin pensar que Dios no nos ha mandado a eso.
El ministerio pastoral se ha convertido en un show tratando de mostrar quien es el mejor. Se nos ha olvidado que no es con sabiduría humana que se predica la Palabra de Dios. Además se ha perdido el objetivo del culto, que es alabar y adorar a Dios y exponer la Palabra para edificación de la Iglesia para que el “llamado eficaz” se cumpla, porque nuestra tarea es predicar a Jesús para que los elegidos reciban la Palabra y se conviertan de sus malos caminos.
I. ¿Por qué hay tantas divisiones en la iglesia?
1 Corintios 1:10,17,26-29 “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer…Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo… Co 1:26 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia.”
Hservicio a Dios, culto, jesus, sirviendoermanos Dios no nos ha mandado a predicar nuestra palabra o mejor dicho, nuestra sabiduría humana o personal, sino su Palabra. Así que no nos creamos sabios, ni mucho menos superiores a otros, porque Dios escogió a lo más vil del mundo y lo menospreciado, y dice Pablo:
“y lo que no es, para deshacer lo que es” para que nadie se jacte en su presencia.”
Así que si alguien no es nada, Dios hará que sí lo sea; y al que cree que es, Dios lo rebajará para que nadie se pueda jactar.
Dios no eligió filósofos, oradores, estadistas ni hombres ricos o poderosos para publicar el evangelio de gracia y paz. Él Juzga mejor cuáles hombres y qué medidas sirven los propósitos de su gloria.
Nadie tiene derecho a gloriase a sí mismo, sino en el Señor.
1 Corintios 1:31 “Para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor”.
II. Pablo nos muestra cómo debe de ser nuestra actitud en el servicio a Dios.
1 Corintios 2:1-5 “Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.”
Esta debe de ser la actitud correcta del ministro de Dios. Predicar el testimonio de Dios, no el nuestro, y hacerlo con humildad no vanagloriándonos de nuestras habilidades personales para exponer la Palabra o de nuestra sabiduría. Pablo tuvo una meta bien clara, se propuso no saber nada que estuviera fuera del tema de la predicación de Cristo y de su sacrificio expiatorio en la cruz. Realmente ninguna habilidad nuestra importa, ni siquiera si somos elocuentes o no, lo que importa es Cristo.
El tema principal de la predicación o el servicio debe de ser Cristo. Pocos saben el temor y el temblor de los ministros fieles por el profundo sentido de su propia debilidad. Ellos saben cuán insuficientes son, y temen por sí mismos. Cuando nada sino Cristo crucificado es predicado con claridad, el éxito debe ser enteramente del poder divino que acompaña a la palabra, y de esta manera, los hombres son llevados a creer, a la salvación de sus almas.
III. El culto debe de ser una adoración a Dios con toda nuestra humildad.
1 Corintios 3:18-23 “Nadie se engañe a sí mismo; si alguno entre vosotros se cree sabio en este siglo, hágase ignorante, para que llegue a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios; pues escrito está: El prende a los sabios en la astucia de ellos. Y otra vez: El Señor conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos. Así que, ninguno se gloríe en los hombres; porque todo es vuestro: sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.”
Cuando tenemos una opinión elevada de nuestra propia sabiduría, esto no es más que un auto-engaño, porque para Dios esto es una necedad, porque Dios puede confundirnos e impedir nuestro progreso con una gran facilidad.
Pablo nos enseña que el pensamiento de los hombres más sabios del mundo son vanidad, debilidad y necedad. El dice que “nadie se engañe a si mismo” que debemos de aprender a ser humildes y ponernos a la disposición de ser enseñados por Dios para que las pretensiones humanas no nos desvíen de las claras verdades reveladas por Cristo. Que Cristo es el Señor de nosotros y que debemos reconocer su dominio y someternos alegremente a su mandato, porque Dios en Cristo, reconciliando a sí mismo al mundo pecador, y derramando las riquezas de su gracia sobre un mundo reconciliado, es la suma y la sustancia del evangelio.