La primera tentación de Adán vino por la comida; pero ni Adán ni Eva tenían hambre. Comieron por capricho; se les abrieron los ojos emocionales y mentales, y pensaron que sería mejor que la comida que tenían. Por eso comieron de aquel árbol, y aquel acto de desobediencia es lo que provoca y desencadena todo lo que ya conocemos. Es curioso que, luego de haber sido empoderado por el Espíritu Santo, la primera tentación que sufre Jesús es porque tiene hambre. El primer Adán no tenía hambre ni necesidad. Jesús somete su carne, y al hacerlo, la lleva a un estado de hambre que abre la puerta para que el enemigo llegue y lo tiente, diciéndole: si eres Hijo de Dios, cambia estas piedras en pan. A lo que Jesús le dice: no tan solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
En la Biblia, el pan y el concepto del Padre siempre los vemos juntos. El pan es demostración de la provisión de Dios. Muchos ven aquella tentación como una dirigida a que Jesús dudara de su identidad como Hijo; y es cierto en un ángulo; pero el ángulo más profundo no era para que dudara de su identidad como Hijo, sino de la identidad de Dios como Padre. Lo que hizo que el hijo pródigo volviera a su casa es que, sin importar que él estuviera en dificultades, con los cerdos, él sabía quién era su padre. Él ya no se sentía hijo, pero en esta vida no se trata de que tú te sientas hijo, o no. Mientras tú reconozcas quién es tu Padre, Él te va a levantar. Son dos niveles diferentes. Y el problema es que la gente, aun los cristianos, nos centramos en nosotros, sin darnos cuenta que, mientras más nos centremos en nosotros, más problemas vamos a tener. Nunca se ha tratado de ti. Siempre se ha tratado de Dios.
Nunca se ha tratado de tu buena autoestima, de que tú te sientas bien. Siempre se ha tratado de que reconozcas quién es Dios, que conozcas quién es Él, que a pesar de tu condición, aunque estés con los cerdos, tú entiendas que Él sigue siendo tu Padre. Si tú conoces quién es tu Padre, tienes oportunidad de ser restaurado. Pero el mundo en que vivimos quiere devolverle la identidad al hijo pródigo, limpiarlo de la comida de cerdos, ponerlo presentable ante el padre, pero si él no cree que el papá lo va a perdonar y que el papá lo puede llevar a una dimensión mayor, nada va a pasar. Y mira si el concepto es poderoso, que el hijo decía: por lo menos, me hará un jornalero. Ahí es donde vemos que es el padre quien lo llama hijo.
Con su reacción ante la tentación, Jesús demostró tres cosas que tú necesitas entender:
- Tú no eres tu propio proveedor. El día que tú piensas que eres tu proveedor, ese día caes en tentación. Jesús dice: no necesito proveerme, mi Padre me va a proveer.
- El Padre sabe más de lo que tú necesitas. Jesús dijo, en otras palabras: el Padre es el que determina lo que realmente necesito o no; yo no sé tanto, mi Padre sabe más. Los hijos piensan saber lo que necesitan; ahí es que se meten en problemas. Mientras tú tienes la consciencia correcta de quién es tu Padre, te das cuenta que Él te da lo que Él sabe -y no lo que tú piensas, que necesitas. Por eso no caes en tentación.
- Más importante que lo que dices, es lo que oyes del Padre. Jesús estaba diciendo: yo puedo cambiar estas cosas, pero más importante en mi vida no es lo que yo digo, lo que puedo hacer, sino lo que oigo que el Padre me dice. Por eso venció la tentación en ese momento.
No tan solo hablamos de vencer la prueba, sino de pasarla, de pasar los momentos difíciles. Cuando hablamos de tentación, podemos estar hablando de la parte carnal, del pecado; pero cuando hablamos de prueba, podemos pensar entonces cómo vencer los momentos difíciles. Integridad no es igual a cero problemas. Hacer las cosas bien, servir a Dios no es igual a cero problemas. José hizo bien en no acostarse con la esposa de Potifar, pero terminó preso. Eso es lo que hace que muchos cristianos cuestionen que, si están haciendo las cosas bien, entonces por qué les pasan ciertas cosas, por qué Dios no los cuida de ciertas cosas; entonces, lo que comienzan es a cuestionar su relación con Dios. Integridad no es libertad de problemas, sino que permaneces siendo quien eres realmente, a pesar de los problemas.
Como creyentes, es importante que entendamos ciertos conceptos que vemos en la Biblia. Los apetitos de nuestra carne, el apetito natural de un hombre, está hecho para buscar nutrición, no satisfacción. Cuando a Jesús le dio hambre, no era para comerse un postre. Es normal que tengas apetito. El apetito es uno de los conceptos importantes para vencer la tentación porque tú vas a tener deseos en tu carne, apetitos, cosas que vas a desear. El apetito no es malo, es necesario; pero fue puesto para buscar nutrición, y no complacencia, no para buscar placer. Uno de los problemas en nuestra sociedad es que la gente come por placer, no por nutrición; comen para sentirse bien. Está comprobado que las comidas tienen ingredientes que lo que van es a satisfacer tu cuerpo, tu mente, provocando incluso adicción, que sientas una cierta alegría, aunque después experimentes culpa, ya sea porque subas de peso o llegue alguna otra complicación médica. Así que, el apetito no es malo; es bueno, mientras tu reacción sea buscar nutrición. Aplicando este concepto a lo espiritual, podemos decir que en tu espíritu también vas a tener apetitos. En tus emociones, vas a tener apetitos. Vas a sentir el deseo de estar con alguna persona, de no estar solo; apetito de ambición, de querer, de lograr. Unos tienen más ambición que otros, y no hay problema con eso, el punto es que todos tenemos apetitos emocionales y espirituales. La pregunta es cómo tú los satisfaces, ¿con algo que te nutre, o con algo que te causa mayor problema? ¿Cómo satisfaces el apetito de no estar solo? ¿Llamando al número que debiste borrar hace quince años? ¿O comienzas a sostenerte de lo que realmente necesitas y es correcto para que puedas entonces vivir una vida nutritiva espiritual y emocionalmente? Esa decisión es tuya. Siempre vas a tener hambre. Apetito vas a tener. Es imposible no tenerlo. El que no lo tiene es porque está muerto. Apetito siempre vas a tener. La pregunta es: ¿qué tú estás escogiendo para nutrirte? ¿Te está haciendo daño eso que estás escogiendo?
¿Qué provoca apetitos, deseos en nuestra vida? Una de las cosas que provocan ciertos apetitos, ciertos deseos en nuestra vida, son los problemas, las dificultades. Las situaciones difíciles que vivimos nos hacen pensar que debemos tener un tiempo de descanso, que debemos disfrutar de algo, que debemos gozar por un momento; entonces, comenzamos a desear cosas que realmente no van a traer nutrición a nuestra vida. Solo los que terminan la carrera en fe y con fe son dignos de Dios; no son los que terminan la carrera sin problemas, sino los que la terminan en fe y con fe, a pesar de los problemas.
Hebreos 11 nos habla de los héroes de la fe, de cómo Abraham y Noé y Enoc tuvieron una gran fe. Y uno comienza a admirarlos, a decir: quiero ser como ellos, tener esa fe. Pero de momento, el capítulo comienza a cambiar. Seguro tú nunca has dicho: quiero ser como Raab. Raab era una prostituta, una ramera. Podemos hablar de ella y ministrar, y hasta por un momento dado identificarnos con ella, pero de ahí a que tú le pidas a Dios que te haga como Raab, suena raro. Ese como que no pensamos que es el prototipo correcto de lo que debería pasar. Así que el capítulo comienza a tener un giro diferente a lo que nos venía mostrando.
“32 ¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas; 33 que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, 34 apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros. 35 Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección.” Hebreos 11:32-35
Estos versos continúan hablándonos de grandes victorias alcanzadas por grandes hombres y mujeres de fe, pero ya en ese verso final, esa última parte nos habla de unos que prefirieron morir, sabiendo que era mejor morir, antes que salir corriendo porque la resurrección eterna es mejor que la vida huyendo. Y eso también es fe. Pero la gente quiere la fe de taparles la boca a los leones. La gente considera fe únicamente a hacer que los ejércitos huyan.
“36 Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. 37 Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; 38 de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra.” Hebreos 11:36-38
Seguimos hablando de hombres de fe. No ha cambiado el tema. No te está diciendo que los de arriba tenían fe, y estos no. Estos están incluidos en lo mismo que los de los versos anteriores; lo que pasa es que el final natural de algunos no fue como lo habían pensado o planificado. Hay quienes quieren construir como Noé, pero nunca han tenido su casa; son de los que andan de aquí para allá. Aún así, mira la grandeza de toda esta gente, que dice que el mundo no era digno de ellos. Estos versos son profundos. Esta gente son considerados hombres y mujeres de fe, y pasaron vituperios y problemas. Su final no fue el mismo que el de otros, pero algo los sostuvo durante todo el tiempo, y lo que Dios reconoció en sus vidas fue la fe en medio de cada complicación, de cada necesidad. No desearon lo natural, no permitieron que su apetito natural hiciera que cedieran y entregaran la fe que habían tenido, lo que habían creído. Los finales no siempre son como los queremos, pero la fe tiene que permanecer a pesar que el final que estás viviendo, que la época que estás viviendo, no necesariamente es lo que tú pensaste que pasaría. Y no puedes permitir que las circunstancias que estás viviendo en este momento te hagan escoger un final diferente y hagan que tú cedas a la tentación y no pases la prueba.
Lo único que nunca te puede faltar en tu vida es la fe. Puede faltar una casa, pero que la fe no falte; puede ser que hablen mal de ti, pero que la fe no falte. El día que tú cedes a tu fe en el Señor por lo que estás pasando, vas a buscar apetito de otras cosas. El día que te comienzas a quejar porque te vituperan, porque te persiguen, entonces, vas a abrir el apetito del reconocimiento de los demás, de hacer las cosas por agradar a la gente; y el día que buscas agradar a la gente, vas a dejar de agradar a Dios. El apetito de agradarle a alguien no es problema, es correcto; ahora, hay una forma de nutrirlo, y una forma de vivir mal; hay una comida chatarra, y una buena. Si tú lo que buscas en ese apetito es satisfacer el reconocimiento de los hombres, estarás comiendo comida chatarra, pero si buscas agradar a Dios, en medio de lo que te pasa, tu fe será exaltada delante de Aquel que tiene que ser exaltada, que es el Dios Todopoderoso. Esa es la diferencia.