Dejarnos deprimir por nimiedades no solo es absurdo, sino que además no es agradable para las personas que están a nuestro alrededor. Hay personas que tienen la habilidad de magnificar el menor contratiempo, convirtiendo la inconveniencia más común en una tragedia de grandes proporciones.
Por nuestro bien es necesario que aprendamos a catalogar los sucesos en nuestra vida desde una perspectiva realista. Hay grandes problemas y hay problemas menores. La atención que demos a unos y a otros, y los efectos de ellos en nuestro ánimo y bienestar, nunca podrán ser los mismos. Las personas que se relacionan con nosotros respetarán y valorarán nuestra inteligencia emocional cuando corroboren que nuestros sentimientos y reacciones se corresponden con los problemas en que estamos envueltos. Lo contrario ocurrirá cuando descubran que estamos exagerando nuestros males o enfermedades y quejándonos por cualquier cosa constantemente.
Recuerdo a un joven grande y fuerte que todos los días se lamentaba de manera exagerada de un dolor o un malestar nuevo. Era tan fuerte y su apariencia tan saludable que los otros jóvenes de la iglesia se reían de él constantemente sin hacer caso a sus lamentos. Tal vez él lo hacía por llamar la atención porque sentía necesidad de afecto, pero lograba precisamente lo contrario. Un día se ofendió porque otro joven de la iglesia le llamó e intentó aconsejarle:
—Cuando te sientas mal de verdad, nadie te va a hacer caso.
Todos debemos enfrentar la vida con una actitud de fe y esperanza que no decaiga ante males menores que en definitiva son comunes a todos por igual. Aceptar y resolver las pequeñas dificultades con naturalidad y buen ánimo, nos prepara para enfrentar las grandes pruebas que a todos llegan.
La Biblia dice: Tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Más tenga la paciencia su obra completa para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna (Santiago 1:3). Con ello no quiere decir que debemos saltar de alegría cuando nos veamos envueltos en dificultades, porque ello también sería una reacción insensata.
Lo que nos enseña es que podemos ir aprendiendo y creciendo en cada problema que enfrentemos. Las pruebas debemos utilizarlas como oportunidades para adquirir experiencia y espiritualidad. No hay mayor satisfacción que saber que con la ayuda de Dios vamos venciendo los muchos inconvenientes que nos presenta la vida. El Dios que nos ayuda a enfrentar y vencer los males menores es el mismo que nos dará la victoria cuando nos veamos envueltos en alguna dificultad o problema mayor.
¡Dios les bendiga!