La paz verdadera no es solo la ausencia de guerra o conflicto, sino una armonía profunda que surge de nuestra relación con Dios. Debemos confiar en Él en nuestras batallas y creer que Él está obrando todas las cosas para nuestro bien. Nuestra salvación y triunfo no vienen a través del poder humano o las armas terrenales, sino del poder de Dios y la paz que Él trae. Como seguidores de Cristo, estamos llamados a ser embajadores de paz y llevar este mensaje a todo lugar.
En un mundo lleno de batallas y conflictos, es esencial que recordemos que nuestra salvación no viene por medios terrenales. Las luchas que enfrentamos en la vida no pueden ser conquistadas solo con la fuerza de espadas y lanzas. En cambio, hay un poder superior en acción, un poder que trasciende el ámbito físico.
Como seguidores de Cristo, estamos llamados a ser embajadores de paz. Así como Jesús instruyó a Sus discípulos a saludar a cada hogar con las palabras, «Paz a esta casa», nosotros también debemos llevar el mensaje de paz dondequiera que vayamos. Pero, ¿qué significa esta paz?
La paz no es simplemente la ausencia de guerra o conflicto; es una armonía profundamente arraigada que brota de nuestra relación con Dios. Es un estado de tranquilidad que sobrepasa todo entendimiento. Esta paz no depende de circunstancias externas sino que brota de una confianza inquebrantable en el Señor.
Cuando nos encontramos con desafíos y dificultades, nuestra tendencia natural puede ser confiar en nuestra propia fuerza y recursos. Sin embargo, debemos recordar que la verdadera victoria está en entregar nuestras batallas a Dios. Él es quien pelea por nosotros y nos trae liberación.
La historia de David y Goliat en el Antiguo Testamento sirve como un poderoso recordatorio de esta verdad. David, un joven pastor, se enfrentó a un gigante aparentemente invencible con nada más que una honda y una piedra. Sin embargo, sabía que su fuerza no procedía de sus armas sino del Señor. Con fe inquebrantable, declaró: «Esta asamblea debe saber que el Señor no salva con espada y lanza».
Asimismo, en nuestras propias vidas, nos enfrentamos a Goliat, situaciones que parecen insuperables. Sin embargo, no estamos solos en nuestras batallas. El Señor pelea por nosotros y Su victoria está asegurada. Nuestro papel es confiar en Él, hablar paz en cada circunstancia y creer que Él está obrando todas las cosas para nuestro bien.
Hoy, recordemos que nuestra salvación y triunfo no vienen a través del poderío humano o las armas terrenales. En cambio, confiemos en el poder de Dios y la paz que Él trae. A medida que avanzamos, nuestras palabras y acciones son un testimonio de Su paz, transformando vidas y brindando esperanza a un mundo necesitado.
Fuente:
Pastor Ernst Diehl, congregación León de Judá