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El verdadero objetivo de la palabra de Dios

En la historia de la mujer samaritana, ¿le dio Jesús realmente el agua que ella pidió? Jesús la pone a ella en el momento de desear el agua que él tiene para ella, la lleva al punto de decir: yo quiero de esa agua. Y tenemos que pensar si el Señor le dio de esa agua. Y la respuesta es que sí. Lo primero que representa esa agua en tu interior, que salta para vida eterna, es cuando, a través de un encuentro con Dios, primero conoces quien tú eres.

La palabra de Dios tiene que tener dos efectos en tu vida. Cada vez que tú te conectas, la Palabra tiene que revelar dos personas: revelar quién tú eres, y quién es Dios. Si en un servicio solo se revela quién es Dios y no quien tú eres, tú no sabes qué es lo que tú necesitas de Dios porque saber meramente quién es Dios, no quiere decir que tú vayas a poder aplicar ese conocimiento en tu vida y vivirlo. Tienes que saber quién tú eres, dónde estás, lo que has hecho, y conocer a Dios. Y luego de conocer a Dios, de conocerte a ti, entonces, ahí tienes vida eterna porque ahí es que ocurre la transformación.

Cuando Jesús está hablando con ella, y ella le dice que quiere de esa agua, podríamos pensar que el Señor le dio de esa agua inmediatamente, que le dijo: recibe del Espíritu Santo, sé llena, arrepiéntete. Pero lo que el Señor le dice es: tráeme a tu marido. Y ella dijo: no tengo. Jesús respondió: bien has dicho; cinco has tenido, y el que tienes ahora, no es tuyo, a alguien se lo quitaste, por eso estás aquí sola. Porque ella estaba sola en el pozo, en la hora más caliente, donde nadie iba a sacar agua porque ella había vuelto toda su ciudad tóxica para sí misma; nadie quería estar con ella, no podía convivir con nadie, todo lo que había hecho era desperdicio en su caminar, y ya no tenía vida ella en el lugar en que se encontraba. Por eso se encontraba en aquel lugar sedienta, física y espiritualmente. El Señor la enfrentó: cinco maridos has tenido, y el que tienes ahora no es tuyo. Cuando ella fue a evangelizar, volvió a la ciudad y le dijo a todos: me encontré con un profeta que me dijo todo lo que he hecho.

En el tiempo de hoy, la gente quiere profetas para que les digan lo que va a pasar en el futuro. Pero la gente no se da cuenta que el futuro no existe. Todos los profetas que profetizaron en el pasado, profetizaron en tiempo presente. Isaías: mas él herido fue, molido por nuestros pecados, el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. En esta profecía de Isaías, todos los verbos están en pasado. Él no dice que será molido por nuestros pecados, dice que ya lo fue. Los profetas verdaderos nunca profetizan de lo que viene, sino de lo que ya pasó, de lo que ha ocurrido. La fe no es por lo que viene, sino por lo que está pasando ahora; es cuando ahora te das cuenta de lo que ya Dios hizo. Todavía Cristo no había venido físicamente, pero él dice: mas él herido fue por nuestra rebeliones, molido por nuestros pecados, el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Porque la única manera que Jesús aparecería en la tierra, es que ya Dios lo hubiese entregado. Y la fe no es por lo que va a pasar, sino por lo que ya pasó en la cruz del Calvario.

Los profetas del Antiguo Testamento lo que hacían era descubrirle a la gente lo mal que estaban. Porque cómo tú puedes cambiar tu mañana -que no existe – si tu hoy -que existe – no lo cambias. No hay mañana porque, cuando llegas a mañana, ya es ayer; así que lo que te queda es hoy. Entonces, cómo tú mañana vas a ser diferente, si no entiendes que lo único que tienes es hoy porque, cuando llegues a mañana, ya mañana es hoy y, en cuestión de segundos, es ayer.

Cuando termines de leer estas líneas, ya este momento habrá pasado, así que lo único que tú tienes ahora es esto; y lo que va a cambiar el próximo minuto en tu vida es cuán consciente tú estás en este minuto de lo que Dios está haciendo. Por eso es que no hay mañana; lo que hay es hoy. Y cuando el profeta profetiza, lo que profetiza fue lo que pasó para que cambies hoy, basado en lo que ya Él hizo.

Cuando Jesús fue a predicar, ¿qué hizo? Él comenzó a predicar y predicar, y la gente le siguió. La gente le sigue, y ahora no tienen dónde comer. Y ahora Jesús les da los panes y los peces a la gente porque surge una necesidad. Pero ¿por qué surge una necesidad? Por el deseo de oír la Palabra. Jesús no suplió una necesidad que no existiera y que no fuera producto de la Palabra. El que la gente quiera oír la Palabra, produce que haya necesidad; y cuando la palabra que tú escuchas produce necesidad, esa misma palabra multiplica los panes y los peces. Eso de decir que la gente debe ir a la iglesia por los panes y los peces es un error. Jesús nunca hizo campaña de panes y peces para traer a la gente. Lo que traía a la gente era la Palabra; y después que él les predicaba, entonces, la necesidad se veía, y ahora era suplida porque, cuando tú eres enfrentado con la Palabra, lo primero que conoces es lo que te hace falta, dónde tú estás, lo que necesitas; y ahora puedes conocer quién es Él. Si a través de la Palabra, solo te mostramos lo mal que tú estás, eso es religión. Pero si, cuando estamos en la palabra, te mostramos dónde tú estás y quién es Él, y te damos curiosidad de quién es Él, ahora se pueden conectar las dos cosas y tu vida cambia para siempre.

Mira la manera de evangelizar de Jesús. Nadie hoy utiliza esa manera de evangelizar. Con la mujer samaritana, se paró frente a ella y le dijo: dame de beber. ¿Quién se atreve hoy a evangelizar así, pidiéndole a alguien a quien pretenda ganarse para el Señor? Eso fue lo que hizo Jesús. Pero nosotros damos porque pensamos que así el corazón se ablanda. Pero la gente no se da cuenta que, cuando la mano está extendida, si el corazón no está extendido para recibir, solo le diste la mano; y no se dan cuenta que darle la mano a una persona no es lo que cambia su vida, sino que es cuando cambia el corazón. Entonces, Jesús, antes de darle del agua que ella realmente necesita, lo que hace es pedir de ella para que ella se dé cuenta de lo que ella realmente necesita porque un verdadero encuentro con Dios siempre te revela dos cosas: quién eres, y quién es Él. Y ahí es que tu vida cambia, se transforma para siempre; ahí es que tú puedes realmente ahora meter a Dios en tu mundo y en tu vida y experimentar la transformación.

Fuente:
Pastor Otoniel Font | Puerto Rico

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