JEREMIAS 30:17 Casi todas las personas tenemos cicatrices, y siempre una cicatriz nos trae a la mente un recuerdo, y generalmente un recuerdo doloroso.
¿Qué es una cicatriz? Es una señal o marca que queda en la piel después de cerrarse una herida, una Impresión profunda y duradera que deja en alguien un hecho doloroso.
Este día vamos a reflexionar sobre el segundo concepto de la palabra cicatriz, esa impresión profunda y duradera que nos deja en la vida un hecho difícil o doloroso que nos ha tocado vivir.
¿Que puede ser una cicatriz en nuestra vida? Un recuerdo doloroso, una experiencia, un fracaso, una perdida, etc.
Seguramente nadie quisiera tener cicatrices en su vida pero nuestras cicatrices tienen un gran valor por todo lo que nos recuerdan:
NOS RECUERDAN LAS BATALLAS QUE HEMOS PELEADO (GÉNESIS 32:30-31) Los guerreros y los soldados se sienten orgullosos de sus cicatrices, pues significa que pelearon la batalla y salieron victoriosos.
Nuestras cicatrices nos recuerdan que con la ayuda de Dios peleamos la batalla y él nos dio la victoria (Jeremías 15:20)
NOS RECUERDAN LAS LECCIONES APRENDIDAS (ISAÍAS 1:28) La gran mayoría de cicatrices de nuestra vida son a causa de nuestro pecado y de nuestra desobediencia.
Esas cicatrices nos recuerdan que debemos obedecer al Señor y apartarnos del pecado pues siempre el pecado traerá consecuencias a nuestra vida, es decir que las cicatrices nos ayudan a vivir con temor de Dios en nuestra vida (Proverbios 8:13)
NOS RECUERDAN LAS OFENSAS PERDONADAS (MATEO 18:35) El perdón es el mejor cicatrizante que hay para el corazón, el perdón permite que la herida de nuestra alma sea sanada, el perdón no hace que la herida ya no exista, pero hace que cicatrice y que no duela más.
NOS RECUERDAN LA DISCIPLINA RECIBIDA DE PARTE DE DIOS (PROVERBIOS 27:6) Las heridas que el Señor permite en nuestra vida para disciplinarnos son motivadas por el amor y por su fidelidad (Hebreos 12:6)
Para muchos de nosotros cuando vemos nuestras cicatrices nos hacen recordar las heridas que el Señor permitió en nuestra vida para acercarnos a él y nunca más pensamos en volver atrás.
Las cicatrices de nuestra vida tiene un solo propósito: demostrarnos que solamente Jesús tiene el poder para sanarnos. (Jeremias 33:6)