La película ‘El ladrón de orquídeas’ actuada por Nicolas Cage, es toda una muestra de cómo un hombre puede dialogar consigo mismo distorsionando la realidad que está viviendo, pero hay una parte de la película que vale todo el resto y es donde un gemelo le dice al otro algo así:
-El día que le confesaste tu amor a…, yo estaba escuchando y cuando te alejaste vi como ella se burlaba de ti con otros jóvenes, que bueno que tú no lo oíste, porque yo lo sentí como para mí.
A lo que el otro respondió: -Yo sí lo oí, pero ya había decidido amarla y me sentí feliz de decírselo, aunque ella no me pudiera dar lo mismo.
En nuestra vida, constantemente tenemos que hacer cosas por otros, ayudar a otros, amar a otros, pero cuando estas cosas se hacen esperando algo a cambio, es cuando pierden el encanto.
Las personas endeudadas, en vez de acercarse a sus deudores huyen de ellos, pues estos se convierten en una imagen en sus mentes y esta imagen es insoportable.
No siempre la deuda es monetaria, puede ser un hijo al cual su madre siempre le está exigiendo que la ame reclamándole a cada minuto que está endeudado con ella por el tiempo que le dedicó para criarlo. Puede ser una esposa que le reclama a su esposo agradecimiento por ser casi su esclava.
Pensemos por un momento en lo que sentimos cuando hacemos favores a otra persona y el día que necesitamos de ella y nos dice: – No. Eso sin hablar de las veces que pedimos el favor pensando de antemano que esa persona está en deuda con nosotros.
Esperamos que los demás nos sirvan como nosotros queremos y el día que no pueden hacerlo nos molestamos sin considerar en lo más mínimo que tienen todo el derecho de decidir dar una negativa y esto no quiere decir que amen menos a Dios. Mejor averigüemos por qué esa persona tuvo que negarse, quizá detrás de su negativa se esconde algún dolor o tribulación y estamos desperdiciando el momento que Dios nos pone para ayudar.
Aunque no lo creamos así, esto es una forma sofisticada de esclavizar a alguien. Hay muchos hermanos que se sienten culpables por no saber decir que no y quedar como personas volubles y despreocupadas.
Cristo nunca esperó nada a cambio y se dio por entero. ¿Quién nos dice que tenemos que ser deudores de las personas que amamos? El amor no espera retribución.
La gente nos sigue juzgando por nuestras actitudes, mostremos siempre el incondicional amor que nos salvó de la ruina espiritual.
“…ruego que arraigados y cimentados en amor, ustedes sean capaces de comprender con todos los Santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento, para que sean llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios” Efesios 3.17-19
Lectura sugerida: Mateo 18: 23-35