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El valor de la renunciación

Una de las preguntas que se hace a una persona que decide convertirse al judaísmo es el lugar donde vive. Si esta persona responde que vive a una distancia mayor de 2 Km de la Sinagoga, no le aceptan la solicitud para iniciar el proceso de conversión. Se le exige trasladarse a vivir a esa distancia.

La explicación es que la persona debe sacrificar algo por tener una vida espiritual plena considerando un sacrificio el tener que vender su casa y comprarse una nueva. La distancia entre la casa y la Sinagoga puede ser causa de que la persona no asista a ella, en fin, tratan de preverlo todo.

Cuando los que no nacimos en el Evangelio miramos nuestra vida anterior a Cristo notamos que hay una infinidad de cosas que hacíamos y ya no hacemos, pero la pregunta es: ¿Ha sido un sacrificio?

Si analizamos lo que éramos y lo que somos, lo que teníamos y lo que hemos ganado, la objetividad con que vivíamos y cambiamos por la esperanza viva, nos damos cuenta de que no ha habido tal sacrificio, lo que hemos hecho es renunciar.

Cada vez que le digo a una persona que no veo televisión se quedan asombrados, luego les explico que un día me di cuenta de que el tiempo que pasaba viendo telenovelas era tiempo que perdía de dedicarlo a Dios y me miran con cara de lástima y hasta me han dicho: ¡Que sacrificio!

No es ningún sacrificio, es tan solo que cambié de vida, es otro estilo, mis prioridades son diferentes. Yo decidí renunciar a toda una serie de cosas que dificultaban o empobrecían mi relación con Dios, pero, eso no me da el derecho de imponer que los demás vivan una relación con Dios igual a la mía.

Con frecuencia escucho a muchas personas dando razones para no congregarse con el pueblo de Dios y entre ellas, una de las que más esgrimen es la serie de prohibiciones que tienen que enfrentar cuando van a una congregación. ¡Si seremos piedras de tropiezo para estos pequeñitos!

Y yo me pregunto, ¿Existe un patrón preestablecido para tener una relación con nuestro Padre? No todos tenemos que ser iguales, Mi esposo y yo somos dos personas muy diferentes y sin embargo, los dos servimos a Dios con toda nuestra alma, pero el trato de Dios con él es diferente al que tiene conmigo y Él no quiere que yo renuncie a las mismas cosas que mi esposo, porque hay características nuestras que Él usa para su gloria, aunque ante los patrones humanos esto sea insólito.

En Proverbios 20.27 Dios nos dice: “Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más profundo del corazón”. Cuando decidimos seguir a Cristo y renunciar al mundanal ruido, lo hacemos con gozo, sabiendo que el negocio es redondo, renunciamos a la baratija por recibir a cambio un tesoro. No es sacrificio. Sacrificio es el que hizo Cristo para darnos la oportunidad de ser transformados con alegría de corazón, pues a la larga estamos convencidos de que las cosas que antes llenaban nuestras vidas van comenzando a sobrar, ya que son desplazadas por otras indestructibles. Cristo dijo en Lucas 12.34: “Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”

Si alguna vez tienes que cambiar tu estilo de vida y lo ves como un sacrificio, no lo hagas, porque realmente no lo haces con el amor suficiente, con ese amor con que Pablo pudo decir: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo (Filipenses 3.7-8)

Lectura recomendada: Tito 2 y 3

Fuente:
Milagros García Klibansky

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