El temor a lo desconocido o a lo conocido de forma distorsionada, hace que el ser humano rechace situaciones que no se siente capaz de manejar por la falta de experiencias previas y los cambios que experimenta una persona que permite que Dios entre en su vida, siempre provocan temor en quienes le rodean. A esto se suma que la pasión que esto genera es tal que deseamos que todo el mundo sienta lo mismo, pero debemos tener en cuenta que nuestra familia no ha tomado la misma decisión.
La primera impresión que las personas reciben respecto al cristianismo es la de nosotros, si somos muy insistentes podemos agredir de alguna forma a los que aún no están preparados para recibir el evangelio y hasta provocar el total rechazo hacia Dios, incluso la misma persona que recién ha comenzado una vida en Cristo, puede desanimarse al ver que otros no la siguen.
Es bueno entender que Dios tiene un trato personal con cada sujeto y un tiempo para cada cosa, no está en nuestras manos decidir por Él. Presionar a alguien para que acepte a Cristo es correr el riesgo de que lo haga dejándose llevar por sus emociones y no por una verdadera convicción. Cada persona debe tener una experiencia personal con Cristo; no obligue a que los demás vivan la suya.
El nuevo creyente debe trabajar en la relación con Dios de forma que esta se fortalezca y madure espiritualmente. La lectura diaria de la biblia y la oración permitirá ejercitar la paciencia, el amor, el dominio propio, la fe y transmitirá a los demás la paz de Dios. Ore pidiendo a Dios que prepare el corazón de quienes le rodean para recibirlo. Recuerde que solo Él es quien hace la obra en el ser humano a través del Espíritu Santo.
Fortalezca su relación familiar con el respeto mutuo, esto preparará el terreno propicio para sembrar la semilla del Evangelio. Cuando se gana una vida para Cristo, es normal que exista todo tipo de oposición, pues se ha entrado a una guerra contra ejércitos espirituales de maldad; es por ello que nuestras armas deben ser, también, espirituales. No debemos pensar que nuestros argumentos humanos van a ser los mejores, ni que las cosas van a salir como queremos en el momento que las queramos. Se debe aprender a esperar con fe a que Dios obre conforme a su voluntad en la vida de nuestros seres queridos.