Los retos y las oposiciones no son ajenas al cristiano que decide seguir a Cristo. Esta declaración parecería una contradicción, pero creo que no lo es. Nehemías no conoció a Cristo, pero confiaba en su Dios – también el nuestro – del que cada generación de judíos contaba las maravillas y milagros en favor de su pueblo desde el éxodo de Egipto.
Nehemías no sólo fue el líder que reedificó las murallas de Jerusalén y despertó al pueblo de su letargo espiritual, sino también fue un campeón de la fe. Las luchas espirituales se ganan a través de la fe. Sin fe es prácticamente imposible ejercer un liderazgo eficaz y eficiente. Cuando la oposición arreciaba sus burlas y amenazas de muerte, cuando el pueblo desfalleció en la inmensa obra que tenía por delante, Nehemías no se dejó intimidar y siguió adelante. Por mucho que intentaron amedrentarlo para apartarlo de la obra que Dios le había encargado, su firmeza y su fe le permitió aunar a un pueblo que edificaba los muros de la ciudad con una mano en la obra de construcción y la otra asiendo la espada para enfrentar cualquier oposición del enemigo. “Todos los que trabajaban en la reconstrucción llevaban la espada a la cintura” (Neh 4.18NVI).
Sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia (perseverancia).
Santiago 1:3
El ejemplo de Nehemías como hombre de valor y fe ciertamente nos inspira. Nuestro adversario, como Sambalat, Tobías y Guesén- enemigos de Nehemías y por ende opuestos a la voluntad de Dios – es insistente y trata de desordenar nuestra fe para llevarnos a la inconsistencia, a la fragilidad, a la blandenguería. La fe imprime firmeza, paciencia, perseverancia y es, como dice el apóstol Juan, el cimiento y la garantía de nuestra victoria en Cristo: “porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe”. (1 Jn 5.4).
Recordemos que el mundo anda “patas arriba”, es decir se conduce contrario a los designios y los planes de Dios. El mundo es el sistema de valores que pugnan contra la voluntad de Dios, no se trata de la gente, se trata del príncipe de las tinieblas que ha entenebrecido las mentes con sus recetas humanistas para cautivarnos con sus promesas vacías.
Cuando estamos ocupados en la obra de Dios, la fe y la firmeza en el cumplimiento del deber nos darán el sentimiento de constancia y perseverancia para no escuchar “los cantos de sirena” del enemigo llamándonos insistentemente a desviarnos del objetivo supremo (Neh 6.3).
En Cristo, por su obra redentora, podemos reedificar los muros que el enemigo ha logrado resquebrajar. Cerremos las brechas y coloquemos firmemente en su sitio a la puerta principal que da acceso al evangelio de la salvación. Esa puerta es Cristo. “Yo soy la puerta; si alguno entra por Mí, será salvo; y entrará y saldrá y hallará pasto.” (Jn 10.9) Los valores de un mundo cuyas murallas se encuentran en ruina espiritual y moral se estrellan contra los valores del Reino de Dios. Las luchas espirituales se confrontan con la firmeza que proviene de la fe salvadora. Mi oración es que continuemos, con la ayuda Dios, construyendo murallas y edificando vidas en Cristo para su eterna gloria.
¡Dios te bendiga!
Lectura sugerida: Nehemías 6
Y les envié mensajeros, diciéndoles: «Yo estoy haciendo una gran obra y no puedo descender. ¿Por qué ha de detenerse la obra mientras la dejo y desciendo a ustedes?»
Nehemías 6:3