En nuestro caminar con Cristo muchas veces tendremos que detenernos para examinarnos y hacer ajustes si fuera necesario. Eso es símbolo de madurez espiritual. El mundo en que vivimos y su príncipe, sin laureles que exhibir, se reamoldan para atraernos a sus sutilezas y hacernos bailar a su ritmo. Es bueno hacer un alto en el camino y pedirle a Dios que con el auxilio de su Espíritu, nos ayude a hacernos una evaluación espiritual para corregir el rumbo y reenfocarnos en la obra que Cristo nos ha encomendado hacer. Es mejor que lo hagamos porque si no te examinas tú mismo, Dios sí lo hará. El salmista cantaba al Señor: “Tú escudriñas mi corazón, tú me examinas por las noches…” (Sal 17.3)
Porque la tristeza que es conforme a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento que conduce a la salvación, sin dejar pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte.
2 Corintios 7:10
Salomón, refiriéndose al autoanálisis concluía: » El malvado es inflexible en sus decisiones; el justo examina su propia conducta”, (Pr 21.29 NVI), ordena sus caminos. Y en el libro de Lamentaciones “Examinemos nuestros caminos y escudriñémoslos, Y volvamos al Señor”. (Lam 3.40). Lo más probable es que cuando escudriñamos nuestra conducta y nuestros caminos nos percatemos que muchas cosas andan mal, que hemos sido ligeros al recordar las misericordias de Dios, su bondad y amor, que hemos sido desobedientes y no hemos actuado conforme a su Palabra. Estoy seguro que cuando somos consciente de ello, experimentamos tristeza. ¿Qué debemos hacer? Lo mismo que hizo el pueblo de Israel en tiempos de Nehemías: confesar nuestras faltas, arrepentirnos de corazón y confiar en las misericordias y la fidelidad de Dios.
Esdras había leído la Ley a toda la congregación (Neh 8) y la Palabra había penetrado como espada de dos filos en lo más profundo del corazón del pueblo de Dios. La congregación se vio confrontada con las verdades de la Ley y ayunó. En un acto de adoración sin precedentes el pueblo humillado reconoció sus rebeliones, confesó sus faltas y se arrepintió clamando “en voz alta” para que el todopoderoso les librara de sus maldades y le continuara ayudando y salvaguardando. Era una oración de reconocimiento a la fidelidad y la bondad de Dios. El pueblo mostraba humillado un deseo ardiente – y sufriente- de volverse a su Dios. (Nehemías 9).
¿Te has examinado a la luz de la Palabra de Dios? ¿Crees que el trabajo que haces para el Señor en el ministerio que él te ha entregado no está matizado de faltas y pecados que necesitas confesar? ¿Has sido confrontado últimamente con las verdades de la Palabra de Dios y has sentido la necesidad de clamar para volverte a él?
Si de una cosa estamos seguros es que Dios es fiel y perdonador, lo que no justifica que caminemos libertinos sin detenernos a examinarnos a la luz del Evangelio de Cristo y reconozcamos nuestras faltas humillados delante del trono de su gracia. Es una delas más honrosa manera de crecer saludablemente en Cristo y reconocer que dependemos siempre de él para experimentar una vida de victoria. Él es un Dios clemente y compasivo (Neh 9.31).
Puestos de pie, cada uno en su lugar, una cuarta parte del día estuvieron leyendo en el Libro de la Ley del SEÑOR su Dios, y otra cuarta parte, estuvieron confesando y adorando al SEÑOR su Dios.
Nehemías 9:3
¡Dios te bendiga!