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El Señor quiere que se levante un pueblo que no tenga nada que perder

El príncipe de Samaria reacciona con incredulidad y casi blasfema contra Dios al cuestionar en una forma muy radical esta promesa de parte del profeta Eliseo de que mañana a esa misma hora habría comida abundante para todo el pueblo.

Y usa una imagen blasfema diciendo: bueno si Dios hiciera llover, si abriera la ventana de los cielos aún así no sería suficiente. Y hablábamos en la ultima meditación acerca de que este hombre representa esa porción incrédula de la Iglesia que será abandonada por el poder de Dios y que inclusive será enjuiciada por su incredulidad.

Entonces de ahí cambia de nuevo la escena y se nos presenta en los próximos versículos comenzando con el versículo 3 del capítulo 7 del segundo libro de Reyes un grupo de leprosos que están compartiendo esta misma situación terrible de hambre y que por ser leprosos y por estar absolutamente también casi muriéndose de hambre se sienten que no tienen nada que perder y que por lo tanto pueden ir al campamento de los sirios y ellos dicen: Bueno lo peor que nos puede pasar es que nos maten pero vamos a morir acá de todas maneras y puede que nos den algo que comer y sobrevivamos de esa manera.

Entonces estos cuatro hombres que no tienen nada que perder se acercan al campamento sirio y encuentran allí una escena que los deja totalmente boquiabiertos. Y es que ese campamento que ellos pensaron que iba a estar lleno de un ejército poderoso estaba completamente abandondado y dice aquí «que no había allí nadie.»

Y en el versículo 6 dice que era porque: «Jehová había hecho que en el campamento de los sirios se oyese estruendo de carros, ruido de caballos y estrépito de gran ejército. Y como consecuencia se dijeron unos a otros: He aquí el Rey de Israel ha tomado a sueldo contra nosotros a los Reyes de los eteos y a los Reyes de los egipcios para que vengan contra nosotros y así se levantaron y huyeron al anochecer abandonando sus tiendas, sus caballos, sus asnos y el campamento como estaba y habían huído para salvar sus vidas.»

Había cuatro leprosos a la entrada de la puerta, y se dijeron el uno al otro: «¿Por qué estamos aquí sentados esperando la muerte?»
2 Reyes 7:3

Cuando estos leprosos entran al campamento encuentran que está completamente desierto porque Dios milagrosamente, soberanamente había producido un sonido como de un gran ejército que se avecinaba y estos hombres creyendo que es un ejército a sueldo de parte del Rey de Israel huyen para escapar a este supuesto enemigo que viene contra ellos y de esa manera huyen abandonando todo lo que tienen, sus tiendas, sus caballos y toda su comida y su ropa. Y estos leprosos son los que se tropiezan con ese escenario increíblemente milagroso.

Y vemos aquí que cuando Eliseo dió esa Palabra Dios empezó a obrar inmediatamente. Eso es lo que hace la Palabra profética. Cuando esa Palabra es declarada en el poder del Espíritu Santo y en la autoridad divina ese poder comienza a correr por los aires y a cambiar las situaciones aún cuando los seres humanos que están participando de esas situaciones no se dan cuenta pero ya Dios ha comenzado a moverse debajo de la superficie y es sólo cuestión de tiempo para que aflore al exterior lo que Dios ha declarado.

Estos cuatro leprosos para mí ejemplifican ese segmento completamente abandonado de la sociedad que no tiene nada que perder y también ese segmento pobre de la Iglesia que está completamente perdido, que nadie los toma en cuenta; están al margen de la Iglesia importante y tomada en cuenta y al margen de los poderosos y a veces se ríen de ella, la consideran ridícula pero es esa Iglesia pobre, pequeña y en un sentido ignorante la que Dios va a usar porque es la Iglesia que le cree a Dios, le cree a Su Palabra, busca los dones del Espíritu Santo, clama a Dios, ayuna, ora, le cree al Espíritu Santo y esa es la Iglesia que ahora Dios va a usar.

Es una Iglesia que no tiene nada que perder como los leprosos. Es una Iglesia desgastada, rechazada por los poderosos, abandonada por las naciones pero que Dios quiere usar para descubrir lo que Dios verdaderamente está haciendo debajo de la superficie. Y Dios necesita que se levante un pueblo que no tenga nada que perder; un pueblo que haya muerto al mundo, un pueblo que diga como dijo la Reina Esther: Si perezco que perezca pero yo voy a hacer la Voluntad de Dios.

Un pueblo desesperadamente deseoso de que el poder de Dios se mueva en medio de Él. Y a ese pueblo Dios lo quiere visitar para hacer grandes cosas, ese pueblo Dios quiere que sea testigo en medio de las naciones. Yo quiero pertenecer a ese pueblo. Eso quiere decir que nosotros tenemos que estar buscando en la santificación, en la alabanza, en la guerra espiritual, en despojarnos del amor al mundo y a la vanidad del mundo, viviendo una vida sacerdotal, una vida entregada al Señor, una vida que le haya dicho no rotundamente a todos los apetitos, todos los placeres, todas las atracciones, las tentaciones, vanidades de este mundo y que al no tener nada que perder Dios nos pueda usar entonces para que seamos testigos en las naciones de Su Poder y portavoces de Sus buenas nuevas.

Cuando estos leprosos llegan a este lugar encuentran que ya Dios ha hecho el trabajo, Dios ha dejado la provisión y ahora es cuestión de tomarla. Fíjese que no hubo que plantar, no hubo que trabajar, la comida, la provisión estaba ya y así va a ser. En estos tiempos Dios quiere poner provisión en las manos de Sus siervos. Dios quiere poner bendición y alimento y comida para que Su Iglesia haga lo que tiene que hacer pero eso sólo va a suceder en el poder del Espíritu Santo, con el poder que Dios quiere derramar sobre nosotros.

Entonces la Iglesia recibirá todos los recursos que necesita para anunciar la Palabra, para regar el Evangelio, para evangelizar a las naciones. Pero hay un precio que pagar; es el precio de la consagración, es el precio de perderlo todo y entregarlo todo para que Dios pueda usarnos como Dios quiere usarnos. Tenemos que ser como los leprosos que no tenían nada que perder. Que Dios te bendiga y hasta nuestro próximo estudio.

 Pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos. Por tanto, ya sea que vivamos o que muramos, del Señor somos. Romanos 14:8

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