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El Señor es capaz de detener a todos los enemigos de Su pueblo

Senaquerib no pudo ni siquiera hostigar a la ciudad. Él se había jactado audiblemente, pero no pudo llevar a cabo sus amenazas. El Señor es capaz de detener a los enemigos de Su pueblo en el propio acto. Cuando el león tiene al cordero entre sus fauces, el grandioso Pastor de las ovejas puede arrebatarle su presa. Nuestro apuro extremo sólo aporta una oportunidad para un mayor despliegue del poder y la sabiduría divinos.

En el caso que tenemos ante nosotros, el temible enemigo ni siquiera se presentó delante de la ciudad que tenía sed de destruir. Ninguna flecha destructora pudo ser lanzada sobre sus muros, ni máquinas de asedio pudieron ser colocadas para derribar sus castillos, ni pudieron construir terraplenes desde los cuales pudieran disparar a sus habitantes. Tal vez en nuestro caso el Señor también impedirá que nuestros adversarios nos hagan el menor daño. Ciertamente Él puede alterar sus intenciones, o hacer que sus designios sean tan infructuosos que los abandonen de buen grado. Confiemos en el Señor y guardemos Su camino, y Él cuidará de nosotros. Sí, Él nos llenará de asombrada alabanza cuando veamos la perfección de Su liberación.

No debemos temer al enemigo hasta que realmente venga y entonces hemos de confiar en el Señor.

Fuente:
Charles Spurgeon | La Chequera del Banco de la Fe. Traducción de Allan Roman.

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