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El Rey ha viajado desde el Trono hasta el Pesebre sólo para estar cerca de ti

En esta noche santa, nuestra mirada se fija en un pesebre. Pero para comprender la verdadera maravilla de lo que sucede en Belén, primero debemos mirar hacia arriba, muy arriba.

En el Salmo 89, la Biblia nos ofrece una visión de Dios en su cielo. Vemos a un Rey en un trono alto. Se nos dice que el fundamento mismo de este trono es la Justicia y la Rectitud. Esto nos recuerda que Dios es santo, poderoso y puro. Es una imagen de majestad, pero también puede parecer distante, quizás incluso un poco intimidante para personas imperfectas como nosotros.

Pero observemos con atención quién encabeza la procesión en ese Salmo. El versículo dice que el Amor y la Fidelidad van delante de Él. Son los heraldos que anuncian su llegada.

Ahora, avancemos rápidamente hasta el establo.

Juan nos dice que el Verbo se hizo carne y “habitó entre nosotros”. El Rey no se quedó en el alto castillo del cielo; plantó su tienda en nuestro mundo caótico. Y cuando Juan miró el rostro de Jesús, ¿qué vio? Vio una gloria “llena de gracia y verdad”.

Este es el milagro de la Nochebuena: El Amor y la Fidelidad que caminaron ante el trono de Dios en el cielo ahora han tomado un rostro humano en la tierra.

El Dios que gobierna las estrellas ha descendido para recostarse en la paja. No abandonó su verdad, sino que la envolvió en gracia para que pudiéramos acercarnos a él sin temor.

Esta noche, no tienes que escalar los cielos para encontrar a Dios. No tienes que preocuparte si eres “lo suficientemente bueno” para acercarte al Trono de Justicia. El Rey ha dejado el trono para estar contigo. Ya no es solo el Dios que nos gobierna; es el Dios que mora con nosotros.

Fuente:
Ernst Diehl

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