El domingo 15 de septiembre 2O24 se vivió un momento profundamente emotivo en la congregación liderada por el apóstol Guillermo Maldonado. Su hijo primogénito, quien había estado alejado de la iglesia por tres años, finalmente regresó. Este retorno fue el fruto de muchas oraciones, tanto del apóstol como de la congregación, quienes con fe esperaban su regreso.
Ese día, mientras el apóstol Maldonado predicaba, su hijo ingresó al lugar, y el padre, conmovido, lo invitó a subir al altar. Lo que siguió fue un acto de humildad y restauración. El hijo, con lágrimas en los ojos, se humilló ante su padre y la congregación. Con el corazón abierto, dijo: «Yo no vine a pedirte nada, papá. Solo vine a pedirte perdón, como padre y como apóstol de la iglesia. A eso vine, a pedirte perdón a ti y a la congregación.»
Este momento de reconciliación fue un reflejo poderoso de la parábola del hijo pródigo (Lucas 15:11-32), donde un padre recibe con los brazos abiertos a su hijo perdido que ha regresado arrepentido. Al igual que en la parábola, el apóstol Maldonado simbolizó el amor y la misericordia del Padre celestial al recibir a su hijo con ternura. Al igual que el padre de la historia bíblica dijo: «Este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado», ese día también se celebró la restauración de un hijo que había encontrado el camino de vuelta.
Al finalizar, el apóstol Maldonado, visiblemente emocionado, llamó a toda la congregación a acercarse y abrazar a su hijo, en un gesto de amor y reconciliación. Así, el culto culminó en un momento de unidad y perdón, dejando en el aire un poderoso mensaje de restauración familiar y espiritual, recordándonos que, como en Lucas 15, siempre hay gozo en el cielo cuando uno de sus hijos regresa.LA GLORIA Y HONRA SEA PARA DIOS
Fuente: TPD
