“En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti”, (Sal. 119:11).
Como seres humanos tenemos la costumbre de juzgar a simple vista a los demás e ignoramos lo que hay en cada corazón de las personas que tratamos, porque muchas veces la apariencia engaña, porque solo vemos la etiqueta del frasco y no el contenido.
Hay personas humildes que aparentemente uno las ve y no les da importancia, pero muchas veces tienen un corazón de oro, que es un tesoro que cuando lo descubrimos nos llena de gozo y satisfacción de haber conocido a tan excelente ser humano. No podemos llevarnos de la apariencia, porque hay personas que lucen una atractiva etiqueta, pero en su corazón está vacío, no pueden ofrecer nada, porque el que nada tiene nada puede dar.
El mejor tesoro que una persona puede guardar en su corazón es la Palabra de Dios y cuando la comparte enriquece a todos los que están en su entorno. Porque ese tesoro, que hemos recibido de Dios es de inestimable valor y debemos dar por gracia lo que por gracia hemos recibido. Ese tesoro no solo debemos guardarlo sino también compartirlo.
Alguien dijo que toda la riqueza de este mundo no puede convertirte en una mejor persona. Ser rico no implica ser bueno, como tampoco una persona pobre tiene por qué ser necesariamente mala. No hay absolutamente ninguna correlación. Un día, una adolescente insensata alardeó de que su novio era un tipo estupendo porque tenía un coche llamativo y un barco de recreo. Yo nunca vi la conexión.
Vea esta adivinanza: ¿Qué tesoro es invisible y aun así la gente sabe quién lo posee, por sus efectos positivos sobre la persona y sobre su vida? ¿Qué es lo que no se puede comprar con dinero y aun así es más valioso que todo el oro del mundo? ¿Qué es eso tan valioso que no puede agarrarse con las manos, y aun así muchos lo han cogido para su eterno bien? ¿Qué riqueza no puede verse con los ojos, pero puede almacenarse en un lugar secreto de donde nadie se lo puede llevar?
Nuestro texto nos proporciona la respuesta. Las Escrituras son el tesoro, y su corazón es la caja fuerte donde pertenece. El salmista se dirige a Dios diciendo: “En mi corazón he guardado tus dichos.” Dios ha hablado, y tenemos Su Palabra conservada en las Escrituras, y solo allí.
El texto hebreo utiliza un verbo específico que significa esconder, atesorar, almacenar. Significa esconder algo con un propósito concreto, como para protegerlo. La clara implicación en el hebreo, aunque no es tan simple desde la traducción en español, es que la Palabra de Dios es el tesoro que el Llegar a darse cuenta de que esas Escrituras no tienen precio no es parte pequeña en la motivación de la disciplina espiritual que describe. Lo que él llama “la ley del Señor… el testimonio del Señor… los estatutos del Señor… los mandamientos del Señor” y “los juicios del Señor” son “deseables más que el oro” (Sal. 19:7-10). “Mejor me es la ley de tu boca que millares de oro y plata” (Sal. 119:72 alt., “monedas de oro y plata”). “Por eso he amado tus mandamientos más que el oro, y más que oro muy puro” (Sal. 119:127). “Me he gozado en el camino de tus testimonios más que de toda riqueza” (Sal. 119:14). Job dijo, “Guardé las palabras de su boca más que mi comida” (Job.23:12).
Asimismo, el consejo de vida de Salomón, “Mejor es adquirir sabiduría que oro preciado y adquirir inteligencia vale más que la plata!” (Prov. 16:16). Hacer que su hijo valorara la Palabra de Dios era la mitad de la batalla.
Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría, y que obtiene la inteligencia; porque su ganancia es mejor que la ganancia de la plata, y sus frutos más que el oro fino. Más preciosa es que las piedras preciosas; y todo lo que puedes desear, no se puede comparar a ella. Largura de días está en su mano derecha; en su izquierda, riquezas y honra. Sus caminos son caminos deleitosos y todas sus veredas paz. Ella es árbol de vida a los que de ella echan mano, y bienaventurados son los que la retienen. (Pr. 3:13-18).
Las personas que tienen una fe verdadera entienden estas cosas con facilidad. Necesitamos que nuestro corazón se vea totalmente conmovido con ellas, de manera que podamos ser motivados hacia la Palabra de Dios.
No nos dejemos engañar por la apariencia, porque hay personas que esconden un gran tesoro en su corazón que es la Palabra de Dios y su obediencia a la misma, y cuando las descubrimos y las tratamos, nos llenan de gozo y satisfacción al conocerlas, porque edifican nuestra vida y nos ayudan en nuestro proceso de crecimiento espiritual.
Bendiciones.