Todo amante de la organización personal sabe bien que una de las maneras más efectivas de perder el tiempo es ver videos de productividad en YouTube. Encontrar nueva información sobre cómo priorizar las tareas y organizar proyectos en apps como Notion puede volverse una obsesión rápidamente. Nos convencemos de que el episodio de podcast o libro más reciente de ese experto será la solución que tanto esperábamos para nunca más retrasarnos en la finalización de nuestros pendientes.
Por supuesto, descubrir estrategias para ser buenos mayordomos de los recursos que Dios nos ha dado no es malo (si pensara que lo es, no hubiera escrito un libro al respecto). Después de todo, no fuimos creados para desperdiciar nuestras vidas. Debemos aprovechar nuestro tiempo, energía y atención cada día, para la gloria de Dios y el bien de los demás.
El problema surge cuando olvidamos que lo que nos hace verdaderamente productivos no es aprender a hacer bloqueo de tiempo como Cal Newport o dominar la nueva función de inteligencia artificial de nuestra aplicación de gestión de proyectos favorita. Para ser verdaderamente productivos, debemos empezar poniendo la mirada en el Señor.
Caminar en productividad es caminar en sabiduría
La mayoría de las personas piensa que la productividad significa algo como «hacer muchas cosas en poco tiempo». Esa es, sin embargo, la productividad para las fábricas y máquinas; nosotros somos humanos.
Fuimos creados a imagen de Dios con un propósito eterno: amar a Dios y amar al prójimo, haciendo discípulos y siendo conformados cada vez más a la imagen de Jesús. Trabajamos y reposamos. Pasamos por numerosas etapas en la vida, cada una con diferentes posibilidades y demandas. Todo esto nos debe recordar que nuestra productividad no se mide en dólares o en tareas completadas, sino en fidelidad. La productividad verdadera es caminar con diligencia delante de nuestro Hacedor, administrar los recursos de tiempo, energía y atención que el Señor nos ha dado hoy, lo mejor que podemos.
Es por eso que la productividad y la sabiduría están tan relacionadas. Como escribe R. C. Sproul, la sabiduría es «una comprensión práctica de cómo vivir una vida que sea agradable a Dios». La persona sabia sabe cómo caminar bien en este mundo complicado. La productividad es usar bien los recursos de tiempo, energía y atención en un mundo complicado. Así, para ser verdaderamente productivos, necesitamos ser sabios.
La Biblia nos enseña que «el principio de la sabiduría es el temor al Señor» (Pr 9:10). Si queremos ser buenos mayordomos de nuestros días, enfocándonos en las tareas que nos corresponden y caminando con diligencia en ellas, es crucial que empecemos mirando al Señor y reconociendo en humildad quién es Él y quiénes somos nosotros delante de Él. Cuando hacemos eso, las cosas empiezan a caer en su lugar.
Teme al Señor como dueño de tu vida
Empezamos a ser verdaderamente productivos cuando reconocemos que nuestra vida no es nuestra. Cada momento de nuestra existencia le pertenece al Señor. Él nos ha visto desde que estábamos en el vientre de nuestra madre y sabe cuándo nuestro caminar en esta tierra llegará a su fin (Sal 139:16). Fuimos hechos para Su gloria (Is 43:7).
Mucha de nuestra falta de productividad surge de desperdiciar nuestro tiempo y vidas buscando placeres (que al final ni siquiera satisfacen) y andando en nuestra propia inteligencia (que con tanta frecuencia nos hace tropezar). Reconocer que Dios es nuestro dueño nos lleva a redirigir nuestra energía para caminar en las buenas obras que Él ha preparado para nosotros (Ef 2:10). Queremos ser hallados fieles y ordenamos nuestras vidas como mayordomos, no como señores.
Teme al Señor como soberano sobre tus planes
Empezamos a ser verdaderamente productivos cuando descansamos en que Dios está por encima del tiempo. Planear es importante; Dios es dueño de todo lo que tenemos y Él es digno de que hagamos nuestro mejor esfuerzo para usar cada recurso con excelencia. Con todo, nuestra productividad se desmorona cuando pensamos que los resultados están en nuestras manos y dependen de lo bien que nos desempeñemos en nuestros esfuerzos. Acabamos paralizados por el miedo a fallar o afanados ignorando el regalo (y mandato) del reposo.
Tú y yo podemos avanzar en los proyectos que Dios ha puesto en nuestras manos con la confianza de que, al final, la victoria es Suya. Podemos hacer lo que nos toca y luego descansar en que el destino del mundo (y de nuestra pequeñísima parte en él) está en las manos del soberano Rey del cielo y de la tierra. ¡Cuánta libertad para disfrutar de nuestro trabajo! Él cumplirá Sus propósitos perfectos usando nuestros torpes esfuerzos para Su gloria.
Teme al Señor como el único que no se equivoca
Empezamos a ser verdaderamente productivos cuando reconocemos nuestras fallas y buscamos la corrección. Como hemos visto hasta ahora, el temor al Señor transforma nuestra motivación y nos da libertad para esforzarnos con gozo, descansando en que los resultados no dependen de nuestra eficiencia. Sería un error, sin embargo, abusar de esta verdad para hacer las cosas «como salgan» y decir: «Oh, bueno, Dios tiene el control».
Si realmente tememos al Señor, haremos las cosas bien, porque queremos reflejar Su gloria a través de cada una de nuestras tareas (1 Co 10:31). Esto implica identificar y cambiar el rumbo cuando hacemos las cosas mal. Todos nosotros tenemos mucho que aprender; no hay manera de aprender sin ser corregidos. Una de las marcas de una persona verdaderamente productiva es su disposición a escuchar la crítica sin derrumbarse, porque sabe que su trabajo no es ser perfecto, sino apuntar al Perfecto, el Único que jamás fallará.
Teme al Señor y sé productivo
La única manera de aprovechar bien el tiempo es temer a Aquel que está fuera del tiempo. Antes de buscar agendas y calendarios, debemos reconocer que somos Suyos, que Él es soberano y que Él es perfecto. Solo entonces podremos ordenar nuestra vida para ser verdaderamente productivos.
La buena noticia es que Dios desea hacer la obra en ti. Él la empezó y la terminará (Fil 1:6). En Cristo Jesús, te ha dado todo lo que necesitas para que camines de manera digna de Él, para Su gloria. Pero no es en tus términos. Es de acuerdo a Su sabiduría; de acuerdo a lo que Él ha establecido. Así que ríndete ante Él. Si estás dispuesto a caminar en el temor del Señor, vivirás una vida productiva, una vida fiel.